Unos de los proyectos que incorporará Batiburrillo 2012 será la recuperación de ciertos artículos intemporales, es decir, aquellos escritos que el paso del tiempo no ha desvirtuado en exceso. Inicio la serie con una entrada referida al nacionalismo vasco, insertada el 24 de abril de 2004 en Batiburrillo. De paso, aprovecho para crear la categoría o sección de "Artículos selectos", con perdón. Que ustedes lo disfruten.
El contrato leasing del nacionalismo vasco (24-4-2004)
El contrato que los nacionalistas negociaron y consensuaron en el 79 con la España constitucional, refrendado luego en las urnas por el pueblo vasco, ha permitido a Euskadi dotarse de una amplia y confortable autonomía que para sí la quisiera la mayor parte de los estados confederados. Hasta aquí nada que no sepa y acepte cualquier observador considerado neutral, aunque para detallar cómo se han tomado el asunto los gobernantes de la coalición PNV-EA bueno sería poder comparar el citado contrato con algún modelo mercantil conocido. Para el caso que se pretende representar, quizá el contrato que más se asemeja es el denominado leasing, sistema de financiación que permite a quien adquiere el bien (competencias) el pago de unas cuotas en concepto de capital e intereses (cupo) y la desgravación de los gastos financieros.
Si mediase la sensatez entre los nacionalistas vascos, las competencias que ahora poseen deberían satisfacerles a condición de esparcir sobre ellas cierta esencia de lealtad. Pero tristemente no es así, porque el perfume de respeto a lo pactado fue sustituido desde el primer momento por esa otra loción barata de intriga y rencor que ha logrado apestar el ambiente, lo que determina que no les colme el magnífico bien recibido (Estatuto), aun cuando se hayan desgravado del Estado las impositivas amenazas-intereses de ETA.
De modo que al final de la operación leasing, en lo que se conoce como cuota residual, los totalitarios pretenden atesorar el bien y además que les abonemos todo el empréstito; eso sí, a cambio nos hacen el favor de conservar la nacionalidad española y de permanecer displicentemente asociados a quienes somos titulares por ley (el conjunto de los españoles) de la propiedad común. No obstante, nacionalidad y asociación, son cuestiones que no aparecen muy elaboradas en los objetivos nacionalistas, puesto que enseguida se advierte, o quizá lo han querido así, que sólo pretenden evitar que la UE los ponga en el lugar que han escogido: el muladar.
Con la equidad que caracteriza al nacionalismo, unos pocos han decidido que más de 39 millones de españoles (quienes les secundan no llegan ni de lejos al millón) les digamos algo así: Tranquilo Jon Josu, te lo hago gratis y además pongo la cama y las toallas. Frase un tanto soez pero adecuada para quienes sin contar con otras opiniones anuncian frentes nacionales, construcción de la nación vasca, instituciones comunes para el País Vasco, Navarra y el País Vasco francés... Decididamente, la desfachatez de estos sectarios no tiene límites.
Ahora afirman que en el 2005 se hará el referéndum del “si lo quieres lo tomas y si no también”. Y uno, que tiene su límite de paciencia y que no le gusta que le amarguen la existencia a esos miles de compatriotas que en el País Vasco sufren a los que mandan, se pregunta: ¿Qué necesidad hay de esperar? Si se trata de presentar un desafió a la nación española, cuanto antes mejor. Así dejaríamos de oír tanta majadería ofensiva y, sobre todo, los vascos que se sienten españoles comenzarían una nueva vida menos marginal y violenta.
Sin embargo, no deberíamos considerar tan torpes a los dirigentes nacionalistas como para que no se hayan dado cuenta de que sus posibilidades de aprobar el Plan Ibarreche y convocar el referéndum equivalen a cero, como aseguraba el ex presidente Aznar. Incluso Arzallus no cesó de preguntarse a menudo en qué momento intervendría el Estado. Entonces, ¿a qué viene este numerito de Ibarreche? La respuesta quizá sea más simple de lo que parece. Si uno revisa el proyecto de Ponencia Política del PNV, aprobado en enero de 2004, observará que lo más destacado de dicha Ponencia es la creación del Consejo de Partidos, que deberá cobijar, mejor dicho guarecer, a la extinta Batasuna y a cuantos grupúsculos acrediten el nacionalismo suficiente.
