Andrés María
Calzada Echevarría, arquitecto y escritor español nacido en Barcelona el 30 de
noviembre de 1892 y asesinado por los sicarios del Frente Popular en las costas
de Garraf (paraje cercano a Barcelona) el 4 de abril de 1938. A pesar de ver
truncada su vida a los 45 años, Calzada aún es considerado un referente
intelectual en el campo de la arquitectura y el arte, hasta el punto de que no
es extraño que se sigan reeditando sus libros y manuales. La cultura de este
gran erudito, aumentada por continuos estudios, así como por el entusiasmo que
sentía hacia su carrera de arquitecto, quedaron patentes en la labor que
desarrolló como profesor de Historia de la Arquitectura y de las Artes
plásticas en la Escuela Superior de Arquitectura de Barcelona, cuya cátedra ganó
por oposición a los 30 años, obteniendo después otros cargos oficiales, como el
de arquitecto del Ayuntamiento de Barcelona, para obras particulares, y el de arquitecto municipal de Cornellá.
Entre sus obras
principales, merecen destacarse la traducción, en dos volúmenes, titulada Historia
de la arquitectura por el método comparado, del británico Banister
Fletcher, que amplió considerablemente con otra obra original dedicada a la
Arquitectura española. En 1936 publicó un monumental tratado sobre las Artes
industriales en el Renacimiento, habiendo dejado inéditos, a causa de
su muerte, un Diccionario Técnico de Arquitectura y Construcción, que fue
publicado años más tarde. Asimismo, Calzada había elaborado un manual de 820
páginas, que aún puede encontrarse a la venta en numerosas librerías, titulado Diccionario
clásico de Arquitectura y Bellas Artes. No debería olvidarse, en el
terreno literario, una extraordinaria obra que Andrés Calzada escribió a medias
con Santa Marina: Estampas de Zurbarán. Todo ello sin contar los excelentes
artículos publicados en la revista literaria y de arte Azor*.
Andrés Calzada
cometió el gran “error” de afiliarse a la Falange antes de 1936, más que nada
como una concesión a su gran amigo y notable escritor, Luys Santa Marina (Luis Narciso Gregorio Gutiérrez Santa Marina), que llegó a
ser el jefe de la Falange catalana en 1934. La de Calzada fue una
militancia más testimonial que activa, puesto que no participó en las acciones
del partido falangista, prácticamente inexistentes en la Barcelona de los años
30, donde la supremacía de los nacionalistas de ERC, junto a la de los socialistas
y anarquistas, que incluso contaban con escuadrones paramilitares, fue
acaparadora y no dio opción a la actividad pública de otros partidos.
Con motivo del
Alzamiento Nacional, Andrés Calzada fue detenido por los rojos y martirizado en
la checa de Vallcarca (Barcelona), trasladándosele después a los vapores Argentina y Villa de Madrid, utilizados por el Frente Popular como prisiones.
Las privaciones y sufrimientos que nuestro personaje padeció no hicieron
disminuir su entereza, puesto que se dedicaba a darles charlas y cursillos
sobre Arte a sus compañeros de desgracias. También escribió en prisión, usando
para ello la única fuente de su conocimiento, una obra sobre divulgación de la Arquitectura,
cuyos apuntes fueron destruidos por sus verdugos.
El 4 de abril de
1938, como represalia a la toma de Lérida por el Ejército Nacional, Andrés
Calzada, en contra de las declaraciones de los gobernantes republicanos, en el
sentido de que a nadie se privaba de la vida ni se le condenaba sin las
garantías y formalidades procesales, fue sacado del buque prisión, con otros 18
compañeros, y conducido de noche a las costas de Garraf, donde todos fueron
asesinados sin juicio previo y sin que hasta el momento se conozca de qué
cargos se les acusaba. Hay quien dice, aunque probablemente no es más que un
bulo originado en otra noche de fusilamientos “éticos” protagonizados por esa izquierda que el comunista Joan Saura admira y quiere rescatar, que fueron asesinados
simplemente porque “amaban a España”.
Hasta 1962 se
mantuvo una lápida de homenaje al arquitecto Andrés Calzada, diseñada por el
gran arquitecto Jujol (discípulo de Gaudí), en el segundo piso de la vieja
Universidad de Barcelona, en la Gran Vía, donde se ubicaba la Escuela Superior
de Arquitectura. A partir de esa fecha, con motivo del traslado a la Zona
Universitaria de la Diagonal, la obra de Jujol fue desmontada y quedó en el
sótano del nuevo edificio. La lápida estaba enmarcada en madera, pintada de
negro, y presentaba una serie de palmetas doradas por debajo de las cuales
había una leyenda latina alusiva a la muerte y la resurrección. En la parte
superior de la lápida
había un crismón inciso y policromado y en la parte inferior el escudo
del Sindicato Español Universitario. Encima estaban los nombres de los caídos
encabezados por el catedrático de Historia de las Artes Plásticas, Andrés
Calzada Echevarría, asesinado en abril de 1938.
Artículo revisado, insertado el 7 de abril de 2007 en Batiburrillo de Red Liberal
PD (20-10-2015): En estos días de continuos homenajes a Lluis Companys, no esta de más recordar que presidió el gobierno de la Generalidad de Cataluña durante todo el período de asesinatos del Garraf (el Paracuellos catalán), así como otras muchas zonas y checas de encarcelamiento y tortura de unas personas cuyo único delito, en no pocas ocasiones, fue dejarse coger a la salida de misa dominical o ser religioso. Hay quien asegura que Companys desconocía tales crímenes, ¡imposible!
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