domingo, 31 de mayo de 2020

Descripción física de la novela


La novela “Viento de furioso empuje” consta de 49 capítulos y 3 anexos: SinopsisRelación de personajes con diálogo (donde se destacan los principales y los históricos) y, al final del texto, un Glosario de términos dificultosos.

La edición impresa de Amazon eleva el número de páginas hasta las 563, que se leen la mar de bien gracias a que han utilizado un papel tipo offset, poco satinado para evitar reflejos, y una impresión en negro de lo más limpia. El tamaño de letra es el adecuado para no obligar la vista y posee unos márgenes suficientes para abrir el libro sin llegar a forzarlo.

Por otra parte, la portada es simplemente hermosa, extraída de un lienzo pintado al óleo que alegoriza la batalla de Guadalete en el 711(suceso descrito ampliamente en la obra), cuyo autor es J.M. Espinosa.

Si a todo esto le sumamos que el precio es de 16,34€ (3,55€ en la versión Kindle), y que los lectores de la primera edición la disfrutaron mucho, como acreditan sus reseñas en el blog, entonces la pregunta es obligada: ¿Te la vas a perder? 

viernes, 29 de mayo de 2020

Párrafos destacados (25)


De la novela “Viento de furioso empuje”, cuya edición en papel de Amazon es bastante buena (también el Kindle), tomo hoy dos párrafos del inicio del capítulo XXV, que describe una expedición de socorro ordenada por Tariq en ayuda del pueblo sayara, ubicado en un macizo montañoso poco menos que inaccesible.

Capítulo XXV. Poder o belleza
     La nutrida expedi­ción abandonó la bahía. El destino era Sayara, la ciudad de los alcores. La caravana se desplazaba lenta, dificulto­sa, a través de paisajes boscosos y arriscados en los que el reciente temporal sembró múltiples erosiones. En cabeza del cortejo podía distinguirse a Yaidé y a su reducido séquito. Cerca de la dama aparecía Yunán, que no quiso prescindir en esta ocasión de la compañía de Policronio. Y a corta distancia, insertado entre la mujer judía y el agareno, destacaba la presencia del más joven de los jefes godos, Witerico. Todos contaban a su alrededor con servido­res o acompañantes propios. A Yaidé le fueron asignadas dos escla­vas y una guardia personal de seis hombres. Yunán disponía de quinien­tos gue­rre­ros distribuidos a lo largo de la caravana. Witerico, a su vez, llevó consigo una docena de jinetes extraídos de la partida que acompañó al conde Julián hasta Alcázarseguer.
     La vanguardia de la comitiva ofrecía un aspecto de lo más variopinto, di­ríase formada por una representación de razas y creencias cuyos miembros fueron dotados de vistosos atuendos y monturas impares. Yaidé, beréber rifeña, judía diaspórica, se cubría con albadena rosada y sobreveste azul, obsequios del valí, y había escogido para el viaje una sosegada mula de pelo cano. Yunán, árabe me­quense, musulmán de obediencia omeya, usaba ropaje blanco con turban­te y montaba sobre un corcel bayo. Griego hespérido y cris­tia­no de rito bi­zantino, Policronio vestía camisola rayada, chaleco de cuero, calzón negro zahonado, botas de media caña y almejí en tono terroso, e iba transpor­tado animosamente a lomos de un almifar o caballo ligero. Por su parte Witerico, godo toleda­no, cristiano romanizado, recubría su cuerpo con indumentaria guerrera en la que no faltaban el peto acorazado y el casco, y cabal­gaba sobre caballo alaza­no. Junto a tales persona­jes, un sinfín de coloridos y ajuares completaban la singu­lar caravana de alimentos.

jueves, 28 de mayo de 2020

Ejemplares en papel impreso, no hay nada igual



No puedo estar más satisfecho, Amazon me ha enviado unos ejemplares de mi novela y tienen una calidad muy aceptable, incluyendo la letra. La novela se titula “Viento de furioso empuje”, 2ª edición, revisada en marzo de 2020. Cuesta 16,34€ y antes de una semana te la envían a casa. Gracias, amigos, y animaros si os gusta la lectura en papel.

martes, 26 de mayo de 2020

Párrafos destacados (24)


Me valgo hoy del capítulo XXIV de la novela “Viento de furiosos empuje” (a la venta en Amazon) para comentar el anuncio de Tariq respecto a una posible fecha del cruce del estrecho, laboriosa singladura efectuada mediante cuatro galeras cedidas por el conde Julián y realizada en un ir y venir inevitable entre Alcázarseguer (África) y Carteia (Cádiz). Se inicia así la invasión de Hispania por los musulmanes.

Capítulo XXIV. La intriga

     Entre los habituales ventarrones del estrecho gaditano, como incitando a la hueste musulmana a servirse del mar, la naturaleza ofrecía amplios períodos de brisas o calmas mañaneras. Habíase cumplido ya, además, el plazo concedido por el emir Musa para el recluta­miento y la preparación del áscar rife­ño. El valí, al considerar ambas circunstancias, creyó llegado el momento de insinuar una fecha para embarcar hacia Hispania; fecha que debería ser fijada con mayor exac­titud en su momento, que la última palabra en el cruce del estre­cho correspon­día siempre al grado de irritación de Eolo, dios del viento.

domingo, 24 de mayo de 2020

Párrafos destacados (23)


No es sencillo entresacar párrafos de una novela como “Viento de furioso empuje” (a la venta en Amazon) cuyos capítulos suelen superar las 25 páginas. Lo que significa que bastantes de esos capítulos dan mucho más de sí que un simple extracto destinado a las redes sociales y a promocionar una novela sobre la que aún estoy por conocer (con perdón) que alguien la haya considerado mediocre o aburrida.

Capítulo XXII. El valle de Hamadán
     Corría esa hora del resistero en la que el campamento de Alcázarseguer solía quedar inactivo a causa del sopor de un clima templado, de la laboriosi­dad y el cansancio acumulados durante la mañana y del efecto de unas racio­nes que, si bien menguadas, la tropa había remendado a sus expen­sas y consumi­do con avidez.
     Extrañamente sin música, sin esclavos ni guardianes a la vista, el gran aposento de Tariq acogía tan solo a la pareja de nobles magrebíes, narrador él, oyente ella. Diríase que Tariq no deseaba que nadie más pudiera escuchar el relato.
     Bien dispuesto a la sazón, el valí obsequiaba a su invitada con el abundante caudal de unas historias que se alejaban más y más del desenlace buscado por la dama, la conversión. El magrebí refería ese inquietante punto en el que los bandidos perseguían a unos cafileños que no desea­ban plantarles cara, sino que buscaban esquivarlos como buenamente fuese. La huida, en extremo azarosa a juzgar por la narración de Tariq, proseguía a través del gran valle que conducía a Hamadán.

viernes, 22 de mayo de 2020

Párrafos destacados (22)


Hay varios capítulos de “Viento de furioso empuje” (a la venta en Amazon) en los que se producen hechos que podrían catalogarse de milagrosos y que afectan sobre todo a Tariq ben Ziyad, el brillante militar rifeño que sobrepasó en mucho las directrices de su superior, el emir Musa, y encabezó la conquista de la Hispania visigoda. Cuenta la leyenda que Tariq solo obedecía órdenes de Sulaymán, el príncipe heredero de la dinastía Omeya.

