Palacio de la Generalidad de Cataluña, sede del gobierno autonómico |
Cómo es posible que haya unos
individuos tan desahogados, con semejante rostro, como para que ahora se
permitan pedir a otros lo que ellos llevan sin cumplir desde hace tantos años. Casi
nadie ignora que la 'Generalitat' se ha venido pasando por el trasero numerosas
sentencias de varios tribunales de justicia, incluido un Tribunal Constitucional
que no reconocen los nacionalistas, contra el que se manifestaron no hace mucho
en el Paseo de Gracia de Barcelona, después de que recortara una minucia el
aberrante estatuto que ZP les concedió, y al que ahora —¡pásmense!— quieren llevar los incumplimientos ajenos. O sea, al decir de estos pájaros el asunto vendría
a ser del siguiente modo: "el Constitucional puede serme útil sólo cuando
me interese". ¡Madre del amor hermoso, esto no tiene arreglo ni fumigando!
Y el caso es que es
bastante probable que al gobierno de Cataluña no le falte la razón, porque la
lealtad institucional hace años que brilla por su ausencia, sobre todo a partir
de las innumerables promesas que el inicuo Zapatero se encargó de repartir a
cualquier grupo que pudiera servirle de apoyo parlamentario. Y muchas de esa
promesas, que son las que ahora se le reclaman a Rajoy, quedaron incumplidas al
mismo tiempo que se establecía una especie de consigna: ¡"Tonto de los
cojones el que tenga interés por el conjunto de España"! Pero claro, volviendo
al cumplimiento de la ley, convendrán conmigo que ésta, así como la lealtad institucional,
deben ser recíprocas, ya que de lo contrario, como ahora sucede con la actitud
del Gobierno catalán, solamente mueve al desprecio.
De todo esto convendría
extraer una moraleja: La reforma más apremiante, casi angustiosa respecto a su
necesidad, es la que debería afectar a la Justicia, con auténtica separación de
poderes y con unos tribunales perfectamente capaces de encausar y condenar sumariamente
a cualquiera que incurra en desacato. Eso sí, semejante firmeza debería establecerse
a partir del momento en que esos mismo tribunales no hubiesen sido elegidos por
los políticos, como sucede ahora, sino exclusivamente entre todos los miembros
de la Judicatura: jueces, fiscales, secretarios de juzgado y abogados en
ejercicio.
Así, pues, debe quedar
claro que sin tribunales independientes y carentes de poder para aplicar las
sentencias, que es el punto en que nos encontramos, según quien sea el afectado
hará lo que le venga en gana. Comenzando por los gobiernos regionales o de
España. Y esto, señores, de ningún modo puede llamarse democracia, sino una
situación de anormalidad, apenas disimulada sobre el papel, cuyas secuelas más
serías ya vemos a qué pueden conducirnos: Primero a la crisis galopante, luego a
la miseria que se deriva del cada uno a lo suyo y, tal vez, a la pérdida de la
unidad de nuestra querida Nación española.
Aquí no cumple la Ley nadie, desde hace décadas. Ni el Gran Hermano. Bueno ese es el que menos la cumple :)
ResponderEliminarExacto, de ahí que considere apremiante la reforma judicial. Fíjate en lo que ahora pasa con Dívar, presidente del Supremo y del CGPJ, que los de Prisa quieren buscarle las cosquillas como sea. Y lo malo es que igual tienen razón y el tío es un prenda.
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