viernes, 21 de diciembre de 2012

La base de nuestro pueblo (1 de 2)

La conversión de Recaredo supuso la unidad religiosa de los españoles.

España es una nación por los cuatro costados, o al menos eso es lo que a mí me parece y creo deducir. La acepción cuarta del DRAE nos ofrece la siguiente definición de nación: “Conjunto de personas de un mismo origen étnico y que generalmente hablan un mismo idioma y tienen una tradición común”. Luego si repasamos la historia de nuestra patria advertiremos que aunque no siempre se hayan dado todos los requisitos que la Academia de la Lengua sugiere, ya que se conocen períodos de singularidad en una u otra región, el resultado final es bastante categórico.

Sospecho que mi afirmación sólo será discutida por los radicales de la tribu vasca, aunque yo diría que con argumentos poco sólidos. Es bastante axiomático el origen étnico compartido de la inmensa mayoría de los habitantes de España, incluso con los vascos, puesto que cada día está más claro que los antiguos vascones no pasaron de ser una de tantas tribus ibéricas, poco romanizada si se quiere, aunque mucho más de lo que se suele admitir en el ámbito nacionalista. Los vascones, es bien sabido, llevaron una trayectoria itinerante desde el pirineo navarro hasta su actual lugar de asentamiento, una tierra mucho más de paso que a través de los siglos les ha eliminado su antigua endogamia.
La base de nuestro pueblo, el de los españoles, se sustenta en la celtiberia, sobre la que Roma distribuyó varias capas de civilización y de progreso. Caída Roma, el pueblo visigodo, una minoría que se estima en menos de 300 mil personas, llegó hasta la Hispania de los cinco millones de habitantes y gobernó casi para todos durante más de 200 años. El gobierno de las élites godas, de hecho, le confirió a Hispania el concepto de nación unitaria en contraposición a lo que representaba en los tiempos de Roma, período en el que el territorio ibérico sólo era un conjunto de provincias romanas, unas senatoriales y otras imperiales.

Más tarde llegaron los musulmanes, unos pocos miles, y por algún extraño prodigio lograron conquistar todo el Imperio hispano; pues la Hispania goda, con casi 700 mil kilómetros cuadrados y cerca de los 8 millones de habitantes, era un auténtico imperio que cubría la totalidad de la Península ibérica, todo el sureste francés hasta el Ródano y un buen bocado del actual norte de Marruecos, donde tras la marcha de los bizantinos, unos 60 años atrás, se creó el condado de Tánger que comprendía gran parte del Rif y la región de Gumara.
Hasta aquí, muy resumida, una etapa histórica de unos dos mil años durante los cuales los habitantes de Hispania entrelazaron su sangre unos con otros, comerciaron a fondo entre sí y convivieron favorecidos por esa admirable red de calzadas y puertos de refugio que Roma nos legó. Los sarracenos cortaron de raíz aquella etapa, lo ocuparon casi todo y establecieron acuerdos con los hispanos tan pronto pudieron. No tenían alternativa, los musulmanes eran conscientes de que a consecuencia de su escaso número les resultaría imposible controlar Hispania sin pactar con las aristocracias locales. Dos de los pactos que han trascendido fueron en Aragón y en el sureste, con el hispano-romano Casio y con el visigodo Teodomiro.
Se calcula que todos los árabes llegados a Hispania durante los siglos en los que ejercieron su dominio apenas rebasaron el millón de personas. Uno de los contingentes más numerosos fue el de Musa ben Nusayr, compuesto de 18 mil árabes. No hay noticias historiográficas de otro contingente mayor. Los beréberes sí entraron en diversas oleadas y en mayor número, pero no acabaron de asentarse en Hispania, fue un ir y venir, primero porque los árabes los destinaron a las tierras altas y se reservaron para sí los valles. Más tarde, porque los sucesivos imperios de los Almorávides y Almohades fueron efímeros y además establecieron sus cortes califales en África. De hecho, hasta Marrakech, la capital de ambos imperios, llegaron numerosos andalusíes en busca de la protección del Califa. El caso más conocido es el de Averroes, grandísimo polígrafo hispanoárabe del que se asegura que fue desterrado, cuando en realidad el soberano almohade le envió de vuelta a su casa cordobesa. Es decir, desterrado, pero de la corte de Marrakech.
Los beréberes benimerines, finalmente, sólo influyeron con su ejército en el reino de Granada, aunque sin aportar población adicional a un reino nazarí superpoblado ya a consecuencia de haber acogido a cuantos islamitas huían de la cristiandad. Y ese fue uno de los motivos, la sobrepoblación, para que el reino de Granada tardase tanto en caer. Fue como si se hubiese concentrado en Granada, que comprendía también Málaga, Jaén y Almería, casi todo el potencial del al-Andalus más floreciente.
Los árabes actuaron como los godos, ocuparon el poder, las clases altas y el ejército. El pueblo seguía siendo hispano en su abrumadora mayoría. La gran diferencia respecto al dominio de los visigodos es que éstos abandonaron su arrianismo para integrarse con los hispanorromanos, ya que habían encontrado una patria que hicieron suya, mientras que los islamitas, desde el respaldo que les daba su gran imperio, incentivaron la conversión al islam mediante la exención de impuestos. El proceso fue inverso entre visigodos y árabes. Más de media Hispania se convirtió al islam, algunos de buena fe y otros por conveniencia, pero seguían siendo hispanos aunque ya no se llamasen así. La población ibérica pasó a identificarse según la religión que se profesase: musulmanes o cristianos, y hay quien juega interesadamente con esos términos para comenzar a dividir a España en bandos o naciones. 