Capítulo XXII. Contentaforajidos
Recuerdo que la caravana en la que viajaba, aprestada para afrontar ciertos peligros, avanzaba a través de un gran valle. La ciudad de Hamadán se hallaba a la vista y todo hacía pensar que antes del anochecer llegaríamos a sus puertas. No se me olvidará nunca la distribución de la caravana. Las bestias, atadas de a cada cinco, iban agrupadas en cuatro recuas, camellos en el centro y mulas o borricos a los costados. Cada quince o veinte animales se situaba uno de los caravaneros, por si fuese preciso cortar las traíllas en el caso de que un fardero cayera o se hiciera nece­sario retornar a la fila a cualquier hato de animales espantados por una alimaña.

Algo rezagado, en la mejor situación posible para evitar el polvo, avan­zaba un reducido grupo de mujeres, sirvien­tes y escla­vos, junto a los que yo viajaba. Y cerrando este segundo grupo, algunos guerreros. En la vanguardia y en las alas, aleja­dos de las reatas con el fin de avisar a tiempo de cual­quier peligro, se situaban otras tres partidas de guardia­nes de unos treinta hombres cada una. La gran caravana, en su conjunto, sumaría más de seiscientas personas y otros tantos farderos…

miércoles, 20 de mayo de 2020

Párrafos destacados (21)


A medida que avanza la selección de párrafos, es posible comprobar que la obra “Viento de furioso empuje” (Amazon) trata de ofrecer a sus lectores lo que se ha denominado (con cierta pedantería) “novela total”, es decir, el tipo de ficción en la que no falta de nada: desde el hecho milagroso a la tragedia humana, pasando por la faceta humorística, la búsqueda de un libro profético, la comisión de delitos y supercherías, la aventura más descabellada…

Capítulo XXI. Susa
     Progresaba el día templado y fúlgido. El ajetreo de las tropas y menestrales, instruyéndose con no poca intensidad o elaborando armamento y útiles para la guerra, constituían unas actividades a las que Tariq dedicaba siempre las mañanas. Aquel día lo hizo en compañía de sus invitados godos, a los que mostró la indudable calidad y disciplina del ejército.
     La claridad ofrecida por el sol de mediodía, regresado ya el valí a la gran tienda, junto al perfume de las alhucemas silvestres, la ilusión ante la cercana aventura en Hispania, despertada por el lejano vocerío de los gue­rreros adiestrándose, y el deseo de contemplar otra vez a la fascinante mujer judía, determinaron que Tariq la reclamara a su presencia en cuanto despidió a Julián y sus acompañantes. Todo en el ambiente le recordaba a Yaidé.
     Apareció bella, sonriente, muy segura de sí misma. Al rais musul­mán le faltó tiempo para invi­tarla a compartir el más confortable rin­cón de su tienda. Tras las primeras expresiones, referidas al día luminoso como contraste a las desapacibles jornadas anteriores, ambos líderes pasaron a tra­tar el inconcluso asunto de las conversaciones previas.

lunes, 18 de mayo de 2020

Párrafos destacados (20)


Los párrafos de hoy sobre “Viento de furioso empuje” (a la venta en Amazon) son inéditos en Internet. Eso sí, fueron publicados en la primera edición de la novela (solo en papel) y ahora vamos por la segunda, revisada, ampliada y con opciones de papel o ebook. Como ejemplo de cierta singularidad, diré que las siguientes 500 palabras aluden al lugar más extraño del mundo en el que ocultar libros.

                                            Capítulo XX. El guardián de los libros
            Yunán y Policronio se habían distanciado un buen trecho de la cabaña. Cruza­ban el bosquecillo camino del río, pero no en busca del dificultoso sendero por el que llegó Yunán, sino al encuentro de otra vereda más transitable que el pastor conocía y que se hallaba a corta distancia de la anterior. Caminaban ojo avizor, recelosos de toparse con la fiera herida. Cualquier sonido de la floresta les alertaba aún más y ocasionaba que el avance fuese lento.
            El camino comenzó a descender. En ese punto, Policronio dejó su carga detrás de unas matas y decidió internarse en el bosque.
            —Dame los libros, Yunán, vamos a guardarlos.
            —¿Guardarlos aquí? —preguntó extrañado Yunán.
            —Sí, aquí, sígueme.
            Avanzaron un poco más entre la maleza, apartaron diversos matorrales y espinos que impedían el paso y se plantaron ante una pared rocosa en la que se abría un pequeño orificio semejante a una madriguera de alimañas. La entrada del escondrijo, que en realidad era suficiente para que entrase una persona, estaba casi oculta con rastrojal seco acumulado por el viento y algunas piedras que Policronio tuvo que retirar tras dejar los libros a mano. El bizantino se agachó e introdujo su cuerpo en la abertura, comenzando por las piernas. Desapareció en el interior de la madriguera y al cabo de un instante sacó los brazos, tomó con cuidado los libros y se volvió a internar. Yunán, que se encontraba agachado frente a la entrada, advirtió que una luz resplandecía en el interior y oyó que Policronio le llamaba.
            —Yunán, ya puedes entrar, quiero enseñarte lo que hay aquí. Ten cuidado al principio, el techo es muy bajo, tendrás que caminar en cuclillas.
            Intrigado ante la llamada, Yunán no se lo pensó dos veces y se introdujo en la covacha. En esos instantes la curiosidad influía en él mucho más que la prisa. Caminó agachado una docena de pasos hacia una luz que Policronio, erguido, mantenía en la mano. Cuando llegó a su altura, donde la covacha se agrandaba en todos los sentidos y se convertía en una gran caverna de techos altos, el bizantino agarró su brazo y le ayudó a ponerse en pie. Yunán, entre las piernas entumecidas y la escasa luz, tardó algún tiempo en reparar que había entrado en un mundo de otra era. Las paredes aparecían cubiertas de pinturas rupestres, algunas de ellas bicromales, que representaban la caza de fieras salvajes. También pudo distinguir escenas de caballos, ciervos, gacelas, felinos y elefantes en actitudes diversas, además de cuantiosos signos triangulares y huellas de manos.
            —¡Dios bendito, lo que hay aquí! —profirió Yunán—. Podrías haberme avisado.
            El bizantino, que aguardaba en silencio las reacciones de Yunán, se limitó a contestarle.
            —Me gusta sorprender, sígueme a otra sala y dejaremos los libros.
            Continuaron a lo largo de varios pasadizos, donde a veces precisaron sortear restos de huesos humanos y ajuares de apariencia muy arcaica. Concluyeron su recorrido frente a una sala menor en la que, desentonando a más no poder de todo lo anterior, se ubicaba un gran armario de madera. Policronio se acercó al armario, lo abrió y le dijo a Yunán:
            —Estos son mis libros, tengo más de doscientos. Doscientos siete para ser exactos.

