miércoles, 29 de julio de 2015

Canadá, el referente

En Quebec no fue posible un adoctrinamiento tan intensivo como en Cataluña ni durante tanto tiempo, por ejemplo. De ahí que el gobierno de esa provincia lo único que haya conseguido es ceder el testigo de la prosperidad a su vecino Ontario, donde Toronto es hoy el mayor emporio de riqueza de todo Canadá. 
No puedo comprender cómo es posible, salvo que se justifique por incultura política de los votantes, que una nación de primera fila como la española otorgue su confianza al calamitoso PSOE, un partido sin ideas, sin programa, sin líder y compuesto de numerosas capillitas y taifas que funcionan auspiciadas por intereses locales o personales.

Es verdad que los caladeros de votos del socialismo se encuentran, sobre todo, en Andalucía y en Cataluña. En el primero de los territorios gobierna desde hace tantos años, y ha conseguido insertar de tal modo a su gente en cualquier ámbito de decisión política, que lo raro es que no acabe el siglo que ahora comienza convertido en un PRI a la mexicana, de hecho llevan ya ese camino y el pueblo sigue votándoles a pesar de encontrarse a la cola en casi todos los índices de progreso. En la segunda comunidad, Cataluña, el socialismo acaba de efectuar su desembarco favorecido por unos votantes que estaban hasta el moño de Pujol y sus muchachos, corrompidos hasta las cejas y paralizados a babor y a estribor por quienes demostraban mayor radicalidad ideológica. No en balde, lo de Pujol fue un régimen sustentado en el personalismo victimista de quien, con mano de hierro, dirigía la coalición.


Estoy convencido de que el ciudadano sólo quiere rectitud en los políticos y que éstos se comporten como buenos administradores, que roben lo justo, a poder ser nada, y que no favorezcan a unos en detrimento de otros. En tal sentido, el de la eficacia, honradez y ecuanimidad, está claro que el socialismo no nos vale. Alardean los socialistas de progresismo pero el bienestar general disminuye siempre cuando gobiernan ellos. Dicen que actúan para el pueblo, pero habitualmente son los mismos los que se enriquecen, como quedó demostrado tras el rastro de corrupción felipista. Nos aseguran un reparto adecuado de lo que todos pagamos, mentando la equidad y la justicia, y acabamos por encontrarnos con regiones a las que se marginan por el simple hecho de estar gobernadas por los populares, como es el caso de Galicia, Comunidad Valenciana o Región de Murcia, donde se han paralizado a cuento de nada los abundantes proyectos que el PP tenía en marcha. Y además con malos modos, con zafiedad, con desprecio, como el que ofreció la ministra de Fomento al calificar ese “Plan Galicia de mierda”. Eso sí, se anuncian nuevos impuestos para favorecer a los titiriteros que les adulan.

En el aspecto de las relaciones externas, el gobierno socialista hace el ridículo ante nuestros socios europeos, se contradice en temas importantes como Iraq, Afganistán o norte de África, y ZP se vuelve un siervo de Francia para no sentirse arrinconado en el ámbito diplomático. España, con este Gobierno de ahora, ha pasado a ser un país de tercera fila que nos avergüenza y que es despreciado en la Unión Europea, en toda América y por parte de nuestro principal enemigo, Marruecos, de quien los norteamericanos anuncian ya como primer candidato africano a integrarse en la OTAN. Mientras, ZP nos promete una sustancial mejora de relaciones con el tirano Castro.

Todo esto que escribo viene a cuento de lo que se hace y se vota en otras naciones que de verdad son modernas y solventes y permanecen ajenas al bandazo político retrógrado que representa el socialismo. Hablo de Canadá, un país referente en múltiples aspectos. Allí, las elecciones recientes han ofrecido este resultado: Liberales, 135 diputados; Conservadores, 96; Bloque Quevequés, 54; Socialdemócratas, 22.

Si España fuese un estado con la democracia bien arraigada, como es Canadá, donde el pueblo poseyera cultura política en lugar de adoctrinamiento sectario, el resultado de las elecciones generales debería ser el siguiente: Alternancia entre un Partido Liberal y otro Conservador, en este caso el PP, con dos partidos bisagras, PSOE y nacionalismo catalán de derecha. Luego, como escaños marginales integrantes de un grupo mixto multicolor, debería haber uno o dos diputados comunistas, otro par de elementos de Esquerra Republicana y ocasionalmente algún componente del Bloque Galego o de los nacionalistas canarios. Y para de contar.

Artículo revisado, insertado inicialmente el 29 de junio de 2004 en Batiburrillo de Red Liberal


PD: Lo que vaya a ocurrir a final de este año 2015, en unas elecciones que por primera vez abrirá la cancha a cuatro partidos políticos, mantiene la tensión de los que nos gusta el análisis de la etapa pre-electoral, cuando las encuestas y las especulaciones se enseñorean a diario de las primeras páginas. Al respecto, solamente apuntaré a lo último que preferiría: Un gobierno de coalición PSOE-Podemos o viceversa.  Ya que de darse tal circunstancia raro sería si volviésemos a sentir la democracia. 

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