viernes, 22 de diciembre de 2017

Debemos aprender de las elecciones catalanas


Las elecciones catalanas han ofrecido unos resultados como para echarse las manos a la cabeza. Si hubiese que definir dichos resultados mediante un tanteador deportivo, podría ser más o menos el siguiente: Separatistas golpistas, 5 sobre 10 ⟺ Gente normal, 4,5 sobre 10 ⟺ Esa cosa rara, 0,5 sobre 10. En pocas palabras, los del delirio, aun cuando tienen 170.000 votos menos, han ganado por los pelos en número de diputados, que es algo que viene sucediendo desde siempre y de ahí que a los nacionalistas nunca le haya interesado cambiar la ley electoral a "Un hombre, un voto". De donde se deduce que una vez más estos aprovechados han preferido partir con ventaja en la Cataluña profunda, es decir, allá donde el adoctrinamiento de casi 40 años ha calado hasta los huesos.


-Conclusión número 1: Debe cambiarse la ley electoral para que en ninguna comunidad los separatistas posean varias reservas (según el número de provincias) de votantes inquebrantables, o sea, electores completamente impermeables a todo lo que no sea nacional-separatismo. ¿Como se hace algo así? Reformando desde el Congresos de los Diputados la ley electoral para que todas las comunidades autónomas se conviertan en circunscripción única, de modo que valga lo mismo el voto de cualquier habitante de un pueblo o provincia pequeña que el de una gran ciudad o provincia altamente poblada. La circunscripción única regional debe aplicarse igualmente para las elecciones generales, donde asimismo contará la idea más democrática de "Un hombre, un voto". De acuerdo en que no sería justo que las provincias más despobladas perdieran representatividad, aunque la pérdida es perfectamente asumible si se contabiliza la Comunidad en su conjunto.

-Conclusión número 2: Es preciso que todos los llamados partidos nacionales, o de ámbito estatal, incluyan en sus estatutos -obligados por una nueva Ley de Partidos- la celebración de elecciones primarias prescindiendo de lo que ahora denominan (caso del PP) compromisarios, lo cual no es más que un método tramposo para evitar que se renueve la cúpula del partido, ya que la elección de los compromisarios suele estar amañada con mucha antelación. Y el líder (en este caso Rajoy, ya que se pone de ejemplo al PP) no suele convocar primarias hasta que no cuenta con los avales más que suficientes para salir elegido, lo que le asegura perpetuarse en el cargo. Y encima ese "líder" suele convocar el Congreso a pocos días vista, como sucedió en las últimas primarias del PP, para que otros posibles candidatos no tengan tiempo de reunir los avales necesarios. En resumen: También en los partidos, "Un hombre un voto". Y un número de avales simbólico, es decir, la candidatura casi al alcance de cualquier militante.

-Conclusión número 3: Respecto a los partidos nacionalistas, sean o no enmascarados y oculten su instinto separatista, está claro que deben quedar al margen de las elecciones generales y circunscribir su actuación al ámbito regional o autonómico. De este modo se evitará que en caso de empate técnico entre los grandes partidos (dos, cuatro o más), los nacionalistas posean la llave de la gobernabilidad, pidan el oro y el moro (para empezar) y acaben por obtener hasta el loro, que es lo que ha venido pasando cada vez que el partido nacional más votado no ha contado con mayoría absoluta, es decir: Un gran avance en la consecución de reivindicaciones nacionalista, siempre destinadas al adoctrinamiento o control de la población de su territorio, hasta llegar al extremo del golpismo en Cataluña. No debe descartarse, además, la posibilidad de ilegalizar a cualquier partido de ámbito regional  (o incluso nacional) que incumpla la ley o las resoluciones de los tribunales de justicia.

Y así, toda una serie de medidas y reformas políticas destinadas a asentar la democracia en España, con igualdad para todos y respeto a la Ley, cuyo inicio de partida -conviene repetirlo- debe de ser "Un hombre un voto".

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