domingo, 17 de mayo de 2020

Párrafos destacados (19)


De nuevo extraigo unos párrafos de la novela “Viento de furioso empuje” (A la venta en Amazon, tapa blanda y ebook), alusivos en esta ocasión a un nuevo personaje, Policronio, que se las da de culto o muy culto porque domina como pocos a los clásicos. ¿Razón? Asegura que su origen es griego y ha nacido en Mallorca, que en su caso son motivos más que suficientes para poseer tal condición.

Capítulo XIX. El vino
     El jerife se acercó a la alacena, tomó uno de los códices entre sus manos, lo aproximó a la lámpara y leyó algunos datos de la primera página: ANÁBASISobra de Jenofonte de Erquía, hijo de Grilo y Diodora. Aquí hallarás en siete libros la narración acerca de la retirada de los «diez mil».
     —… ¡En verdad que es un libro valioso! —exclamó Yunán—. Había oído hablar a mis preceptores de este texto y nunca tuve ocasión de leerlo. Es más, oí cómo lo citaban recientemente en una librería egipcia.
     —Y el otro, aunque incompleto, puesto que le faltan varias hojas del final, aún posee mayor valor —afirmó Policronio, exhibiendo un nuevo gesto en el que parecía indicarle a Yunán: «Al haber leído yo estas obras, no tengo más remedio que saber tanto griego culto como tú»—.  Se trata, nada menos, que de una versión antiquísima de LOS NUEVE LIBROS DE LA HISTORIA, de Heródoto de Halicarnaso, padre inspirador de historiadores.
     Yunán sonrió ante el gesto implícito de desafío cultural. Según hablaba Policronio, el agareno tomó el otro libro y observó que estaba encuadernado con planchas de madera que se ataban con unas correas finas y que en su interior, plegados en forma de cuadernillos, había una sucesión de pergaminos sin coser, cubiertos por ambas caras de caracteres a dos columnas que repasó y que, deteniéndose en el librillo inicial, comenzó a leer en voz alta: Ésta es la exposición de las investigaciones de Heródoto de Halicarnaso, para que no se desvanezcan con el tiempo los hechos de los hombres y para que no queden sin gloria grandes y maravillosas obras, así de los griegos como de los bárbaros

sábado, 16 de mayo de 2020

Párrafos destacados (18)


Otro principio de capítulo, en este caso el XVIII, de la novela “Viento de furioso empuje” (2ª edición revisada y ampliada. A la venta en Amazon), nos invita a leer el encuentro de Yunán con un nuevo personaje, Policronio, que será decisivo para que el relato tome un aspecto más aventurero y, sobre todo, más humorístico. Policronio es un joven dicharachero, de origen greco-hispano, al que es casi imposible rebatirle sus ideas preconcebidas y muy propenso a las citas de autores clásicos.

Capítulo XVIII. El joven herido
     La cabaña parecía a salvo de los desmanes externos. Todo estaba un poco revuelto, ordenadamente revuelto, pero sin señales apreciables de que hubiese habido lucha en su interior. Una aldaba de madera que se hallaba en el suelo, partida en dos trozos, representaba la única evidencia de posibles forcejeos. Por lo demás —dedujo Yunán—, la bestia que ocasionó la matanza parecía haber­se alejado, dejando como secuela de su paso los cadá­veres de las cabras, el coro incesan­te de graz­nidos carroñeros y el cuerpo lesionado del mu­cha­cho.
     Ante semejante situación, el agareno creyó que su presencia en la cabaña resultaría más útil que en la bahía. Una persona herida precisaba ayuda y no deseaba abandonarla para asis­tir a la firma del tratado con los godos. El rais debería de aceptar su ausencia y conseguir otro escribano llegado el caso.
     Yunán quiso buscar un paño para curar al herido y decidió, lámpara en mano, inspec­cionar el recinto. Entre los muchos enseres de la cabaña, donde se advertía un camastro desplegado y otros ocho o diez recogidos y apilados, descu­brió un arco ligero y una aljaba con varias flechas. Hacia el centro, en la pared opuesta al fuego, distinguió un par de orzas con tapas de madera, una de ellas contenía agua y casi rebosaba el recipiente y la segunda, de la que fluyó un aroma intenso al destaparla, se hallaba poco menos que mediada de vino. A dos palmos por encima de los recipientes se situaba una alacena colgada en la pared, con varios quesos y panes. Y poco más al fondo aparecía otro estante con un par de códices y una colección de fi­guritas de madera, junto a las que se apreciaba una camisa lim­pia de color verdoso, doblada con es­mero.
     Yunán se extrañó ante la presencia de los libros en una cabaña de pastor, si bien no quiso averiguar en ese instante sobre qué versaban y prefirió atender a lo más urgente. El árabe sacó un pequeño cuchillo de la caña de su bota, tomó la camisa, la rasgó y empapó varios trozos en el agua. Primero humede­ció el rostro del mucha­cho para reani­marle y de ese modo tra­tar de averi­guar qué clase de herida sufría.

viernes, 15 de mayo de 2020

Párrafos destacados (17)


En “Viento de furioso empuje”, novela histórica del siglo VIII (Amazon), hay un capítulo donde Yunán siente una gran frustración ante determinados acontecimientos que debe secundar y decide alejarse del campamento de Tariq. Precisa meditar sobre su insólita misión en el extremo del mundo.

