sábado, 19 de septiembre de 2015

Pujol, el farsante mayor del reino de España (410)

Conocí personalmente a Jordi Pujol cuando tenía más o menos este aspecto, unos meses antes de alcanzar la presidencia de la Generalidad catalana. Escuché atónito algunas de sus palabras, que fueron pronunciadas junto a mí, sin cámaras ni periodistas cercanos. Entonces ya intuí que me encontraba frente a una mala persona y el tiempo no solo me ha dado la razón sino que ha centuplicado cuanta maldad y soberbia (en el rostro y en la voz) entonces percibí. A Pujol cabe atribuirle hechos muy lamentables, como por ejemplo ser el causante de la división en buenos y malos de los habitantes de Cataluña.   

El gobierno de Cataluña hace tiempo que se ha convertido en la casa de 'Tócame Roque', es decir, en la guarida de una banda de facinerosos donde la gente hace lo que le viene en gana y donde sus inquilinos no cumplen la Ley ni se ocupan de la gestión de las cuentas públicas destinadas al bienestar de los ciudadanos. Es gentuza que desea que algunas cosas vayan mal, y las desatienden ex profeso (destinando esas partidas presupuestarias a lo que más les conviene), porque así tienen la excusa para afirmar que la culpa es de Madrid o de España, que nos roba. Y claro, cómo no vas a querer separarte de quien te roba. Bien, pues esa forma de actuar en política se llama hijoputismo y el nacionalismo lo practica a todas horas. De hecho, es casi su única actividad junto a la propaganda basada en patrañas. 

La obsesión de estos degenerados que ahora mandan en la Generalidad catalana, regodeados a menudo en sus ilegalidades, es hacer números para ver dónde destinan cada euro que le pillan al Gobierno de España, eso sí, saltándose a la torera cualquier presupuesto previo y siempre que se trate de potenciar el secesionismo. Y así, cientos y cientos de millones durante los últimos años. De cómo empezó tanta mugre nacionalista desde la Transición para acá, así como del sujeto que más hijoputismo ha practicado en Cataluña, es posible leer el siguiente artículo del año 2006, donde ya se intuía la deriva hacia el abismo:


Una de las claves para entender lo que está sucediendo en España partiría de la base de aceptar, si se quiere con algún matiz, que en la región catalana no existe la democracia ni ha existido por más que se vote. No puede ser llamada democrática una sociedad como la catalana, que carece de medios informativos dispuestos a ejercer la crítica hacia los políticos locales, por lo que cada proceso electoral, sea autonómico, sea general, se convierte en una orgía plebiscitaria que acaba por elegir al 90% de sus representantes por el simple hecho de ser nacionalistas, unos más de izquierdas y otros más de derechas, pero nacionalistas al fin y al cabo. No, esa sociedad está decididamente enferma y se sabe que el virus de la enfermedad se lo inoculó hace muchos años un desquiciado ególatra llamado Jordi Pujol, sobre el que Tarradellas nos advirtió muy seriamente.

Pujol, en una entrevista publicada hoy (15 de enero de 2006) en el diario ABC tiene las santas narices de decirnos que “Cataluña es España [todavía], pero lo es a su manera”. La entrevista a Pujol estaba enlazada a este blog, pero extrañamente, puesto que hay otras entrevistas anteriores y posteriores, el enlace a esta de 2006 ya no se conserva activo en el ABC. A Jordi Pujol, que da la impresión de haber pronunciado la frase con una idea en su mente: "¡Dios mío la que he liado!", le ha faltado especificar cuál es esa manera de ser España de los catalanes, porque si no lo indica es como afirmar lo mismo pero de cualquier otra región española, ya que todas poseen su personalidad, sus tradiciones y su cultura. E incluso algunas de ellas también una lengua regional o segunda lengua.

La diferencia es que, salvo excepciones poco significativas, los ciudadanos de casi todas las comunidades autónomas hacen compatible sus modos de ser con el sentimiento de pertenencia a España, que es algo que cada vez ocurre menos en Cataluña, donde vemos a diario cómo los políticos y muchas organizaciones, a veces denominadas culturales pero siempre muy subvencionadas, desmienten la afirmación de Pujol, destinada con toda seguridad a contentar a unos lectores de ABC que considera tan españolistas como ingenuos. Porque otra de las características de Pujol es que siempre ha sido un perfecto cobarde y su método ha consistido en ir adoctrinando casi en la clandestinidad, a una velocidad en la que no se debían disparar las alarmas para no perjudicarle. Pero claro, después de 35 años el adoctrinamiento es total y casi perfecto al menos en la mitad de la población. Y hasta qué punto llegará la perfección del método Pujol, que muchos de los adoctrinados (conozco a varios) niegan tajantemente que haya existido.  