4 comentarios:

  1. Anónimo15:43


    Un buen resumen histórico, que no aceptarán los nazionalistas, como es evidente, pero conviene que esto lo sepan los no nacionalistas para que no se crean lo que dicen todos estos.

    Yo diría que la naciçón española comienza cuando los visigodos eliminan la separación legislativa entre godos e hispanoromanos. Creo es el momento, jurídico, en que aparece España.

    Los musulmanes son llamados como mercenarios por uno de los bandos en una de tantas guerras civiles de la época y cuando comprendieron que ellos eran prácticamente el único poder a considerar, se quedaron con el premio.

    Cuando avanzaron por Francia (es decir más allá del territorio hispano por encima de los Pirineos), al principio ocurrió lo mismo, pero al llegar a Poitiers la cosa cambió y no sólo perdieron lo conquistado en Francia sino que perdieron hasta el Ebro.

    Y ahí está el supuesto origen de la "nacion catalana". Pero es que la Marca Hispánica comprendía también a Aragón y cuando los francos se marchan, surge el reino de Aragón y una serie de pequeños condados en lo que ahora es Cataluña, por encima del Ebro.

    Todos los reyes cristianos sean de León, de Castilla, Aragón o Navarra, se titulan reyes de España indicando una voluntad de unidad que se va plasmando poco a poco con los sucesivos matrimonios. La unión de Castilla y Aragón no es fruto de la casualidad, sino fruto de ocho siglos de matrimonios y politica orientada a eso.

    Pero esto no lo comprenderán los abducidos. Al menos que lo conozcan los no abducidos.

    Pacococo

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    1. Como veo que te gusta la Historia, si quieres conocer con pelos y señales qué ocurrió para que los musulmanes llegasen a Hispania, te recomiendo que leas mi novela histórica "Viento de furioso empuje". Pincha en el enlace que hay en el margen derecho y podrás ver amplia información de la novela. Un saludo cordial.

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  2. Básicamente estoy de acuerdo.

    Por aquí, una tierra llamada Hispania por lo romanos pero antes llamada i-shpa-ya por los fenicios que comerciaban con el reino de Tartesos, resulta que además de los hombres prehistóricos y de los propios tartésicos, han pasado celtas, iberos, fenicios, griegos, latinos, judíos, eslavos, germanos, bizantinos, árabes y moros. Somos una mezcla racial increíble, única. Y esto incluye a todo quisqui peninsular, incluidos catalanes y vascos.

    El problema es que el concepto NACIÓN que usan los nacionalistas surgió tras la Revolución Francesa impulsado por algunos filósofos como Fichte y tales ideas no penetraron ---de forma muy minorita--- en España hasta mitad del siglo XIX. Se trata de lo que hoy entendemos como nacionalismo. O mejor dicho, de lo que entienden los nacionalistas actuales.

    Curiosamente, las ideas de Johann Fichte, tan románticas, inspiran no solo a gente como Arana o Prat de la Riba, también son la base de las ideas de Hitler.

    El problema, como decía, es que el concepto actual de nacionalismo tales doctrinarios nacionalistas lo extrapolan a unos tiempos donde la gente ni pensaba así ni tenía esas ideas o preocupaciones. Donde la escala de valores era otra. Gentes que se movían y actuaban bajo otras premisas. Gentes que no habían pasado por la Revolución Francesa, ni por la Ilustración, ni por la Revolución Industrial, ni por el desarrollo de las ideas marxistas, ni por los procesos de independencia de las colonias europeas, ni por la 1ª Guerra Mundial, ni por la 2ª Guerra Mundial, ni por las economías emergentes, ni ... o sea ... gente que nada tiene que ver con aquella que hoy quieren hacernos ver los nacionalismos cuando, alegremente, nos hablan de "imposición española secular contra la nación catalana" o de que "España invadió Cataluña a manos del Borbón Felipe V aplastando a la nación catalana". Absurdo.

    Las coronas hispanas se unieron bajo los Reyes Católicos, aunque Navarra fue integrada poco después. Los reyes posteriores, como Carlos I, Felipe II y los demás, eran reyes de todos y cada uno de los antiguos reinos, a los que se añadían otros territorios de fuera de la península. Y esta unificación de coronas incluía lo que hoy es territorio de provincias vascas y provincias catalanas, por mucho que los nacionalistas vasco y catalanes se empeñen en no reconocerlo.

    La historia es la que ha sido, no la que a los nacionalistas vascos o catalanes les hubiera gustado que hubiera sido.

    Ya cansa mucho tanta manipulación y tanta reinterpretación histórica. A ver si de una vez por todas entendemos qué clase de autonomías existen en España. Todo eso de los "derechos históricos" y demás parafernalia retórica son monsergas. Aquí lo que existe son autonomías CULTURALES, debidas a la persistencia de una tradición lingüística particular. Pero, ojo, digo esa particularidad pero ello no excluye que la lengua española también ha estado allí presente durante siglos con toda normalidad.

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    1. Efectivamente, Romero, se nota que te gusta la Historia (en mayúsculas).
      Un saludo cordial.

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