Capítulo XVII. La cabaña
       Seguían los ríos bajando crecidos.
    Crecido era el deseo de Yunán, tras los fuertes aguaceros de jornadas anteriores, por reencontrar­se con los parajes agrestes que envolvían el sur de Alcázarseguer. Crecida era su inclinación para deambular manu­miso de tiendas, alborotos y conjuras. Aspiraba a contemplar en soledad la natura­leza de la zona y a medi­tar sobre las tensiones producidas en la víspera.
     La noche fue larga, de apariencia falaz… Durante algunas horas, concluido el encuentro con los godos, el desasosiego acompañó a Yunán. Permaneció pensativo en su tienda, disgustado a ratos con el valí y todavía más consigo mismo. Lamentaba su falta de perspicacia para entender cuantos sucesos y presunciones se produjeron durante aquella reunión. Parecía demasiado lo que aún debía aprender si es que alguna vez aspiraba a gobernar un emirato. Poco antes de adormilarse llegó a una conclusión: «Preciso meditar sobre mi extraña misión en el extremo del mundo. No sobre la búsqueda del libro, que es una tarea tan dificultosa como nítida, sino acerca de mi respaldo a un grupo de hombres que no despiertan mi confianza ni mi simpatía». En sus deseos de reflexión, esta vez no influyó la crítica a ese islam entendido como un pretexto para que muchos de sus gobernantes alcanzaran el poder y la riqueza, sí lo hizo el desengaño hacia una misión que le obligaba a encubrir no poca vileza y a contrastar la ambición de los insurrectos visigo­dos, cuyo respaldo sólo podía aceptarse si se apostaba por la incontinencia en la avaricia o el deseo irrefrenable de mando. Fue, sobre todo, la necesidad ineludible de poner en duda la honestidad de Tariq, a quien había elevado a lo más alto desde que oyó hablar de él en Persia y durante los meses de su estancia en Alcázarseguer.
     Al amanecer, después de conciliar un par de sueños lige­ros y aun a riesgo de que el valí pudiera necesitarle y no le hallase, Yunán decidió unirse a una de las partidas de caza que recorrían a diario la comarca.

jueves, 14 de mayo de 2020

Párrafos destacados (16)


De la novela “Viento de furioso empuje” (a la venta en Amazon) extraigo hoy unos párrafos del inicio del capítulo XVI que aluden al encuentro entre los musulmanes y los visigodos de Ceuta, entre los cuales figura nada menos que Witerico, quien más adelante queda definido por su recia personalidad.

Capítulo XVI. Witerico
     Había transcurrido demasiado tiempo des­de que la última azalá fue rezada. Para entonces, músicos y siervos de la gran tienda acumulaban no pocas horas de esfuerzo a pie de instrumentos y ofi­cios. De vez en vez, algunas notas descarriadas surgían quejumbro­sas, como produci­das por instrumen­tos insolentes que los com­ponen­tes de la banda no eran capaces de dominar. De otro lado, miradas adormecidas o suplicantes apuntaban insistentes en dirección al valí. Los sirvientes, igual que los músicos, reclamaban así la conclusión de una velada que se había dilatado en exceso. Tariq reparó al fin en la situación de sus servidores y les hizo señas autorizando a que se retira­sen. Solo unos pocos hombres de la guardia y algún lacayo permanecieron en el inte­rior del gran aposen­to, el resto abandonó presuroso el lugar antes de que el infati­gable rais decidiese cambiar de opinión.
     Sobrevino el silencio. La música dejó de sonar justo en el instante en que los godos se acercaban al encuentro del jefe beréber, con el que había permanecido Yunán. Un encuentro que resultaba harto extraño en horas tan avanzadas, si bien el interés de ambas partes en la negociación le conferían normalidad.
     Bogud penetró solemne en la gran tienda y anunció la presencia de los gotones. Tariq les saludó con un gesto tradicional. Se puso en pie y se llevó escalona­damente la mano derecha hasta la altura del corazón, la boca y la frente, mientras profería palabras de acogi­miento hacia los visitan­tes.
     —Me alegro de veros. Bienvenidos[1] a esta sencilla tienda que os ruego consideréis propia.

[1] Tariq decide no usar con los cristianos la fórmula tradicional musulmana: “La paz sea contigo” (al-salám alayka). El término salám incluye deseo de salud eterna que no es apropiado formular a seres de otra religión.

miércoles, 13 de mayo de 2020

Párrafos destacados (15)


En la novela “Viento de furioso empuje” (a la venta en Amazon), hay un capítulo que nos anuncia lo sobrenatural, es decir, la narración de hechos misteriosos cuya prueba se encuentra grabada en un objeto oculto bajo llave, envuelto en un paño verde (color del islam) que permanece en poder de Tariq.

Capítulo XV. El paño verde
     Transcurrió una jornada casi completa desde que Yunán fue testigo de la singular llegada de Yaidé al campamento. En esas horas, aun cuando Tariq aludió a que precisaba consultar con sus consejeros, no le había llamado para departir como acostumbraba. Atribuía el hecho a la continuidad de una negociación nada fácil entre el valí y su visitante, donde quizá se habían expuesto otras opciones que afectaban a la expulsión del islam del norte de África y eran aún menos recomendables para la presencia de un árabe.
     En el silencio de la segunda noche, velado acorde por la música que de la tienda de Tariq fluía, sonó la alarma en el sector orien­tal del campamento islamita ante la llegada de un grupo de jinetes. Aullidos lejanos de perros merodea­do­res, rece­losos ante la escucha del tropel y casi ab­sortos en la tarea de dis­putar a dentelladas el escamocho, apenas logra­ron ate­nuar el ruidoso trotar de las cabalgaduras: Julián y su escol­ta acu­dían a la cita con el valí mauritano.
     Una treintena de hombres componía la custodia del conde. Al frente de la marcha, destacados un corto tre­cho, avanza­ban cuatro soldados provistos de grandes hachones encendi­dos que iluminaban parte del embarrado camino. Los visigodos resolvieron emprender la salida hacia el atardecer, transcurrido un día del cesar de la lluvia, cuando las partidas sayaras se retiraban en dirección a sus montañas y los desplazamientos se ha­cían más seguros pese a la oscuridad.
     Las voces de alerta también fueron advertidas por Yunán, que esperaba impaciente desde que el temporal hubo calmado y suponía que la llegada de los godos no tardaría en provocar nuevos acontecimientos.

martes, 12 de mayo de 2020

Párrafos destacados (14)


