Cuando hace unos meses se me invitó a escribir en
Batiburrillo, no necesité pensarlo excesivamente para responder que sí. La
razón es bien sencilla: no me gusta la sociedad en la que estamos viviendo.
Desde mi punto de vista, las cosas van mal, muy mal, y tengo ya no tanto el
derecho cómo la obligación de aportar mi pequeño grano de arena para denunciar
todo aquello que considero injusto y nocivo: desde la política de desigualdad
hasta la más que posible y probable desmembración de mi país. Batiburrillo es la
plataforma ideal, al tratarse de un prestigioso foro con múltiples lectores. No
obstante, a veces me asalta la duda: ¿servirá de algo mi modesta aportación?
Realmente no lo sé, pero me he permitido contestarme a modo de pequeño relato.
Hay quien ha nacido hombre,
gallego de Galicia y español de España, heterosexual, cristiano, firme creyente
de la importancia de la familia como pilar de la sociedad, hostil al aborto...
¡Qué desfachatez! Imposible entender como alguien puede acumular tamaños
despropósitos en un solo ser. Lógico que se le odie. Lógico que semejante
aberración sea combatida. A muerte. Hasta el exterminio. La mala hierba debe
ser arrancada de raíz. Que sí: es hora de hacer justicia.
La progresía patria cree que con tales innobles
cualidades este ser degenerado sólo puede ser carne de cañón, un triste soldado
de infantería incapaz de defenderse del justísimo ataque que él solito se ha
buscado por malvado, bruto y ruin. No va a saber de dónde le caen las hostias.
A joderse tocan, chaval.
Pero resulta que este tío piensa y no acepta ni
dogmas ni imposiciones. Desde la soledad nocturna de su trinchera, con el barro
endureciéndose en sus botas, un soldado de infantería se plantea si vale la
pena defenderse en la guerra desatada por las hordas bárbaras que pretenden
destruir todo aquello que por azar o convicción él representa y defiende. El
mundo está loco y esto no puede acabar bien: la estupidez abruma y un gesto,
valiente y digno, probablemente no signifique nada y lo mejor sea dejarse
morir. La solidaridad, acaso la palabra más pervertida y despojada de
significado, duerme el sueño de los justos. Los generales, que debieran
apoyarle, están haciendo un curso de Alianza de las Civilizaciones. El coronel
ha ido a una manifestación pro-aborto-pro-eutanasia-y-viva-Fidel; mañana le
toca salvemos al bebé foca y a la Pantera Rosa. Los comandantes asisten a un
seminario cultural sobre la influencia de Gran Hermano y Salsa Rosa en el
pensamiento filosófico de Belén Esteban y Cristiano Ronaldo; el evento
finalizará con una canción del gran Serrat con las inevitables imágenes de
Carrillo y la Pasionaria, iconos de tanta libertad... Tiene narices el asunto,
háganme caso.
Desorientado y confuso, el soldado de infantería
se resiste a creer que no haya solución. Barrunta en su trinchera que es
imposible que esté solo en esta guerra. Intuye más que sabe que tiene que haber
otros soldados solitarios como él, decidiendo si vale la pena intentar defender
su trocito de tierra, y muchos pequeños gestos tal vez puedan cambiar el signo
de la lucha. Decide pelear: de todas formas no tiene otra opción. La trinchera
lo es todo para él. Ganará o perderá (frase digna de egregio personaje conocido
por su infalibilidad), pero no se lo pondrá fácil. Y si las cosas salen mal,
agotará el último cartucho, montará la bayoneta, encenderá un pitillo y
esperará a que vayan a buscarlo. Si tienen lo que hay que tener. Y tendrán que
sacarlo de su bendita trinchera con los pies por delante, que no les quepa la
menor duda.
Excelente, magnífica pieza rescatada. Este párrafo es antológico:
ResponderEliminar"Los generales, que debieran apoyarle, están haciendo un curso de Alianza de las Civilizaciones. El coronel ha ido a una manifestación pro-aborto-pro-eutanasia-y-viva-Fidel; mañana le toca salvemos al bebé foca y a la Pantera Rosa. Los comandantes asisten a un seminario cultural sobre la influencia de Gran Hermano y Salsa Rosa en el pensamiento filosófico de Belén Esteban y Cristiano Ronaldo; el evento finalizará con una canción del gran Serrat con las inevitables imágenes de Carrillo y la Pasionaria, iconos de tanta libertad... Tiene narices el asunto, háganme caso".
Muchas gracias, Pedro. En ocasiones uno se pregunta si vale la pena dedicar tanto tiempo y esfuerzo, robando horas a otras obligaciones, para criticar tantas cosas que no nos gustan. En este artículo -hecho más para mí que para los demás- de 2010 (¡cómo pasa el tiempo!) está la respuesta.
Eliminar¡Sí merece la pena!
Eliminar¡Pues habrá que seguir entonces!
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