sábado, 8 de agosto de 2015

En defensa de José María Aznar

Vista la trayectoria de los presidentes que han dirigido el Gobierno de España desde la Transición para acá, no resulta demasiado difícil opinar que José María Aznar es el que más se acerca a poseer la cualidad de estadista. 

Hoy he leído un artículo de Carlos Carnicero en El Periódico de Catalunya, ¡dónde si no!, titulado “Aznar es desleal aunque no lo entienda”. Me he permitido el gustazo de hacer cuatro anotaciones. He aquí el resultado. 

Carnicero: La lealtad es una cualidad ética que se corresponde con la fidelidad a un compromiso permanente. No es un concepto legal ni mucho menos penal; no hay métodos coercitivos para imponer lealtad. Sólo puede esperarse aprobación para quien la practica y reprobación moral para quien la conculca. Acogidos a esta definición, se comprende que quien ha sido presidente constitucional de un Gobierno tiene un matrimonio inconmovible con los intereses generales del Estado, más allá, incluso, de sus compromisos personales.


Lealtad es fidelidad a un compromiso. Carnicero añade de un modo tramposo el adjetivo “permanente” porque quiere que el lector crea que Aznar, con su viaje a Estados Unidos, se ha desvinculado de los intereses generales del Estado. En pocas palabras, le llama traidor a España a partir de alambicadas definiciones del término lealtad.

Por otra parte, habría que detallar con nitidez cuáles son esos intereses generales del Estado que, según Carnicero, Aznar ha conculcado, ya que podría darse el caso de que el ex presidente, mediante su relación de amistad personal con Bush y sus intervenciones en diversos ámbitos americanos, estuviera neutralizando parte de la tremenda campaña montada contra los productos españoles a partir de la retirada de nuestras tropas. ¿O es que respetar los intereses generales del Estado es sólo decir amén a lo que disponga Zapatero? ¿Llevamos cuatro días en el poder y ya empezamos a creernos que somos el Estado?

Los exportadores de vino, aceite, calzado, etc., acaso piensen que Aznar sí vela por sus intereses. Los amenazados por los etarras posiblemente se sientan un poco más seguros si alguien, quizá Aznar, muestra deseos de que la relación con USA no se rompa del todo. Sabemos que la inteligencia norteamericana apuntaba sus antenas de escuchas radiofónicas y sus satélites a los santuarios franceses donde se han desmantelado tantos comandos. Si siguen apuntándolos a esa zona no será gracias a la política medrosa (otro diría cobarde) de Zapatero, sino al prestigio que Aznar consiguió para España en tierras del Imperio, prestigio que ahora, con su visita, ha permitido recuperar en parte. Y digo en parte, porque en el arte de malbaratar toda una labor de años (¡eso sí que es deslealtad!) el tándem ZP-Moratinos no tiene quien le iguale.

Carnicero: Por eso las democracias consolidadas establecen la institución del ex presidente del Gobierno, dotándola de compensaciones, instrumentos y dignidad para que quienes llegan a ese estadio puedan ser leales con los compromisos inherentes a su condición durante el resto de su vida. España no es una excepción. Los inquilinos de la Moncloa —y así ha venido sucediendo en los pocos años de nuestra joven democracia— pueden reorganizar su vida profesional y personal.

Confieso que desconozco cuantas democracias consolidadas han establecido una institución para sus ex presidentes, lo desconozco yo y Carnicero lo ignora a rabiar, pero utiliza arteramente el argumento, sin dar un mal ejemplo, porque está seguro de que ha de colar entre sus lectores, que al fin y al cabo el artículo va destinado a unos conversos que no les gusta cuestionar demasiado la fe de los portavoces “progres”, y Carnicero es uno de ellos.

Ahora mismo sólo se me ocurre el encargo que le hicieron al francés Giscard para que dirigiera la elaboración de la Constitución europea, encargo de una de las cumbres de mandatarios, no de Francia, aunque más valía que se hubiese quedado en su casa con la pata quebrada, visto el resultado que nos propone.

También recuerdo algunos trabajillos del Señor de los Cacahuetes, un tal Carter, pero este hombre metomentodo siempre ha actuado a título particular y en situaciones en las que su interlocutor deseaba acogerse a un clavo ardiendo: Como por ejemplo con el norcoreano Jim il Sung, poco antes de que éste falleciese, y ya vemos el resultado. O con los militares de Haití para que volviese Jean-Bertrand Aristide, el cura corrupto de quien no se sabe dónde se encuentra ahora, ni él ni su botín. También se asegura que Carter intervino como pacificador en el conflicto de la ex Yugoeslavia; eso sí, con las fuerzas de la OTAN (incluyendo algunas españolas que aún siguen allí) soltando pepinazos sin mandato alguno de la ONU. Así cualquiera.

Y no recuerdo a nadie más, supongo que el artículo de Carnicero irá en dos partes y otro día nos dará los detalles que le faltan, porque si no es así, se le notará demasiado que además de demagogo es un perezoso que no le gusta trabajar lo necesario para argumentar sus columnas. Ah, se me olvidaba, los británicos nombran lores a sus ex primeros ministros y los mandan a la cámara de las pelucas.

Al final de su segundo párrafo Carnicero añade que “España no es una excepción” y que “los inquilinos de la Moncloa (quiere decir los ex) pueden reorganizar su vida profesional y personal”. Y yo me pregunto: ¿Qué es lo que hace Aznar sino reorganizar su vida? ¿Y Felipe? ¿Qué es lo que ha hecho durante los últimos años? Sabemos lo que no ha hecho, asistir a su escaño de diputado por el que le pagábamos. Aznar, por lo menos, ha tenido la decencia de no presentarse.

Porque lo que ocurre, mi querido Carnicero, es que te han dado instrucciones para que sigas tratando a Aznar como a un criminal en serie, que esa es la técnica de la izquierda sarmentosa que ahora nos gobierna: Profanar los cadáveres enemigos ya enterrados. Tú, con tu torpeza y tus pocas ganas de trabajar, sueltas el veneno en tu columna y te quedas como un señorón, de esos que se aplauden a sí mismos cuando la próstata les ha permitido expulsar ácido úrico. Entendámonos, es más elegante decir que tus párrafos huelen a orina en lugar de que te has defecado en el artículo, de ahí que no diga lo segundo.

Nota: El artículo del señorón Carnicero cuenta con otros siete párrafos, todos vomitivos y reincidentes en el retortijón de tripas.

Artículo revisado, insertado inicialmente con el título de "El Carnicero", el 23 de mayo de 2004 en Batiburrillo de Red Liberal

PD. Desde que lo echaron de la SER, Carnicero no ha vuelvo a ser el mismo, evidentemente para bien. Ahora se ha moderado muchísimo y, aunque mantiene la tendencia izquierdista —errar es de humanos—, exhibe cierto equilibrio en sus comentarios. Me alegro por él.

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