La entrada de hoy corresponde al capítulo XIV de “Viento de furioso empuje” (Amazon), alude a una reflexión de Yunán acerca del polémico encuentro entre el musulmán Tariq y la judía Yaidé, ambos empeñados en establecer una paz en la región del Rif siempre que el contrario renuncie a su religión.
Capítulo XIV. Yaidé bar Hasdai
     Para Yunán, espectador privilegiado de aquel encuentro, no cabía duda alguna que el aire de ofrecimiento y cesión del valí poseía un fin: Formaba parte de la dote de gestos, inflexiones de voz y silencios marcados —como a él mismo le sucedió con Musa unos meses atrás—, de la que toda transacción se halla bien surtida y que algunos negocia­dores precisan usar para que el contrario se confíe y descubra sus intenciones reales. Daba la impresión de que Yaidé intentaría lo­grar un acuerdo mediante el cual su pueblo quedase soberano, sobre todo en lo tocante a la religión, si bien no intuía aún en qué términos propondría el acuerdo y qué precio deberían pagar las par­tes.
     De no plantearse una propuesta clara de cualquiera de ellos, forzoso sería pensar que se hallaba ante una pareja hermética y que la visita de Yaidé no tenía justificación alguna. Para el jerife, lo más impro­cedente del pernoctado negocio con la dama era que los godos llegarían apenas en unas horas, o como mucho al día siguiente, y no consideraba prudente enzarzarse demasiado con ella y reincidir una y otra vez en unos argumentos que podían llegar a dilatarse durante meses. El equilibrio con ambos adver­sarios del islam, los godos de Ceuta y los saya­ras judíos de las montañas, debía ser exquisito; no en balde se trataba de poten­ciales asociados en la atrayente empresa de llegar hasta Toledo y conseguir el libro profético.

lunes, 11 de mayo de 2020

Párrafos destacados (13)


Extraídos de la novela histórica del siglo VIII, “Viento de furioso empuje” (Amazon, tapa blanda y ebook), inserto unos párrafos que aluden al conde Julián, antiguo vasallo de Witiza, y a la situación que se vive en Ceuta, ciudad a la que Julián, tras entregar Tánger al islam, aún denomina condado.

Capítulo XIII. El Rif
     Poco más de un año atrás, a la muerte del rey hispano Witiza, el abastecimiento de Ceuta había cesado con brusquedad, lo que obligó a los moradores de la ciudad del estrecho a pactar una auto­nomía muy precaria con el poder agareno y a cederle a ese poder, a título de quebran­to menor, la rica e indefendible zona de Tánger. Tal inte­rrupción en el suministro de víveres sin duda atizó el inmode­ra­do rencor, en parte exculpable, que tanto los ceu­tíes de origen godo como beréber —Bizancio y su pre­sidio eran ya historia casi olvidada— profesaron a partir de entonces al nuevo rey hispano, abúlico personaje en los asun­tos de África y diligente represor de algunas tribus de vasco­nes o cántabros que entraron en rebeldía.
     Pero el conde Julián, hombre lomienhiesto, señor de Ceuta y vasallo antiguo del rey Witiza —acaso fue esta última condición la que motivó que Rodrigo le desamparase—, po­seía mal resignar y mostrábase decidido a cambiar su suerte. El altivo conde, en conciliábulo con ciertos nobles de ideas afines, estable­ció contactos con el emir Musa en Kairuán. Se perseguía el propósito de entronizar a Aquila, joven y moldeable heredero del fallecido monar­ca hispano. A tal fin, Julián solicitó al emir el concurso de un ejérci­to capaz de enfrentarse a las tropas de Rodrigo, en apoyo de la facción vitizana que intentaba derrocarle.
     ¿Qué se le podía ofrecer a Musa para que éste aceptara el riesgo de perder valiosas tropas en Hispania? Julián, en nombre del Consejo vitizano, le aseguró al sa­rraceno que obtendría considerables riquezas per­tene­cientes a los seguidores del, según ellos, usurpador Rodrigo. Y como anticipo de esa promesa, para cuyo cumplimiento se embarcó hacia Kairuán el correspondiente lote de rehenes, fueron remiti­das a Musa unas cuantas talegas del oro que Abdelaziz manejaba y que Yunán conocía.

domingo, 10 de mayo de 2020

Párrafos destacados (12)


En “Viento de furioso empuje” (a la venta en Amazon, 2ª edición en tapa blanda y ebook), los protagonistas de la novela llegan a Cartago, ciudad arrasada unos años atrás por el déspota Hassan ben Naamán, antecesor del emir Musa, y causa principal del enorme desengaño que Yunán recibió al observar tanta barbarie. 

Capítulo XII. Cartago 
   Entre uno y otro fondeadero, donde se hacía preciso recalar tan pronto como la luz del sol iniciaba su declive y anunciaba la encalmada del viento, diez y ocho días invirtió el Yerba en realizar la travesía desde Alejandría hasta Cartago. Para Yunán fueron unas jornadas en las que el mayor aliciente consistió en departir con Idulfo acerca de Hispania, exuberante tierra de vides y de olivos que a cualquier viajero árabe que la pisara, máxime si se mostraba propenso a conocer otros pueblos, le suponía el estímulo adicional de haber alcanzado el extremo occidente de la Tierra Grande, donde no había nada más allá salvo un enorme océano tenebroso.
   Ahora, desde una posición bastante cercana a Cartago, calculada por el capitán Tartús en unas tres horas para el atraque en el puerto, Yunán no pudo evitar repasar en su mente lo que conoció pocos años atrás sobre el mal proceder del emir Hassán ben Naamán, cuyas nefastas secuelas le habían sido confirmadas recientemente por su amigo Abdelaziz.
   Yunán solo esperaba encontrar en Cartago, además de un vacío de población que llevaba aparejada la mayor deshonra hacia la causa árabe, ingentes rastros de barbarie que creía absolutamente impropia de cualquier religión compasiva. Y es que al islam, prescindiendo de una trayectoria plagada de excesos en su nombre, algunos no dudaban en calificarlo como de abiertamente compasivo… o al menos así lo pregonaban ciertos ulemas al servicio de un poder religioso que no siempre se armonizaba con el político, aun cuando el califa fuese la cabeza visible de ambos poderes.
   A partir de la embocadura del puerto comercial de Cartago, de planta rectangular, Yunán percibió las primeras muestras de desolación en el lado de tierra: Cientos de edificaciones con restos ennegrecidos causados por los incendios, que más de una década de lluvias no habían disimulado del todo, se añadían a un estado ruinoso generalizado y era cuanto quedaba de la majestuosa capital del exarcado bizantino de África. Pero ahí no concluyó la desolación, según avanzaba el Yerba a través del canal que debía conducirles al puerto militar de Cartago, de trazado admirable por su forma circular, con una espaciosa isla central creada artificialmente que aún conservaba parte de las atarazanas y numerosos varaderos en la ribera externa, Yunán observó una destrucción aún más extendida hacia el lado norte de la ciudad: Las calles rectilíneas y paralelas a la costa, con cientos y cientos de casas que sin duda fueron magníficas en años recientes, habían sido transformadas en incontables lomas de escombros. «¡Dios, al anterior emir debió llevarle años y años crear tanta desolación!». «¡Maldito sea quien no distingue entre adversario y enemigo y opta por arrasar sus propiedades en nombre de una fe ciega!». «¿Cuándo amainará este viento de furioso empuje que nos ha llevado a los árabes, un pueblo de naturaleza hospitalaria, a la conquista de tres continentes y treinta reinos?».

sábado, 9 de mayo de 2020

Párrafos destacados (11)


La búsqueda del capitán Tartús comprende buena parte del capítulo XI de la novela “Viento de furioso empuje”. Encontrar a quien dirige la nave, desaparecido en Alejandría, la gran urbe egipcia de la época, no será tarea fácil para unos recién llegados que apenas conocen la ciudad. (A la venta en Amazon, tapa blanda y ebook). 