Mediante el Consejo de Partidos, remedo de la Udalbiltza del 98, los del PNV-EA esperan mangonear a todo el espectro nacionalista radical y embutirlo en su disciplina a base de unas prebendas que ahora han perdido al ser ilegalizados, puesto que la extorsión al empresario vasco, única fuente de ingresos que les queda, tiene los días tan contados como la ETA. Así, amazacotando dentro de sus filas a los extremistas abertzales, igual consiguen alcanzar ese cuarenta y muchos por ciento de nacionalistas que algunas encuestas aseguran que existe, número más que suficiente para superar a un electorado rival que se resiste a votar porque se halla atemorizado por todo tipo de amenazas.
Lo que ocurre es que los de Batasuna-ETA no son precisamente ovejitas que entren mansas en el redil, incluso si allí les aguarda, como parece, un pienso a base de generosas lechugas con el emblema del euro. Necesitan algo más. Los etarras precisan creer que han ganado su destino en lo universal mediante el sacrificio de meter a unos cientos de los suyos en las cárceles por la nadería de asesinar, extorsionar, secuestrar y torturar a miles de ciudadanos pacíficos. Porque el sacrificio continuado durante tantos años, que parece mentira que los fascistas de Madrid lo llamen “terrorismo”, también ha costado lo suyo y no es cosa de arrojarlo por la borda.
Conocedores en el PNV de las altruistas y sacrificadas ideas de “esos muchachos” de ETA-Batasuna, primero han urdido un plan “contentaviolentos” que les ofrece la Euskal Herria soberana que ambicionan, y luego, por aquello de la miel sobre hojuelas, han creado el Consejo de Partidos que les facilitará el pan, la sal y el asiento a la lumbre. Es decir, el PNV aparenta dejarse chulear por los radicales y les emplaza al 2005 a condición de que las pocas fuerzas que les quedan no las malgasten en este o aquel atentado con sangre, sino que las destinen a la causa común llegado el ansiado día.
Mientras tanto, y eso es algo “incontrolable” para la policía autónoma, que no falten labores de mentalización a los discrepantes, donde sus rostros aparezcan por las fachadas con las correspondientes dianas; que algún que otro cajero arda por combustión espontánea cuando pasa cerca la señora del concejal del PP, con el carrito de la compra; que algún autobús defectuoso reviente todas sus ruedas y que los serviciales muchachos lo rematen con gasolina para que no sufra; que alguna que otra “trouppe” de payasos afrente a los niños de los políticos amenazados o a los padres disconformes que acompañan a sus hijos a la fiesta infantil; que se visite a menudo aquellas ikastolas tibiamente conversas para que perseveren en lo que nunca existió, y un largo etcétera de totalitarismo cuyo propósito es mantener arrinconada a más de la mitad de la población vasca. Como se ve, vidilla de la buena para los desocupados radicales y... cada uno en su sitio.
Está claro como el agua que el proyecto de Ibarreche, elaborado ya hasta en las comas, podría ventilarse en el Parlamento vasco para antes del próximo verano, lo que a su vez supondría, si quisieran, que a finales de este año 2004 fuese posible convocar la consulta de ruptura con el Estado y darle gusto a ETA-Batasuna. Y uno, que además tiene su pizca de curiosidad y malevolencia, se pregunta de nuevo: ¿Qué necesidad hay de esperar hasta el 2005? Si tanta razón tienen y si tanto diálogo han pedido sin hallarlo, lo normal sería acelerar al máximo el proceso “liberador”.
Pero, ¡ah, amigos!, el miedo es libre. Ciertos dirigentes del PNV, sobre todo aquellos que vociferan que el referéndum sólo se impedirá por la Guardia Civil (Arzallus dixit), saben de sobras que lo suyo es artificio y que la consulta “contentaviolentos” no llegará a convocarse jamás porque después sería forzoso aplicar la nueva ley y ello determinaría que unos cuantos acabasen en la cárcel o en el paro, y encima con el artículo 155 de la Constitución aplicado durante una buena temporada en el País Vasco.
De modo que al final de la operación leasing, en lo que se conoce como cuota residual, los totalitarios pretenden atesorar el bien y además que les abonemos todo el empréstito; eso sí, a cambio nos hacen el favor de conservar la nacionalidad española y de permanecer displicentemente asociados a quienes somos titulares por ley (el conjunto de los españoles) de la propiedad común. No obstante, nacionalidad y asociación, son cuestiones que no aparecen muy elaboradas en los objetivos nacionalistas, puesto que enseguida se advierte, o quizá lo han querido así, que sólo pretenden evitar que la UE los ponga en el lugar que han escogido: el muladar.
Con la equidad que caracteriza al nacionalismo, unos pocos han decidido que más de 39 millones de españoles (quienes les secundan no llegan ni de lejos al millón) les digamos algo así: Tranquilo Jon Josu, te lo hago gratis y además pongo la cama y las toallas. Frase un tanto soez pero adecuada para quienes sin contar con otras opiniones anuncian frentes nacionales, construcción de la nación vasca, instituciones comunes para el País Vasco, Navarra y el País Vasco francés... Decididamente, la desfachatez de estos sectarios no tiene límites.
Ahora afirman que en el 2005 se hará el referéndum del “si lo quieres lo tomas y si no también”. Y uno, que tiene su límite de paciencia y que no le gusta que le amarguen la existencia a esos miles de compatriotas que en el País Vasco sufren a los que mandan, se pregunta: ¿Qué necesidad hay de esperar? Si se trata de presentar un desafió a la nación española, cuanto antes mejor. Así dejaríamos de oír tanta majadería ofensiva y, sobre todo, los vascos que se sienten españoles comenzarían una nueva vida menos marginal y violenta.
Sin embargo, no deberíamos considerar tan torpes a los dirigentes nacionalistas como para que no se hayan dado cuenta de que sus posibilidades de aprobar el Plan Ibarreche y convocar el referéndum equivalen a cero, como aseguraba el ex presidente Aznar. Incluso Arzallus no cesó de preguntarse a menudo en qué momento intervendría el Estado. Entonces, ¿a qué viene este numerito de Ibarreche? La respuesta quizá sea más simple de lo que parece. Si uno revisa el proyecto de Ponencia Política del PNV, aprobado en enero de 2004, observará que lo más destacado de dicha Ponencia es la creación del Consejo de Partidos, que deberá cobijar, mejor dicho guarecer, a la extinta Batasuna y a cuantos grupúsculos acrediten el nacionalismo suficiente.
Mediante el Consejo de Partidos, remedo de la Udalbiltza del 98, los del PNV-EA esperan mangonear a todo el espectro nacionalista radical y embutirlo en su disciplina a base de unas prebendas que ahora han perdido al ser ilegalizados, puesto que la extorsión al empresario vasco, única fuente de ingresos que les queda, tiene los días tan contados como la ETA. Así, amazacotando dentro de sus filas a los extremistas abertzales, igual consiguen alcanzar ese cuarenta y muchos por ciento de nacionalistas que algunas encuestas aseguran que existe, número más que suficiente para superar a un electorado rival que se resiste a votar porque se halla atemorizado por todo tipo de amenazas.
Lo que ocurre es que los de Batasuna-ETA no son precisamente ovejitas que entren mansas en el redil, incluso si allí les aguarda, como parece, un pienso a base de generosas lechugas con el emblema del euro. Necesitan algo más. Los etarras precisan creer que han ganado su destino en lo universal mediante el sacrificio de meter a unos cientos de los suyos en las cárceles por la nadería de asesinar, extorsionar, secuestrar y torturar a miles de ciudadanos pacíficos. Porque el sacrificio continuado durante tantos años, que parece mentira que los fascistas de Madrid lo llamen “terrorismo”, también ha costado lo suyo y no es cosa de arrojarlo por la borda.
Conocedores en el PNV de las altruistas y sacrificadas ideas de “esos muchachos” de ETA-Batasuna, primero han urdido un plan “contentaviolentos” que les ofrece la Euskal Herria soberana que ambicionan, y luego, por aquello de la miel sobre hojuelas, han creado el Consejo de Partidos que les facilitará el pan, la sal y el asiento a la lumbre. Es decir, el PNV aparenta dejarse chulear por los radicales y les emplaza al 2005 a condición de que las pocas fuerzas que les quedan no las malgasten en este o aquel atentado con sangre, sino que las destinen a la causa común llegado el ansiado día.
Mientras tanto, y eso es algo “incontrolable” para la policía autónoma, que no falten labores de mentalización a los discrepantes, donde sus rostros aparezcan por las fachadas con las correspondientes dianas; que algún que otro cajero arda por combustión espontánea cuando pasa cerca la señora del concejal del PP, con el carrito de la compra; que algún autobús defectuoso reviente todas sus ruedas y que los serviciales muchachos lo rematen con gasolina para que no sufra; que alguna que otra “trouppe” de payasos afrente a los niños de los políticos amenazados o a los padres disconformes que acompañan a sus hijos a la fiesta infantil; que se visite a menudo aquellas ikastolas tibiamente conversas para que perseveren en lo que nunca existió, y un largo etcétera de totalitarismo cuyo propósito es mantener arrinconada a más de la mitad de la población vasca. Como se ve, vidilla de la buena para los desocupados radicales y... cada uno en su sitio.
