jueves, 14 de junio de 2012

Me reconcilio con Mariano Rajoy, de momento (2 de 3)



Volviendo al tema de fondo, el comportamiento del presidente Rajoy en la crisis económica, debo reconocer que yo era de los que creía que Mariano iba a remolque de las circunstancias, con declaraciones contradictorias tanto de él como de sus ministros, y por lo tanto se mostraba incapaz de anticiparse a cualquier situación crítica. La última decepción que me llevé con Rajoy fue cuando, tras el acuerdo de los 100 mil millones el pasado sábado día 9, comentó al día siguiente que había convencido a la UE para que abriera la mano en la financiación de la banca.

No tardó en llegar una apostilla de Durao Barroso que sonó claramente a objeción o desmentido, en la que el portugués aseguró que había sido él quien convenció al presidente español para que pidiera el dinero. Y algo así, dicho por un Durao Barroso al que se le supone neutral, motivó que muchos creyéramos al presidente de la Comisión y consideráramos un embustero a Rajoy, al que toda la izquierda comenzó a macharlo y a ponerlo a parir, incluida esa frivolilla de Rosa Díez que ayer mismo, con un estilo mucho más cercano al socialismo propagandista que a la mesura que requieren los tiempos, se ha permitido usar esta frase chulesca: "Dígalo conmigo: res-ca-te". Naturalmente, Rosa tiene un objetivo claro, hacerse notar cada semana para que su partido no se diluya, por lo que no tiene ningún reparo en dar el cante cuantas veces sea preciso.

Pues bien, unas pocas horas más tarde del encontronazo parlamentario entre Rosa y Mariano se conoció una carta que el presidente Rajoy le envió a Durao Barroso y a Van Rompuy. Ojo al dato: la carta había sido enviada con tres días de antelación a la videoconferencia donde se acordó el préstamo. Los términos de la carta (pinche aquí si quiere leerla completa) no pueden ser más esclarecedores a favor de la actitud de Mariano Rajoy, con quien me he reconciliado en buena medida (aunque no del todo), ya que sigo reprochándole su nula capacidad para comunicarse y para acometer reformas de calado en la administración del Estado, sobre todo en la autonómica.

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