En “Viento de furioso empuje”, novela histórica del siglo VIII (Amazon), hay un capítulo donde Yunán siente una gran frustración ante determinados acontecimientos que debe secundar y decide alejarse del campamento de Tariq. Precisa meditar sobre su insólita misión en el extremo del mundo.
Capítulo XVII. La cabaña
Seguían los ríos bajando crecidos.
Crecido era el deseo de Yunán, tras los fuertes aguaceros de jornadas anteriores, por reencontrarse con los parajes agrestes que envolvían el sur de Alcázarseguer. Crecida era su inclinación para deambular manumiso de tiendas, alborotos y conjuras. Aspiraba a contemplar en soledad la naturaleza de la zona y a meditar sobre las tensiones producidas en la víspera.
Crecido era el deseo de Yunán, tras los fuertes aguaceros de jornadas anteriores, por reencontrarse con los parajes agrestes que envolvían el sur de Alcázarseguer. Crecida era su inclinación para deambular manumiso de tiendas, alborotos y conjuras. Aspiraba a contemplar en soledad la naturaleza de la zona y a meditar sobre las tensiones producidas en la víspera.
La noche fue larga, de apariencia falaz… Durante algunas horas, concluido el encuentro con los godos, el desasosiego acompañó a Yunán. Permaneció pensativo en su tienda, disgustado a ratos con el valí y todavía más consigo mismo. Lamentaba su falta de perspicacia para entender cuantos sucesos y presunciones se produjeron durante aquella reunión. Parecía demasiado lo que aún debía aprender si es que alguna vez aspiraba a gobernar un emirato. Poco antes de adormilarse llegó a una conclusión: «Preciso meditar sobre mi extraña misión en el extremo del mundo. No sobre la búsqueda del libro, que es una tarea tan dificultosa como nítida, sino acerca de mi respaldo a un grupo de hombres que no despiertan mi confianza ni mi simpatía». En sus deseos de reflexión, esta vez no influyó la crítica a ese islam entendido como un pretexto para que muchos de sus gobernantes alcanzaran el poder y la riqueza, sí lo hizo el desengaño hacia una misión que le obligaba a encubrir no poca vileza y a contrastar la ambición de los insurrectos visigodos, cuyo respaldo sólo podía aceptarse si se apostaba por la incontinencia en la avaricia o el deseo irrefrenable de mando. Fue, sobre todo, la necesidad ineludible de poner en duda la honestidad de Tariq, a quien había elevado a lo más alto desde que oyó hablar de él en Persia y durante los meses de su estancia en Alcázarseguer.
Al amanecer, después de conciliar un par de sueños ligeros y aun a riesgo de que el valí pudiera necesitarle y no le hallase, Yunán decidió unirse a una de las partidas de caza que recorrían a diario la comarca.
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