No, Pujol no es creíble desde hace mucho tiempo. Ni lo era cuando proclamaba su gran aportación a la gobernabilidad del Estado, mientras la socavaba en el medio y largo plazo a través de un feroz adoctrinamiento anti español, ni lo es ahora —ya delincuente confeso en 2014— cuando afirma que Cataluña es España, pero a su manera. La frase de Pujol, digna de tenerse muy en cuenta en el mundo de los incautos, no puede serle aceptada como sincera por cuanto su trayectoria política ha consistido precisamente en lograr todo lo contrario, que Cataluña no sea España. Nos hallamos, pues, una vez más, ante el político que ha representado desde siempre, con mayor constancia que nadie, la doblez del nacionalismo y el presumir de lo que se carece: la lealtad, carencia que ha determinado una Cataluña muy nacionalista, angustiosamente nacionalista, y muy poco democrática, ¡nada democrática por más que presuman de ello!

Ahora bien, ¿qué tiene todo esto que ver con la situación actual española? La respuesta es simple, Cataluña aporta al Parlamento español un número anormal de parlamentarios no nacionalistas: 6 sobre 47. Y si hablamos del Senado, aún es peor: 0 sobre 16. A partir de unos datos tan significativos, que en el caso del Congreso de los Diputados representan el 13% del posible respaldo al Gobierno de turno, los partidos políticos nacionales están obligados a ganar por mayoría absoluta o a someterse al chantaje de los nacionalistas para lograr mantenerse en el poder durante los cuatro años que dura una legislatura. Hay políticos, como en el caso de Aznar tras su primera victoria, que no repararon en pagar un peaje al nacionalismo con tal de gobernar. Pero a mi juicio las decisiones de Aznar, aun siendo graves como la cesión a Pujol en el tema de la lengua y la fulminación de Vidal-Quadras, no representaron poner a España patas arriba, sino todo lo contrario, la prueba la tenemos en el hecho de que volvió a ganar y por mayoría absoluta como consecuencia de su buen hacer en la economía y la ausencia de corrupción.

No es el caso de Zapatero, que no repara en pagar el mayor precio que pueda pedírsele a un presidente de gobierno, como es la fractura de España a través del estatuto catalán, que será el resultado de lo que se acuerde con los nacionalistas catalanes y que dará lugar a que enseguida le llegue al umbral de la Moncloa, rascando la puerta con la patita y soltando aullidos, toda una jauría de perros de presa nacionalistas procedentes de otras regiones. Y es que este hombre del talante no acaba de ser consciente de que toda decisión acarrea unas consecuencias, las cuales pueden llevarnos a convertir a España en crónicamente ingobernable o en un mosaico de gobiernos regionales, más de uno de ellos de carácter totalitario, donde cada cual vaya a lo suyo como en la casa de 'Tócame Roque'. Y eso si no acaban por declarar persona non grata a más de un ministro, como creo que quieren hacer en Murcia con la ministra Narbona.

De hecho, España es ya ingobernable. Si un estatuto como el catalán, que no es más que un reglamento liberticida en perjuicio de los ciudadanos catalanes, carece de críticos en la propia Cataluña, eso quiere decir que se hará cualquier cosa al margen de la democracia con tal de que sea aprobado. Y si es preciso, se producirá incluso más de un acto violento contra quienes pretendan explicar los inconvenientes de dicho estatuto. Luego la situación antidemocrática que se vive en Cataluña, enquistada desde hace tiempo, seguirá impidiendo que en España sea posible la estabilidad política y, sobre todo, la continuidad sin sobresaltos de la propia nación española. Si hubiese que apuntar hacia un personaje para responsabilizarle del inicio de tanto desmán, no tengo ninguna duda al respecto, señalaría a Pujol, el farsante mayor del reino de España.

2 comentarios:

  1. Anónimo22:00

    De acuerdo. ¿Pero quienes mantuvieron al personaje en la cima mirando para otro lado ante lo que hacía?

    Todos los presidentes de esta presunta democracia. Tal vez por alguna razón no explicable. Y no sé por qué, cuando sale esto a colación, me acuerdo del episodio de las uvas de El Lazarillo. Pero no sé por qué.

    Pacococo

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  2. No puedo estar más de acuerdo. Siempre ha dado la sensación de que el presidente del gobierno español de turno esperaba a que fuese su sucesor quien metiera en cintura a este mal bicho.

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