jueves, 6 de agosto de 2015

El delirio de Mas no viene de muy lejos, pero va a más

¿Alguien duda de que el gran deseo de estos separatistas sería tomar la capital catalana al estilo McArthur en Filipinas?
Nuestro amigo Artur Mas fue Arturo nada menos que hasta el año 2000, cuando se cambió el nombre a los 44 años. Tal y como puede deducirse, se lo pensó un buen rato el muchacho. No se sabe a ciencia cierta si como consecuencia de ese cambio de nombre, Jordi Pujol se fijó más en él —otros dicen que los ojitos fueron los de la Ferrusola— y decidió nombrarlo primer consejero del gobierno de la Generalidad, cargo que ejerció algo menos de tres años hasta que Maragall, en las elecciones de 2003, mandó al paro a toda la banda de CiU. Naturalmente, el cuco Pujol decidió que no se presentaba a esas mismas elecciones ganadas por Maragall, y lo hizo después de analizar varias encuestas en cuyo resumen aparecía casi siempre esta frase: "Vete a tu casa, Jordi".

Pero como voluntad no le ha faltado casi nunca a quien al final ha venido a ser Arturet —¡qué lástima que a su carácter voluntarioso no le acompañe mayor discernimiento y algo de mesura!—, el tío se presentó dos veces más en las listas de CiU y a la tercera fue la vencida. De modo que a finales de 2010 obtuvo 62 escaños y fue elegido presidente de la Generalidad. Eso sí, al no contar con mayoría absoluta precisó la abstención en segunda ronda de una formación política. ¿Adivinan cuál? ¡Exacto, el PSC de José Montilla!


En pocas palabras, Arturet estuvo chupando banquillo en la oposición desde el 27 de mayo de 2004 hasta el 20 de diciembre de 2010, cuando fue investido presidente de la Generalidad. En total fueron unos seis años y medio de pesadilla para alguien que estaba acostumbrado a chupar cargo ejecutivo y que hasta entonces no se había significado por nada que guardase relación con la radicalidad separatista que ahora practica. De hecho, ya en 1982 y con 26 años, entro al servicio de una consejería de la Generalidad —cuyo gobierno fue dirigido durante 23 años con mano de hierro por su padrino Pujol, al que probablemente llegó a aborrecer— y puede decirse que, salvo el paréntesis de gobiernos tripartíticos a cargo de Maragall y Montilla, ahí sigue Arturet, jodiendo todo lo que puede a los catalanes. 

Fue precisamente a partir de que obtuvo la presidencia del Gobierno catalán, que como se ha dicho le costó más de seis años —en un período tan largo a uno le pueden envenenar la sangre—, cuando probablemente hubo de soportar reproches continuados de la familia Pujol, gente por entonces muy desesperada porque llevaba bastante tiempo sin robar lo acostumbrado, de ahí que Arturo Mas decidiera echarse al monte y anunció que quería una "Hacienda propia", organismo que podía venirle al pelo para ocultar las fechorías continuadas de esa banda de manilargos agazapados en la madriguera de CiU, cuyos miembros más conspicuos seguían siendo los Pujol y su parentela, la mayor parte de ellos dedicados a los "negocis" al por mayor con dinero ajeno.

Lo cierto es que a Mas no le salió bien la jugada de la Agencia Tributaria catalana, ya que algo así hubiera supuesto un concierto económico muy similar al vasco-navarro, y entonces, todo apunta a que en una de esas reuniones del Padrino con los mafiosos convergentes, Mas fue llamado a capítulo y obligado a plantar cara al Estado español, que dirían ellos, mediante la amenaza continuada de la independencia —cualquier cosa con tal de seguir robando.

El hecho debía producirse en varias etapas, todas ellas cargadas de irregularidades y engaños. Y en esas estamos, con una elecciones plebiscitarias convocadas, no sobre el papel pero sí mediante la propaganda política de cuantos componen esa lista unitaria de irresponsables anticatalanes —no hay mayor anticatalán que un separatista tipo Mas o Junqueras—, los cuales se muestran dispuestos —así lo han dicho— a proclamar la independencia si disponen de 68 diputados. Y me creo que sea posible tal declaración de independencia, porque tanto Arturo Mas como Oriol Junqueras son dos tipos de lo más inconscientes y no acaban de relacionar su chulería con el hecho de que pueden acabar con sus huesos en una celda.    

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