Afirma el
clásico que la condición de fracasado cabe atribuírsela al hombre que ha
cometido algunos errores pero es incapaz de convertirlos en experiencia. Cuando
los errores son tan consecutivos y tan graves, como le sucede a José Luis
Rodríguez —un tipo autopromocionado como “ZP”—, es lógico deducir que nos
hallamos ante el tradicional individuo pertinaz, de cortas luces y desconfiado.
Muy desconfiado.
Aparte de la
desconfianza, Rodríguez posee otras características típicas de los mediocres,
como es la incapacidad para advertir el grado de estropicio que produce su
torpe labor, de ahí la continuada reincidencia en los fracasos. Influye no poco
en esos resbalones la gran suspicacia con la que ha venido escogiendo a los
ministros, en los que, ante todo, probablemente buscaba que poseyesen una
mediocridad aún mayor que la suya. Con alguna excepción de su segundo gobierno
y ninguna en el primero, Rodríguez apostó por el viejo método de evitar que
alguno pudiera sobresalir y hacerle sombra. Y claro, un mediocre pícaro que a
la hora de elegir escoge a otros de peor condición, y encima los mantiene a
sabiendas, no puede dar otro resultado distinto que el peor Ejecutivo —el más
inoperante y arbitrario— de todos los tiempos.
La desconfianza
de ZetaPe y el hecho de saberse rodeado de incapaces, a los que jamás les
delegará algunas misiones fundamentales y propias de sus cargos, le lleva a la
necesidad de intentar controlarlo todo, porque de nadie se fía. Es más, sus
subordinados, para no molestarle, acaban por no hacer nada sin su permiso y esa
circunstancia determina que los asuntos se pudran, porque nuestro hombre no es
precisamente un gran trabajador, sino alguien que aspira al horario de un
funcionario despreocupado.
El ejemplo vivo
—es un decir— y más ostensible de cuanta dejadez se da alrededor de Rodríguez
viene personificado por el ministro Moratinos, un diplomático —es otro decir—
que lleva casi cuatro años seguidos convirtiendo el prestigio de España en un
estercolero y el respeto exterior a nuestra nación en el más amplio de los
desprecios. Salvo el abrazo con cualquiera que se le acerque, pedigüeños y
déspotas por lo común, Zapatero no ha sido capaz de ser recibido por nadie que
no pudiera evitar su presencia, de ahí que su segundo —otro mediocre pero que
al menos se le entiende cuando habla— haya tenido que forzar la máquina en más
de una ocasión para “desfacer” entuertos.
A los incidentes
de una Cumbre Iberoamericana, fruto de la improvisación zapaterina cuando no la
desidia, ya que se apostó como política única por dorar la píldora a los cuatro
déspotas populistas que podían mostrarse irascibles y así convertirlos en
amigos de boquilla —ya vemos que el trabuco también se ha descerrajado por la
culata en esta ocasión—, habría que añadir un resultado análogo, equivalente a
otro chasco morrocotudo, con el tirano del otro lado del estrecho, un tal
Mohamed VI, a quien se le ha venido practicando exactamente el mismo
tratamiento de “amigo del alma”, sin ni siquiera un imaginario plan B. Ya no
hablemos de ese “corazón de Europa” de la fracasada Merkel o del derechista
Sarkozy a cuya rival apoyó Zapatero, o de la Norteamérica donde los españoles
somos poco menos que unos apestados dispuestos a secundar a un radical
estúpido.
Es curioso que
todo esto esté ocurriendo en dirección diametralmente opuesta al prestigio
logrado para España por José María Aznar, dirigente político que se trajo las
manos llenas del acuerdo de Niza, antes del vote oui a la birriosa Constitución europea —otro fracaso mayúsculo de
Rodríguez— y que llegó a codearse y a tratar de tú a tú a los principales
mandatarios de su época. Una política exterior, la de Aznar, que no es posible
calificar más que de brillante —aun cuando algún ciego no tardará en definirla
como de servil a Bush— y que haciéndose respetar reequilibró las relaciones con
el reyezuelo de Marruecos, a quien se le dio el merecido aviso de Perejil, sin
llegar a perder la amistad con Argelia. Justo al revés de cómo se ha comportado
ZetaPe, que se ha rendido preventivamente al sultán, cediéndole el Sahara y una
parte de Melilla al retroceder la valla, y ha sido poco menos que increpado por
el dirigente argelino.
Como digo, los
fracasos en el exterior se han sucedido una y otra vez tras una serie de
fanfarrias iniciales que sonaban a mayor gloria de Rodríguez y pretendían
vendernos el oso mucho antes de cazarlo a besos. Fanfarrias según las cuales
todo iría a mejor en el extranjero y el Estado español —la palabra España han
comenzado a usarla con vistas a las generales de marzo— se reintegraría al
grupo de los “más mejor”. Nada más incierto después de cuatro años de fracasos
continuados, en los que únicamente se ha cultivado, y encima con excesiva
sumisión, la amistad de los tiranos. Unos tiranos que a la hora de la verdad le
han plantado cara a quien consideraban un tipo pusilánime, avergonzándolo
sobremanera.
Otra de las
fanfarrias apuntaba a que podíamos dar por hecho el nombramiento del general
Sanz Rondán como Jefe del Comité Militar de la OTAN, que para eso se había vuelto
a pasear la bandera de los EE.UU. por la Castellana. Pues bien, medalla de
bronce para dicho general —la carrera militar y la condición de pardillo no son
excluyentes—, en una competición donde eran tres los corredores en la salida y
nuestro general llegó el tercero a la meta. No hay duda, Sanz Roldán ha sido la
nueva víctima sacrificada en el altar zapaterino del fracaso. ¡Ah!, y esto
solamente en el exterior de nuestra nación, que si hubiese que hablar de las
cuestiones domésticas —cohesión nacional, terrorismo, economía, educación,
delincuencia, nacionalismos, emigración, justicia— hay para comenzar y no
acabar en meses.
La pregunta es:
¿Ha hecho méritos Rodríguez para su reelección? Sí, en el caso de que quien
esto lea sea partidario del todo vale y del nunca pasa nada. O lo que es lo
mismo, de los que son incapaces de avergonzarse ante el fracaso colectivo, o de
los que interesadamente apostaron por semejante personaje y ahora prefieren
dedicarse a la celebración de los éxitos virtuales de un tipo anodino. Solón,
el gran legislador griego, llegó a afirmar algo así: “No destruyas lo que no
hayas conseguido con tu propio esfuerzo”. Pues bien, Rodríguez ha destruido por
completo y con gran entusiasmo la herencia de Aznar y camino va de destruir la
que con tantísimo esfuerzo nos ha costado lograr a los españoles. Y ese
desastre, a mayor vileza de quien lo impulsa, ha sido iniciado con el quebranto
de la convivencia y el situar a los ciudadanos en dos bandos.
Artículo revisado, insertado el 15 de noviembre de 2007 en Batiburrillo de Red Liberal
PD (31-10-2015): Ojito con los que votáis, el socialismo de Sánchez no es mejor que el de ZP, no digamos nada si encima tuviera la necesidad de pactar con el 'tarao' de Coleta Morada. Entre uno y otro nos meterían de lleno y bien rapidito en el tercer mundo, la mayor evidencia la tenemos en los ayuntamientos que controlan ambas formaciones, pongamos Madrid y Barcelona, maravillosas ciudades de toda la vida que ellos han convertido en centros de arbitrariedad y dejadez.
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