domingo, 3 de junio de 2012

ETA sigue a su puta y macabra bola


Ya lo dice el título: los asesinos de ETA siguen a su puta y macabra bola, soltando por la boca indecencia tras indecencia y dando lecciones magistrales sobre cómo, miles de damnificados después, esperan hacer borrón y cuenta nueva como si aquí no hubiese pasado nada. 

Son en esta ocasión los presos de la banda de asesinos quienes, en una declaración hecha en Guernica, han vuelto a repetir la cansina letanía con la que nos vienen martirizando sin piedad desde aquel día de octubre en el que la banda criminal ETA publicó un comunicado de paz muy poco pacífico: conflicto político, amnistía, excarcelaciones, autodeterminación, repudio del arrepentimiento-delación (sic), España y Francia siguen manteniendo la opresión del pueblo, la política penitenciaria responde a una estrategia bélica y blablablá, blablablá, blablablá.


Pero incluso en el nauseabundo vertedero de la inmundicia etarra hay gradaciones de inmoralidad, y siendo absolutamente miserable lo anteriormente expuesto por los asesinos alcanzan estos malhechores sus máximas cotas de asquerosidad al referirse a las víctimas directas de las armas etarras: “Somos plenamente conscientes del múltiple dolor generado. De hecho lo venimos sufriendo directamente o en nuestro entorno desde hace generaciones. Ahora bien, igual que comprendemos dicho dolor, tampoco somos ciegos como para no ver que algunos lo ponen al servicio de objetivos políticos”. 

Observen que el dolor “es generado”: utilizan con malicia e intención un término absolutamente neutro con el propósito de que parezca que nada adeuda ese dolor –asesinatos, secuestros, torturas– a las armas de ETA, únicas responsables del mismo. ¿Cómo culpar a los pobrecillos etarras por un dolor surgido por generación espontánea? A mayores, resulta que son los asesinos y su entorno –los cómplices y alentadores morales de los asesinatos para hablar con propiedad– quienes han sufrido en exclusiva ese dolor “desde hace generaciones” cuando son ellos los únicos que desde los tiempos del paleto, analfabeto y racista Arana están dando por el saco a sus compatriotas españoles –y desde mediados del siglo pasado pistola en mano–. Es además inadmisible equiparar el dolor por el etarra muerto mientras manipulaba una bomba o por el etarra que cumple prisión como expiación de sus delitos de sangre con el dolor, verbigracia,  por el funcionario de prisiones volado por una bomba lapa o el concejal asesinado de cualquier pueblo de España: los etarras han elegido, las víctimas de su violencia no.

Dicen los etarras “comprender dicho dolor” –después de haber dejado bien claro que sólo les importa en tanto les afecte a ellos– pero tanta comprensión parece diluirse cuando acusan a sus víctimas de utilizarlo con fines políticos: antes ven los asesinos de ETA la paja en el ojo ajeno que la viga en el propio y se atreven a imputar a los atropellados por sus violencias aquello que sólo ellos perpetran. A saber: utilizar la sangre vertida con bastardos fines políticos, con el agravante añadido de que esa sangre vertida la han puesto otros. Y, en cualquier caso, no sé dónde coño estará la utilización de los muertos en solicitar, en exigir, que los asesinos rindan cuentas ante la justicia.

En fin: más de lo mismo. Asquerosas, repugnantes, aborrecibles, inmundas, depravadas… apliquen ustedes a las palabras de ETA cualquiera de estos adjetivos en la absoluta seguridad de que no habrán de pecar de injustos. Y en cualquier caso es lo único que se puede esperar de una banda de asesinos que sigue glorificando la violencia. Más preocupante es que existan ciudadanos y partidos políticos dispuestos a asumir acríticamente el discurso de ETA haciéndole así el juego a los terroristas.

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