Capítulo XI. Alejandría.

Yunán reparó en lo paradójico de sus recientes planes. Las circunstancias le habían desbaratado el sugestivo viaje a las pirámides y a la ciudad campamento de Fustat, capital de la provincia de Egipto. A cambio, no esperaba algo distinto a un callejeo urbano durante varias noches, que a lo sumo le haría observar la marginalidad de los alrededores del puerto de Alejandría, urbe en la que tanto y tan valioso podía contemplarse en cualquiera de los sentidos a los que uno se refiriese.
Se pasaron más de tres horas dando vueltas aquí y allá. Hablaron infructuosamente con todo el que les salió al paso ofreciéndoles unos estímulos que se relacionaban, por lo común, con el pasatiempo carnal previo pago de su importe, fuese con hombres, mujeres e incluso jovencitos a estrenar de uno u otro sexo. También les invitaron a formar parte de una timba de dados que admitía altas apuestas y ganancia segura, situada en una sala de confianza en la que era imposible perder a juicio del sujeto que aspiraba a enrolarles en la partida. Un sujeto que resultó de lo más molesto y pegajoso, auténtico noctívago al decir de Yunán, hasta que desapareció como por ensalmo en cuanto se oyó la llegada de la ronda nocturna, con la que se cruzaron varias veces. Ronda a la que interrogaron sin éxito y sobre la que podría certificarse que poseía la facultad de dejar casi desiertas durante un tiempo las calles por donde circulaba. 
Asimismo, les invitaron a entrar en alguna sala donde la medicina del opio les sería servida en toda su pureza, lo que suponía un remedio eficaz contra cualquier mal del cuerpo o del espíritu y acerca de cuyos gratos efectos nadie podía dudar puesto que incluso en Roma, sede de cualquier progreso durante siglos, habían acuñado monedas con la benéfica efigie de la adormidera, como así les demostró, moneda en mano, el pedante fulano que les dio una charla sobre las indiscutibles ventajas de consumir opio con regularidad. Eso sí, a condición de que el consumo fuese en el salón de su patrón, sin duda alguna el de mayor prestigio de Alejandría, y siempre que se dispusiera del patrimonio necesario para costearse tan alta utilidad. 
Ni que decir tiene que fue al menos en tres lugares distintos, cuyas ofertas anduvieron solapadas por unas cuantas promesas de adivinarles el número de hijos que engendrarían o los años que iban a vivir, donde trataron de convencerles de que, en realidad, lo que ellos precisaban era un baño de vapor destinado al reposo de los músculos, al que seguiría un agradable masaje y una no menos relajante inmersión en la alberca anexa, de aguas perfumadas. Según les oyeron decir a los respectivos agentes de las salas de baños, que se expresaban por un igual y todos dando palabra de suprema excelencia en el servicio, Yunán y Abdelaziz serían tratados como unos príncipes a los que, para concluir la hidroterapia y sus diversos preámbulos, se les daría la opción de escoger una belleza del sexo y raza más apetecido junto a la que despedir la noche.
         Entraron igualmente en los más dispares establecimientos de bebidas o comidas, en alguno de los cuales la variedad de platos, guisos humeantes elaborados a la vista y olores apetitosos les asombró sobremanera y supusieron para Abdelaziz la mayor tentación de aquel rosario de peripecias nocturnas, de modo que le comentó a su amigo que volverían allí cuanto antes y con el tiempo necesario. Yunán, por su parte, estuvo a punto de ser atrapado por la deslumbrante mujer que se acercó a él en lo que vino a ser un prostíbulo de lujo, cuya media docena de pupilas parecían surgidas de entre las más bellas odaliscas de un harén regio. Pero nada lograron averiguar del capitán Tartús. Todo fue en balde.

viernes, 8 de mayo de 2020

Párrafos destacados (10)


En la novela “Viento de furioso empuje” (Amazon) el aspecto religioso se manifiesta en muchas de sus páginas: cristianismo versus islam, con abundantes diálogos entre sus protagonistas a favor o en contra de una religión determinada e incluso con reflexiones de Yunán sobre la rivalidad entre el amor a Dios y a los seres humanos.

Capítulo X. Los hijos
Yunán contemplaba la escena y se le partía el corazón. En apariencia, Abdelaziz idolatraba a sus hijos y aún quería a la madre, o al menos la respetaba con gran afecto a pesar de su condición de cristiana. Ahora comprendía las palabras de su amigo cuando le habló de las contrariedades de ser el hijo de un personaje tan notable como el emir Musa, al que Abdelaziz no se atrevió a confesarle que tenía varios hijos con una mujer no musulmana. Yunán concluyó para sí con varias frases que venían rondando su mente desde hacía tiempo:

«¡Ah, la religión, cómo arrincona a veces el amor hacia nuestros semejantes y lo convierte en rechazo fanatizado! Estoy seguro de que el abrazo entre Abdelaziz y sus hijos es más agradable a los ojos de Dios que la mayor de las mezquitas abarrotada de musulmanes que rezan sin cesar. Cada día me siento menos inclinado a creer en el Dios que han concebido los hombres. Las religiones, aun cuando te acerquen al Altísimo, con frecuencia te alejan de los seres humanos. No confío nada en que el islam se mantenga liberador y no se fanatice hasta convertirse en una creencia opresiva. ¡Dios mío, perdona cuanto de blasfemia pueda haber en mis pensamientos!, comprenderás que es nuevo para mí observar cómo el amor de una familia queda truncado a causa de la distinta fe que profesan sus miembros...».

jueves, 7 de mayo de 2020

Párrafos destacados (9)


Recurro hoy al capítulo IX de la novela “Viento de furioso empuje” (a la venta en Amazon), de cuyas páginas entresaco una reflexión de Yunán. Alude a Justiniano II, uno de los emperadores más tiránicos y sanguinarios que soportó el Imperio romano de Oriente, a cuyo lado toda maldad quedaba oscurecida.

