miércoles, 19 de agosto de 2015

La defensa de la libertad se llama España (343)

Una gran bandera de España formada por la Patrulla Águila de nuestro Ejército del Aire

No creo en absoluto que en España haya más gente partidaria de Pedro Sánchez y los nacionalistas que de la libertad y el sentido común. El candidato socialista y sus aprovechados socios en ayuntamientos y Comunidades autónomas, comenzando por los antisistema de Podemos y los antiespañoles de Compromís, representan con mucha claridad la obstinación y la insensatez: un estado de ánimo donde abundan las medidas arbitrarias a favor de una parte de la población, por ejemplo los okupas, y el desprecio o el maltrato para el resto.

Entre toda esa gente radical, como son los socialistas, populistas e independentistas, se ha establecido una especie de pacto de no agresión mientras se ocupan de liquidar todo lo bueno y decente que en España hemos tenido, incluido ese maravilloso idioma que comunica a 560 millones de personas y ha creado buena parte de la literatura universal.

Sí, son un hatajo de ideologías conchabadas en espera de exterminar las tradiciones de nuestra patria —como puedan ser el cristianismo o la libre empresa—, para acto seguido enfrentarse a dentelladas entre ellos y disputarse el escamocho, que son las sobras de cuanto ha quedado tras un festín orgiástico, en este caso neorrevolucionario, comúnmente destinadas a los perros de presa.

Son varias tendencias totalitarias llegadas al poder mediante las televisiones 'amigas' y el adoctrinamiento de la población, entre la que han creado sendas elites de teóricos que defienden sus respectivas posturas, mientras asestan cuchilladas a la derecha, al patriotismo español y a la libertad, todo ello sin dejar de afilarse las uñas para despedazar en cuanto sea posible al siguiente adversario, al que ahora se encuentra asociado simbióticamente. De tal modo que algún día veremos al jefe de Podemos unirse al jefe de Compromís y el de Esquerra y juntos ordenar la caída del socialista, o viceversa. 

No obstante, el socialismo está convencido de ser muy mayoritario respecto al independentismo, el populismo y otros grupos menores. Sánchez cree que una vez abatido el Partido Popular, a poder ser fragmentándolo o convirtiéndolo en testimonial como sucedió con la UCD, nada le impedirá cambiar de objetivo e ir a por los populistas y nacionalistas. No deberíamos creer que Pedro Sánchez es tan iluso como para dejar vivos y campantes a los de la periferia díscola, simplemente se reviste con la piel del cordero.

Así ocurrió en los prolegómenos de la Guerra Civil y durante toda la contienda, cuando el Frente Popular, cuya estructura parece que va a reeditarse en 2015, acogió en su seno a socialistas, comunistas, republicanos de izquierdas, anarquistas, nacionalistas y poumistas (POUM, comunistas no estalinistas) con la intención de arrinconar a la derecha tradicional o al partido centrista de Lerroux, al que previamente eliminaron desacreditándole, tal cual sucedió con la coalición de Suárez o como se pretende hacer con la gente de Rajoy. 

Tiemble la tierra ante la salvaje batalla de varias ideologías omnímodas que usan los mismos métodos extremistas, con idénticos eslóganes cuyas consignas comienzan siempre por llamar asesino al rival y repetirlo una y otra vez para que el pueblo lo crea. Si fuese cierto que el socialismo es tan mayoritario como ellos mismos se piensan, los nacionalistas harían bien en replegar velas y en expulsar de sus filas a los que se declaran abiertamente independentistas y antiespañoles. Si de verdad existe algún fundamento para creer que Covergencia (también el PNV y BNG) no será un nuevo POUM camino del patíbulo o la checa, que Pujol, ese político sectario y delincuente como nadie y como nadie amante de su obra en Cataluña (que no de Cataluña), comience a dar la voz de alarma y pida que Convergencia vaya en solitario a las elecciones.

Pujol debería pedir igualmente que la gente ignore la lista de Mas, un tipo gris y de ideas tan enrevesadas como fogosas. Mientras, la gente que se una a Pujol es mejor que se dedique a pensar seriamente de qué modo se le puede dar cancha al Partido Popular en Cataluña para que le arrebate al nacionalista PSC una parte sustancial de los votos, única opción que le queda a Convergencia para sobrevivir a las próximas autonómicas y no ser digeridos por esa bestia carroñera que dirige ERC, quien en el peor de los casos se declarará socialista de toda la vida, pasándose al PSC con armas y bagajes, en cuanto compruebe que en España (y desde luego en Cataluña) ha triunfado el proyecto PRI-PSOE y sólo le ha quedado la opción del transfugismo para mantenerse vivo, literalmente hablando.