Está claro como el agua que el proyecto de Ibarreche, elaborado ya hasta en las comas, podría ventilarse en el Parlamento vasco para antes del próximo verano, lo que a su vez supondría, si quisieran, que a finales de este año 2004 fuese posible convocar la consulta de ruptura con el Estado y darle gusto a ETA-Batasuna. Y uno, que además tiene su pizca de curiosidad y malevolencia, se pregunta de nuevo: ¿Qué necesidad hay de esperar hasta el 2005? Si tanta razón tienen y si tanto diálogo han pedido sin hallarlo, lo normal sería acelerar al máximo el proceso “liberador”.
Pero, ¡ah, amigos!, el miedo es libre. Ciertos dirigentes del PNV, sobre todo aquellos que vociferan que el referéndum sólo se impedirá por la Guardia Civil (Arzallus dixit), saben de sobras que lo suyo es artificio y que la consulta “contentaviolentos” no llegará a convocarse jamás porque después sería forzoso aplicar la nueva ley y ello determinaría que unos cuantos acabasen en la cárcel o en el paro, y encima con el artículo 155 de la Constitución aplicado durante una buena temporada en el País Vasco.
De modo que Ibarreche facilita una fecha orientativa, coincidente con las próximas elecciones autonómicas, y mientras tanto a vivir del cuento y a congregar el voto abertzale o de gente crédula y sin escrúpulos, como los madrazos de turno o como los parlamentarios de la ilegal Batasuna, quienes al finalizar el lehendakari el discurso donde presentó su plan, y suponiendo que no se les oía, llegaron a exclamar entusiasmados: “¡Hemos ganado, hostias!”.
Y es que el PNV tiene especial habilidad para arrimar el ascua a su sardina y tensar la cuerda hasta extremos insospechados sin llegar a romperla. Ellos saben, y les importa bien poco con tal de no soltar el poder, que sólo deben pagar el peaje del desprecio que despiertan entre los demócratas. Así, pues, su estrategia habitual, que comienza unos dos años antes de cada elección autonómica, consiste en declaraciones o proyectos campanudos en función del socio potencial que en cada instante consideren más pardillo o más débil, lo que en teoría les deberá permitir calentar el ambiente a su favor y reunir los votos o acuerdos necesarios para seguir gobernando otra tanda de años.
Cuando los socialistas vascos eran presa de tiro fácil, los del PNV crearon en el año 88 la Mesa de Ajuriaenea y consiguieron el soporte de un PSE bonachón con el que formaron gobierno en los años 90, 94 e incluso unos meses del 98; eso sí, tuvieron que resucitar periódicamente la Mesa, con interminables conversaciones que jamás culminaron en nada (ya se sabe que lo importante es el diálogo), y además anexionarle a bombo y platillo un acuerdo paralelo en Madrid que obtuvo idénticos resultados, lo que sólo sirvió para que no decayese el ánimo del partido acólito: ese PSE con complejo de GAL que llegó a regir la Consejería de Educación (quédate los ministerios y dame las direcciones generales) con los resultados “ikastólicos” que todos conocemos.
A finales del 98, cuando veían dudoso un nuevo apoyo del PSE, puesto que Redondo Terreros les cantaba la caña a diario a diferencia de sus antecesores, le dieron la patada a los socialistas, gobernaron en minoría prorrogando presupuestos y sacando leyes con el apoyo puntual de Batasuna, mientras se establecía la tregua-trampa con ETA y se firmaba el pacto de Lizarra, acuerdo que les permitió asumir el papel de pacificadores y moderados en las elecciones del 2001 frente a una Batasuna (EH) que perdió a más de la mitad de sus votantes, un PP muy venido a más y un PSE constitucionalista que al fin había aterrizado en la realidad de la mano de Redondo Terreros y que consiguió el mejor resultado de su historia. Aquí alguien debería recordarme que no olvide felicitar a Zapatero por fulminar a Redondo, el tío más legal que ha tenido el PSE en sus 108 años de componendas.
Ahora, con el nuevo campanazo trilero del Plan Ibarreche, los del PNV han vuelto a engañar a los de Batasuna-ETA, que se caracterizan por ser tan torpes como criminales, y les han hecho creer (“¡Hemos ganado, hostias!”) que son los que marcan la hoja de ruta con vistas al referéndum de 2005, referéndum que en realidad sólo serán elecciones autonómicas porque los de la coalición PNV-EA ya se han encargado de condicionar la consulta plebiscitaria a la ausencia de violencia. Así, pues, cuando ETA reclame lo suyo, una señora gorda y devota del PNV se partirá una uña en la puerta de un batzoki y a Ibarreche le dejará a huevo su coartada para eludir la consulta.