Capítulo IX. La herejía
Yunán no quiso presumir de la buena información que poseía a través de su padre. Prefirió callar que conocía la atroz represalia practicada por Rhinotmetus, un apelativo que con desprecio se le daba a Justiniano II en Damasco. También escogió omitir que en la corte omeya se sabía de sobras que el emperador, durante su destierro, se cargó de un odio tan irracional hacia los dos hombres que habían osado sentarse en lo que consideraba su trono, que a la vuelta dispuso para Leoncio y Tiberio III, cuyo verdadero nombre era el de Aspimar, la ejecución más afrentosa y atroz. Justiniano ordenó que se les atara, se les tirase en la arena del hipódromo y se les pisara con fuerza hasta hacerles morir. Al mismo tiempo que se practicaba la macabra ceremonia, el numeroso público debía corear el salmo 57* de la Biblia, que hace referencia al león y la víbora y que el desquiciado emperador creyó apropiado por analogía con los nombres de Leoncio y Aspimar, así como por aludir al gozo de lavar los pies en la sangre del malvado.

*Salmo 57...Desviáronse los impíos desde el seno de su madre, desde el vientre erraron los que dicen mentira. Veneno tienen semejante al veneno de serpiente, al veneno del áspid sordo, que tapa sus oídos. ...¡Oh, Dios!, tritúrales los dientes dentro de su boca; quiébrales las muelas de leones, Señor...

miércoles, 6 de mayo de 2020

Párrafos destacados (8)


En esta nueva selección de párrafos, asimismo entresacados de la novela “Viento de furioso empuje” (a la venta en Amazon), se describe el ambiente del comedor de la Posada de la Cuba, cercana a los puertos de Tiro, donde nuestros protagonistas se han alojado a sabiendas de que la ortodoxia del islam la rechazaría por completo.

Capítulo VIII. La cena en la Posada de la cuba
   El posadero guió a Abdelaziz y a sus acompañantes hasta el comedor. En el centro de la sala se ubicaban dos grandes mesas alargadas de mampostería, de unas treinta plazas cada una, más sus correspondientes taburetes. Una de las mesas aparecía casi llena de comensales, entre los que figuraba ya la gente de Abdelaziz. Ocho o diez mozos, alguno de ellos con la misma cara de Ulpiano, servían pan, jarrillas de vino, fuentes de morralla de pescado frito, sopa de verduras y guiso de carne.
            Los mozos iban emparejados en el reparto de la cena, uno aguantaba la olla humeante y el otro, manejando un gran cucharón, fijaba la ración de sopa que iría a cada escudilla. Lo mismo sucedía con la distribución del guiso, dos mozos deambulaban de aquí para allá sirviendo raciones que extraían de un puchero. Ambos métodos de reparto eran similares, excepto que el cucharón se notaba de menor tamaño en el prorrateo de la carne y, por el contrario, mayores los reproches acerca de que no se sirviera lleno del todo o de que contuviese más nabo que chicha. Las protestas, sin llegar a ser tumultuarias, sí eran frecuentes y parecían formar parte de la misma escena engrescada de cada noche.
   El ambiente del comedor se percibía tan animado como sonoro. La clientela, que según llegaba se iba situando en la primera de las grandes mesas, pasaba por diversas etapas en el consumo de la cena. Había quienes ya finalizaban y entre expectoraciones y algún eructo ronco y dilatado, casi siempre soltado a propósito y a modo de despedida mordaz de la nada opípara cena, apuraban el último trago de vino antes de regresar a los barcos o a los cobertizos de los muelles, donde les aguardaban unos jergones de paja en los que a menudo recibían las buenas noches de una plaga de chinches. De ahí que fuese valorada en extremo —al decir de los exagerados comentarios que Yunán oyó a lo largo de la velada—, la profesión de «ahumador» de colchones, un método que debidamente practicado ahuyentaba a los insectos durante casi un mes.
   También había quienes en espera de la sopa o el guisote se entretenían conversando con el vecino o el amigo, a veces a cierta distancia y repitiendo frases que el ruido no permitía escuchar a la primera. Algunos contaban historietas cargadas de grosería portuaria que despertaban más de una risotada o más de un reproche acerca de la pesada reiteración del relato.
   Los menos, que el destajo de los mozos en el servir indicaba oficio, esperaban su turno dándole pellizcos a un pan amazacotado, de miga grumosa, al que los comensales más audaces le adjuntaban una pulgarada de morralla salada y frita, obsequio de Ulpiano, que invariablemente hacía abjurar apenas rozaba los labios de quien la ingería y que obligaba a un generoso trago que convertía en miel el agrio y atabernado vino de la casa. Se comía, se bebía y se charlaba por los codos. Menos el árabe, idioma muy poco hablado en el salón, Yunán pudo escuchar varias lenguas entre las que no faltaban el latín o el griego, con abundante predominio de la última.

martes, 5 de mayo de 2020

Párrafos destacados (7)


El capítulo VII de “Viento de furioso empuje” (Amazon) da mucho de sí en cuanto a párrafos que podrían considerarse interesantes, de ahí que me haya permitido proceder a una segunda selección, mucho más amplia que la anterior, en el citado capítulo. Me apetecía destacarla en el blog dedicado a la novela.

