Algunos de los que creen que la masacre del 11-M se produjo como consecuencia del apoyo de España a la intervención en Iraq, deberían conocer, y evaluar, que en el radicalismo musulmán existe una obsesión dualista que diferencia con nitidez lo que es la Casa de la Paz (Dar al Salam) de la Casa de la Guerra (Dar al Harb).
En opinión de los integristas radicales, la Casa de la Paz está representada por ciertos países que se rigen mediante la Sharia o ley islámica, y un ejemplo típico de régimen “shariano” sería el antiguo Afganistán de los talibanes. Por fortuna, los países donde impera la Sharia sólo son ocho o diez, y en alguno de ellos, como Nigeria, únicamente se aplica en el norte musulmán. Pero lo que para nosotros es una suerte, la escasez de naciones sometidas a la Sharia, para ellos es una gran calamidad, de ahí que los integristas propugnen a toda costa la extensión de semejante ley.
Para los radicales islámicos, la Casa de la Guerra es el resto de los países no sometidos a la Sharia, especialmente el mundo occidental (USA, Europa, etc.), considerado de costumbres corruptas por los integristas y donde es obligado llevar la guerra al precio que sea, incluso mediante atentados suicidas. No olvidemos que el Corán insinúa (en el Corán nada queda suficientemente claro) un baremo celestial que mide a las naciones; éstas, como los individuos, pueden llegar a corromperse por la riqueza, el poder y el orgullo, y si no se enmiendan serán castigadas con la decadencia o sojuzgadas por otros pueblos más virtuosos. Así, pues, el radicalismo islámico cree que encarna la virtud y que tiene asignado el papel de brazo ejecutor del castigo divino.