Entre tanto, tras dos años de ostracismo en los ayuntamientos y otras instituciones, lo que quede de Batasuna-ETA cabrá en una guagua de las pequeñas (el resto habrá cogido el autocar que Ibarreche les ofrece) y el PNV, por si acaso, comenzará a dorarle la píldora al PSE con vistas a las elecciones del 2009. Y así, dando bandazos hasta el infinito, seguirán en la inmoralidad con tal de no soltar la ubre que les amamanta.
Moraleja: Del PNV-EA, como partidos de ideología totalitaria y racista que son, se podrá decir de todo menos que no les gusta el poder y que no ponen medios e imaginación para conservarlo. ¡Qué lástima que no utilicen tanta dedicación e ingenio en hacer de Euskadi un país cada día más libre, acogedor y próspero! Itinerario opuesto al que ahora llevan.
Y es que el PNV tiene especial habilidad para arrimar el ascua a su sardina y tensar la cuerda hasta extremos insospechados sin llegar a romperla. Ellos saben, y les importa bien poco con tal de no soltar el poder, que sólo deben pagar el peaje del desprecio que despiertan entre los demócratas. Así, pues, su estrategia habitual, que comienza unos dos años antes de cada elección autonómica, consiste en declaraciones o proyectos campanudos en función del socio potencial que en cada instante consideren más pardillo o más débil, lo que en teoría les deberá permitir calentar el ambiente a su favor y reunir los votos o acuerdos necesarios para seguir gobernando otra tanda de años.
Cuando los socialistas vascos eran presa de tiro fácil, los del PNV crearon en el año 88 la Mesa de Ajuriaenea y consiguieron el soporte de un PSE bonachón con el que formaron gobierno en los años 90, 94 e incluso unos meses del 98; eso sí, tuvieron que resucitar periódicamente la Mesa, con interminables conversaciones que jamás culminaron en nada (ya se sabe que lo importante es el diálogo), y además anexionarle a bombo y platillo un acuerdo paralelo en Madrid que obtuvo idénticos resultados, lo que sólo sirvió para que no decayese el ánimo del partido acólito: ese PSE con complejo de GAL que llegó a regir la Consejería de Educación (quédate los ministerios y dame las direcciones generales) con los resultados “ikastólicos” que todos conocemos.
A finales del 98, cuando veían dudoso un nuevo apoyo del PSE, puesto que Redondo Terreros les cantaba la caña a diario a diferencia de sus antecesores, le dieron la patada a los socialistas, gobernaron en minoría prorrogando presupuestos y sacando leyes con el apoyo puntual de Batasuna, mientras se establecía la tregua-trampa con ETA y se firmaba el pacto de Lizarra, acuerdo que les permitió asumir el papel de pacificadores y moderados en las elecciones del 2001 frente a una Batasuna (EH) que perdió a más de la mitad de sus votantes, un PP muy venido a más y un PSE constitucionalista que al fin había aterrizado en la realidad de la mano de Redondo Terreros y que consiguió el mejor resultado de su historia. Aquí alguien debería recordarme que no olvide felicitar a Zapatero por fulminar a Redondo, el tío más legal que ha tenido el PSE en sus 108 años de componendas.
Ahora, con el nuevo campanazo trilero del Plan Ibarreche, los del PNV han vuelto a engañar a los de Batasuna-ETA, que se caracterizan por ser tan torpes como criminales, y les han hecho creer (“¡Hemos ganado, hostias!”) que son los que marcan la hoja de ruta con vistas al referéndum de 2005, referéndum que en realidad sólo serán elecciones autonómicas porque los de la coalición PNV-EA ya se han encargado de condicionar la consulta plebiscitaria a la ausencia de violencia. Así, pues, cuando ETA reclame lo suyo, una señora gorda y devota del PNV se partirá una uña en la puerta de un batzoki y a Ibarreche le dejará a huevo su coartada para eludir la consulta.
Entre tanto, tras dos años de ostracismo en los ayuntamientos y otras instituciones, lo que quede de Batasuna-ETA cabrá en una guagua de las pequeñas (el resto habrá cogido el autocar que Ibarreche les ofrece) y el PNV, por si acaso, comenzará a dorarle la píldora al PSE con vistas a las elecciones del 2009. Y así, dando bandazos hasta el infinito, seguirán en la inmoralidad con tal de no soltar la ubre que les amamanta.
Moraleja: Del PNV-EA, como partidos de ideología totalitaria y racista que son, se podrá decir de todo menos que no les gusta el poder y que no ponen medios e imaginación para conservarlo. ¡Qué lástima que no utilicen tanta dedicación e ingenio en hacer de Euskadi un país cada día más libre, acogedor y próspero! Itinerario opuesto al que ahora llevan.
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