miércoles, 26 de agosto de 2015

Pedro Sánchez toca el violón en el Congreso de los Diputados (357)

Nota para Pedro Sánchez: Alto nunca ha sido sinónimo de inteligente ni de perspicaz para la cosa esa de la función pública. Lo contrario sería pretender que un incapaz se convirtiera en estadista por el método CCC y aspirara realmente a mejorar el futuro del conjunto de los españoles. De donde se deduce que a Sánchez le faltan aún muchos desayunos para hacerse un hombrecito, políticamente hablando

No se puede esperar de un político tan deficiente como Pedro Sánchez, de entendimiento más bien cortito en contraste con su desmesurada eslora, cambie de la noche a la mañana su visión de la política de Estado (¿mande?), así como de la ilimitada valía que se concede a sí mismo. Ojo, alto nunca ha sido sinónimo de inteligente ni de perspicaz para la cosa esa de la función pública. Lo contrario sería pretender que un incapaz se convirtiera en estadista por el método CCC y aspirara realmente a mejorar el futuro del conjunto de los españoles. De donde se deduce que a Sánchez le faltan aún muchos desayunos (ver imagen) para hacerse un hombrecito, políticamente hablando

Hoy mismo, en el Congreso de los Diputados, reunido para discutir los presupuestos de 2016, Sánchez nos ha ofrecido una nueva prueba de su crónica escasez de argumentos programáticos, valga la expresión un tanto rebuscada para definir de una forma piadosa la predisposición del mandamás del PSOE a llegar al poder sin programa alguno pero cargado de consignas. Por ejemplo: Denomina "atropello" a los presupuestos, comenta que "Rajoy es el peligro para la recuperación económica", deja que su monaguillo Saura tilde de patético a Cristobal Montoro, etc., etc. Y todo ello sin añadir a continuación el más mínimo argumento sólido. Así que no es de extrañar que incluso la ministra Báñez nos resulte algo imaginativa y añada que "Sánchez parece a ratos Zapatero y a ratos Pablo Iglesias", dos tipos estrafalarios de libro, añado yo.


Sánchez debe ser consciente de que, descontados cuatro temas que afectan a sus votantes más adictos —como puedan ser ciertos colectivos de artistas y homosexuales, muchos de ellos fugados ya al partido del odio, o sea, a Podemos—, son sus futuros socios en el Parlamento, especialmente Podemos y Compromís, quienes le van fijando el libro de ruta de esa gobernabilidad sui géneris que pretende poner en práctica algún día y que consiste en rellenar baches con un pegote rudimentario de alquitrán, por supuesto a cargo del erario público, en espera de que escampe la lluvia y las siguientes elecciones le regalen una mayoría en la que no dependa tanto de los partidos más encanallados. Eso sí, se le autorizará a distribuir los pegotes siempre que en el libro de ruta se marque un itinerario que no desentone demasiado con las pretensiones usureras y acaparadoras de sus socios separatistas o nacional-regionalistas, como ese García-Page que ha vuelto a levantar la bandera de "Nimijita" de "agua para todos".

El discurso que Pedro Sánchez nos ha endilgado hoy, todo un compendio de cómo destacar la propia eficacia (baldía para los que no le hacemos el juego) mientras se ejerce el arte de difamar al contrario, ha consistido en mantener el guión y perseverar en el ataque al Gobierno, incidiendo cuantas veces le ha apetecido en Mariano Rajoy, y así lo ha hecho nuestro hombre sin llegar a percibir que cada ataque al popular mueve a la compasión, por lo muy arbitrarios y demagógicos que son esos ataques, y por lo tanto desplaza el voto hacia Mariano. En conclusión, Pedro Sánchez debería aprender que incluso para un radicalismo como el suyo existe una medida adecuada si es que se pretende evitar el empacho. Pero claro, eso lo advierte un político que disponga de algo de entendederas, lo que no es el caso.

De modo que es evidente que el radical Sánchez cree que la crítica desaforada al PP es una herramienta eficaz y ofrece réditos contrastados al no haberse distanciado demasiado de los populares en las encuestas —en realidad no se distancia porque Podemos baja a buen ritmo—, de ahí que no se platee necesario dejar de usarla, la radicalidad, y mucho menos sustituirla por algo tan valioso como la crítica constructiva y razonada en la que al final, con un gesto de tronío al que se le acompañe la frase "toma empápate", se le ofrezca un principio de acuerdo gubernamental a Rajoy. Claro que algo así requeriría esfuerzo y saber hacer (¿lo “cualo”?).

Sin embargo, lo que le sucede a la gente inclinada a culpar de todos los males a un tercero, pongamos que hablo de Sánchez, es que la herramienta del reproche va desgastándose a gran velocidad, según avanza la campaña —no hay más que fijarse en la cuesta abajo del 'Coletas'—, y el usuario final, que no es otro que el votante, prefiere acabar fijándose en si el presidente del Gobierno dispone o no del utensilio denominado “aptitud para el cargo”, que en este caso consiste en reflexionar sobre si Mariano Rajoy nos está sacando o no del agujero en que nos dejó ZP. Al respecto, hay quien opina que sí, por ejemplo el prestigioso Finalcial Times, en cuyo titular de ayer puede leerse: "Las reformas de España son una lección para la Eurozona".

PD: El presente artículo es una nueva versión, abreviada, mejorada y corregida de un artículo elaborado en marzo 2005 y titulado "ZP se retrata ante el Comité Federal del PSOE". Dada la similitud entre Sánchez y Zapatero, ha sido cuestión de ir cambiando nombres y adornarlo un poco. 

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