Hay asuntos que a la hora de hablar de ellos nos repelen a muchos, como puedan ser las enfermedades o las desgracias ocasionadas por fenómenos meteorológicos adversos. Pero aunque evitemos tratarlos, como si no existiesen, es evidente que no suelen ser menos reales o periódicos sus efectos. Uno de esos asuntos, además con bastante mala prensa, podría ser el que se relaciona con las etnias o razas. Citar a una determinada etnia, por ejemplo la hispana, a veces es como nombrar la soga en casa del ahorcado. Lagarto, lagarto, “vamos a ver de qué nos habla el tipo este”, es lo primero que uno piensa cuando comienza a leer sobre semejante tema.
Antes me he referido a la mala prensa de la cuestión étnica, algo perfectamente sabido por la mayoría, puesto que el ser humano ha cometido toda clase de atropellos y genocidios en aras de la supremacía de ciertas razas. Algunos de los episodios más lamentables de la historia del hombre han tenido como fundamento determinadas actitudes raciales, no hay duda alguna, pero también se ha sufrido mucho y se ha exterminado abundante población como consecuencia de diferencias religiosas, políticas, ideológicas, territoriales o... paradójicamente, deportivas, tal es el caso de uno de los conflictos más absurdos de todos los tiempos: La guerra del fútbol entre El Salvador y Honduras. Así pues, aunque a veces no resulte muy ameno ni apetecible, no por ello debemos dejar de hablar de religión, de política o, si se quiere, del pedrisco que produce una tormenta que arrasa las vides.
A mi modo de ver, hay tres formas principales de abordar el tema de la cuestión racial o de sus peculiaridades. Tales formas vendrían definidas por las posturas del nacionalista, del individualista y del universalista. A su vez, cada una de esas actitudes podría matizarse según que la persona en cuestión tenga más o menos tendencias xenófobas, sea más o menos amante de la historia o le respalde un carácter con tendencia al patriotismo. Intentaré aclararlo a mi manera, pero antes debo decir que las preferencias de las personas no sólo son infinitas sino que son mudables, por lo que no resulta fácil hablar de un conjunto de ideas tan heterogéneas. Veamos: