lunes, 22 de junio de 2020

Párrafos destacados (35)


Una nueva selección de párrafos de la novela histórica “Viento de furioso empuje” (a la venta en Amazon, tapa blanda y Kindle). Recurro en este caso al inicio del capítulo XXXV, donde Yunán, el protagonista más destacado de la obra, medita sobre la violencia que algunos musulmanes pretenden justificar a través de la llamada guerra santa.

Capítulo XXXV. ¡Oficial, nada menos!

     El desenlace favorable en el combate transfirió un reguero de euforia a la mente de Yunán. A ese impulso optimista también se había unido la jocosidad que el susceptible Policronio despertó entre sus amigos. Se sintieron satisfechos durante largo rato; pero ahora, ya en frío, transcurrido cierto tiempo desde el final de la batalla, no resultaba extraño que la conciencia del agareno le reprochase haber tomado parte en unos sucesos tan violentos.
     Mientras Policronio se reponía del desvanecimiento y Witerico se inte­resaba en sus bucelarios heridos, pendiente de acercarse igualmente a las casas donde la gente del pueblo iba acomodando a los numerosos lesionados de Wiliesindo, Yunán tan solo deseó buscar un rincón apartado de la sinagoga para echarse a descansar y sobre todo a meditar.
    «Debería sentirme mal y no es así. Reconozco que me afecta mucho haber atentado contra mis semejantes, aunque no percibo ese abatimiento que aseguran les invade a los que han dado muerte por su propia mano. ¿Qué justificará mi falta de compasión? ¿Habrá influido el deseo de evitar que mis amigos perezcan? ¿Ayudará a matar el arrebato de la lucha? Lo cierto es que Policronio casi se desangra y ni siquiera se había percatado de la herida. ¿Será el hecho de proceder alejado de los rivales, sin advertir el estertor del que agoniza? Las flechas representan fielmente su misión mortífera, casi tanto como el sable que degüella al enemigo, pero al lanzarlas tan solo se oye el silbido inicial y no llega a escucharse el impacto en el cuerpo que la acoge. ¿Contribuirá mi insensatez a que sienta indiferencia ante la muerte de un hombre? Siempre he querido huir de este odioso defecto, pero temo que me acompañará con demasiada frecuencia. ¿Seré presa, quizás, del espíritu que anima al combatiente de la guerra santa? ¡Qué desvarío, los pensamientos me traicionan a veces! ¿Cómo he podido justificar la destrucción de la vida mediante una supuesta guerra santa? ¿Santa? Aseguraría que cualquier guerrero dispuesto a secundar una causa que considere justa está persuadido de tener de su parte el amparo del Cielo. No, no es posible creer en esa guerra ni en cualquier otra, y menos aún catalogarla de santa. ¡Qué desvarío! Algunos intérpretes del islam dogmatizan sobre tales creencias, pero yo no concibo hacer cuestión de fe la pérdida irreparable de vidas. Temo que mis muchas dudas no se aclaren hoy, incluso es posible que me acompañen siempre, como mis numerosos defectos. Sí, he aquí la respuesta del momento: Seguiré el curso de mi existencia y me esforzaré siempre en obrar del modo que considere más honesto. A sabiendas de que, incluso sin proponérmelo, en más de una ocasión lastimaré a otras personas. Estoy comenzando a descubrir que es imposible vivir y relacionarse sin producir algún daño. Y el sufrimiento ajeno, si sé advertirlo a tiempo, deberá guiar mi deseo sincero de remediarlo a al menos de no avivarlo».

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