Sin embargo, podría ocurrir que el nacionalismo no hiciese nada para evitar la supremacía del socialismo al considerarse más que capacitado para frenarlo y escapar de él. Por dos razones: 1) Porque el nacionalismo supone con no poca soberbia que en su territorio lo diferencial tiene mucho más sentido y razón de ser, cuestión que equivale a deducir que numerosos dirigentes nacionalistas se han creído sus propias patrañas. 2) Porque el nacionalismo presume que cuando los populares hayan sido domesticados o extinguidos, preferentemente lo segundo, se habrá consumado el soltar amarras a través de esos referendos que Pedro Sánchez, con el talante tramposo que le caracteriza, a priori habrá consentido con una sonrisa en los labios. Lo que ocurre es que el socialismo nació inoculado de insidia y si su conveniencia de hoy es autorizar plebiscitos para crear naciones tibiamente asociadas a España, como podrían ser los casos de Cataluña y el País Vasco, no dudará en autorizarlos. Pero en el momento en que posea el control férreo del poder tampoco dudará en cambiar las leyes, anularlas o, simplemente, instalar desaladoras como hizo ZP.

¿Qué puede ocurrirles a los nacionalistas si el PP mengua más de la cuenta o desaparece, mientras que el PSOE de Sánchez, aliado a los absolutistas de Podemos, ultima su gran sueño de convertirse en un PRI a la mejicana (conservando lo justito la democracia para que la Unión Europea no nos eche), y en esa coyuntura el País Vasco y Cataluña se encuentran distantemente asociados y se creen a salvo? Muy sencillo, que les instalen desaladoras como se ha dicho y les desalen la asociación con España y les filtren los estatutos mediante ósmosis inversa (nunca mejor dicho lo de inversa). Porque España es un bocado tan valioso y apetecible que ni siquiera el socialismo de ahora o el populismo, muy sectarios pero no tan torpes como quieren hacernos creer, dejarán que se escapen dos buenas tajadas.

El socialismo es esencialmente tramposo y juega a dar caramelos para luego quitarlos. Aún es posible recordar un mitin de Zapatero —último sociata con mando de verdad— cuando prometió para Murcia toda el agua que hiciese falta y si te visto no me acuerdo, exactamente lo mismo que hizo en Valencia. Como tramposo es el nacionalismo que toma los caramelos y confía en conservarlos al tener como objetivo salir corriendo y que no le cojan. Mientras tanto, unos y otros, socialistas, populistas y nacionalistas, comienzan a amargarnos la vida a los que sencillamente nos consideramos españoles, queremos seguir en libertad y comiendo a diario, si puede ser con algún que otro desayuno que no se nos indigeste al leer la prensa, cargada estos días de barbaridades practicadas en los ayuntamientos.. 

La solución a tanto plan maquiavélico de unos y otros se encuentra en España, en los españoles con sentido común. Cuanto mayores sean las posibilidades de que nuestra libertad sea caricaturizada a manos social-populistas y nacionalistas, más España necesitamos. Porque la idea de España, su unidad, sus tradiciones milenarias, su idioma común, su Constitución... representan un gran freno a los totalitarios y conculcadores de la Ley. Luego a favor de España debemos ir todos aquellos que no se consideren integrados en el Frente Popular, que somos los liberales de las más variadas tendencias y la derecha tradicional, representada hoy por el Partido Popular, principal enemigo a batir para los disgregadores. Ya tendremos ocasión, una vez que se haya frenado la marea frentepopulista y liberticida, de pedir menos Estado y más iniciativa privada, de considerar el individualismo como una opción ideal. Pero un ser humano, con independencia del grado de patriotismo que posea, debe fijarse unas prioridades para sí y para los suyos, por este orden: Libertad, seguridad y prosperidad. Y hoy por hoy, esas preferencias no parecen alcanzables en una España fragmentada o tiránica. De donde se deduce que la defensa de la libertad se llama España.


Artículo revisado y puesto al día, insertado inicialmente el 18 de diciembre de 2004 en Batiburrillo de Red Liberal

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