Capítulo VII. La Posada de la Cuba en Tiro
   Entraron en la población y se dirigieron rectos a la posada que ben Musa dijo conocer. El posadero, un hombre cincuentón de aspecto cansado, con cabeza de tarro, cráneo calvo, barba muy tupida y origen heleno, les recibió usando mil zalamerías empalagosas y les indicó el lugar del patio interior donde podían situar el carro, asunto a lo que Abdelaziz se dedicó en persona. Desde el suelo sujetó con ambas manos el bocado de las mulas y con habilidad las hizo maniobrar. La acción fue casi impecable, como ensayada, un hecho que le demostró a Yunán la experiencia que su amigo poseía y de la que podía deducirse que había introducido más de un carro en ese patio.
   Se aseguraron de que los víveres y los libros quedaban bien situados y al cuidado de uno de los ayudantes, que debía montar guardia hasta que fuese relevado. Acomodaron las caballerías en la cuadra, asignaron camastros en la planta baja para la gente de Abdelaziz y para el anciano Hamid y los dos amigos siguieron al posadero hacia una habitación del segundo piso.
   Fue el mismo posadero, resoplando sus años y su engrosado cuerpo, el que lámpara en mano les guió escaleras arriba mientras definía la situación del negocio.
   —Mi señor Abdelaziz, te ruego que me disculpes al no ofrecerte tu estancia de otras visitas, la tengo ocupada desde hace tiempo por dos hombres que dicen ser nobles y que aguardan una importante provisión de caudales.
   El posadero se paró en el descansillo de la primera planta, prendió la mecha de otra lámpara de aceite colgada en la pared y señaló hacia la habitación aludida.
   —En ese caso, amigo Ulpiano, si hace tiempo que habitan mi antigua estancia no parece conveniente que les desalojes, ya que su buen dinero te habrán dado a ganar.
   —Ahí radica el problema, señor, que salvo el adelanto de la primera semana no he visto de ellos ni un solo dirham. Sospecho que su nobleza y su plata se hallan en algún lugar llamado ninguna parte, de donde se tarda más de la cuenta en llegar hasta Tiro y un tanto de añadidura hasta esta posada. ¡Estúpido de mí por confiar a ciegas en las apariencias!
   Según dedujo Yunán, Ulpiano era uno de esos hospederos típicos de toda ciudad portuaria a los que no les basta con sostener su negocio mediante la clientela conocida. La tentación por urgir a la riqueza les incita a hospedar, de vez en cuando, a ciertos personajes adventicios con apariencia de ahijados del mismísimo califa, los cuales, al finalizar la estancia y antes del pago de remate, acostumbran a declararse en fuga y a demostrar que son tan pobres como las ratas o tan astutos como las raposas. Eso sí, entre la llegada deslumbrante, seguida de estipendios y sobreprecios a cualquier servicio menor, y el escape a media noche por puertas o ventanas no controladas, suele mediar todo un mundo de grandezas, herencias en camino, barcos atestados de especias siempre a punto de llegar consignadas a ellos... y toda la palabrería resbaladiza que cualquier desahogado al uso utiliza siempre en tales circunstancias. De donde se teoriza —concluyó para sí Yunán— que un ambicioso como el posadero, además de ser esclavo de su fortuna, suele vivir condenado a padecer ciertos reveses monetarios esporádicos.
   —¿Esos ciudadanos de ninguna parte tienen nombre conocido? —quiso saber Yunán, en verdad divertido ante la ocurrencia de Ulpiano y dispuesto a incentivar cualquier otra frase socarrona.
   —Sí, mi señor, dicen llamarse Yahya y Alí, pero si debo tomar por ciertos sus nombres, pongamos en la misma medida que sus caudales, me temo que en este punto también he sido engañado.
   —¿Y qué piensas hacer? —preguntó Abdelaziz.
  —La generosidad tiene sus límites —el gesto del posadero se endureció y disipó una sonrisa que hasta entonces no dejaba de aflorar—. Esperaré algún tiempo hasta que me paguen y si no lo hacen los pondré en la calle y me quedaré con sus costosísimos ropajes, ya he calculado a cuantos días de posada equivalen. No puedo permitir que esa pareja se aleje en traje de bonito y aquí se eternice la deuda, amén de la chacota que un hecho así motivaría durante meses entre mis parroquianos de confianza.
   —Supongo que dispondrás de ayudantes que te secunden en la tarea de dejarles en cueros antes de expulsarles —comentó con guasa Yunán.
   —Entre hijos, primos y cuñados, treinta y dos hombres nos juntamos en esta posada.

lunes, 4 de mayo de 2020

Párrafos destacados (6)


Los protagonistas de la novela histórica del siglo VIII, “Viento de furioso empuje” (a la venta en Amazon), hacen su entrada en la ciudad de Tiro, una urbe multicentenaria que llegó a ser el poder dominante en toda Fenicia y que dispuso de numerosos recursos marinos para expandir su dominio por gran parte del Mediterráneo, donde creo numerosas colonias. La ciudad, venida a menos, sobrevive como buenamente puede tras la ocupación árabe.   
Capítulo VII. Tiro
Apenas quedaba una hora para que se cerrasen las puertas de la ciudad de Tiro. Las negruras de la noche, desconsoladas a perpetuidad ante el perdido esplendor de la urbe, no tardarían en deambular entre sus calles angostas y milenarias. A esas sombras se unirían, a modo de consortes nocturnos, el cendal de la bruma marina impregnándolo todo de gris, los olores del salitre y el alquitrán de calafate y ciertos ecos que el mar, como realces sonoros de toda ciudad portuaria, hace llegar hasta sus calles aledañas mediante el frémito del oleaje rompiente en la escollera o el clamor que las gaviotas corean para atraerse y que a veces se confunde con el llanto de un niño de pecho.

domingo, 3 de mayo de 2020

Párrafos destacados (5)


De la novela “Viento de furioso empuje” (Amazon) extraigo hoy unos párrafos que aluden al viaje de los protagonistas entre Damasco y Tiro. Más tarde, en ese mismo capítulo, Yunán y Abdelaziz se enzarzan en un debate de lo más curioso sobre cuál pudo ser la razón para que los árabes se lanzaran unas décadas atrás a la conquista de tres continentes y treinta reinos.

Capítulo VI. Camino de Tiro
Desde las estribaciones occidentales de la sierra libanesa, asomados a un mirador sempiterno situado ex profeso para gozo de los caminantes, Yunán y Abdelaziz divisaron ese mar azulado y brumoso que siglos atrás los romanos consideraron Internum y que ante sus ojos bañaba la costa de la milenaria ciudad de Tiro. Salvada ya la mayor parte del trayecto desde la capital omeya, el camino comenzó a descender suavemente y a favorecer a unos viajeros que contaban con llegar a su destino antes del atardecer.

Abdelaziz había apalabrado pasaje en una nave de cabotaje que les llevaría desde Tiro hasta la ciudad de Alejandría, primera etapa marítima de un viaje a Ifriqiya que el jerife juzgaba apasionante y, por el contrario, un desplazamiento rutinario para el hijo de Musa.

Avanzaban al paso, permitiendo que sus cabalgaduras mordisquearan alguna que otra brizna de hierba junto al camino y dando tiempo a sus acompañantes para que no se rezagaran demasiado. Abdelaziz había llevado consigo seis hombres y un cargamento de provisiones y enseres personales que ocupaban dos tercios de una gran carreta; el otro tercio, así se lo comentó a Yunán días antes de la partida, prefirió dejarlo a su disposición y de cuantos libros hallaron en Damasco que tratasen sobre Hispania.

Resultaba tan exagerado como aparatoso, en opinión del jerife, el gran surtido de comestibles dispuesto por su amigo. Había para alimentar durante dos días seguidos al regimiento de la guardia califal, monturas incluidas, dicho en una de esas frases desorbitadas que a Yunán le gustaba usar ante cada exhibición de Abdelaziz respecto a cualquier producto que pudiera ingerirse.