Hay que ser muy partidario de la sinrazón como para
empobrecer intencionadamente a un territorio por el simple hecho de que algunos proyectos se hayan heredado de otro gobierno. Tal sería el caso del extraordinario Plan Hidrológico Nacional,
cuya cancelación supone el paradigma de todas las iniquidades políticas. Pero
no acaba aquí la serie de canalladas que el socialismo está dispuesto a
perpetrar con tal de derogar la obra o la iniciativa que los populares habían
emprendido.
Hoy me entero a través del diario La Razón de que una serie
de grandes empresas comienzan a abandonar Galicia para instalarse en el norte
de Portugal. Por ejemplo, la conservera Pescanova abandonará la región para
abrir una factoría en el país vecino, donde invertirá 140 millones de euros y
dará trabajo a unas 350 personas. El motivo parecer ser la negativa de la
actual Xunta, en poder del socialismo y el nacionalismo, para calificar como suelo industrial un proyecto en Muxía, que
data de los tiempos de Fraga y solamente estaba pendiente de ultimar el asunto
del suelo. Uno de los portavoces del PP gallego ha llegado a afirmar: “Como era
una iniciativa del anterior Gobierno, decidieron no seguir adelante y no
aprobaron la concesión de suelo industrial”.
Otras importantes empresas, como pueda ser el caso de Henkel,
propietaria de los acreditados productos La Toja, ¡nada menos!, ha anunciado ya
que a finales de año cerrará su factoría en Culleredo, lo que dejará en el paro
a 150 trabajadores. Lo mismo puede decirse de Ikea, que mantuvo conversaciones
con el antiguo alcalde de La Coruña, Francisco Vázquez, para instalar en esa
ciudad una fábrica de muebles, que finalmente la multinacional ha decidido
llevarse a Oporto. Lo que me hace pensar que los portugueses comenzaron a
frotarse las manos en cuanto supieron quiénes formarían el nuevo gobierno
gallego. El PSOE gobernó en Galicia entre 2005 y 2009.
Bien mirado, aquí no sólo se da el caso de un sectarismo tan
pertinaz como irracional, sino también esa proverbial ineficacia burocrática
que ralentiza cualquier administración que caiga en manos del socialismo. Una
burocracia que no cesa de crecer cuando la izquierda gobierna y que trata de imponerse
a todo el mundo bajo la creencia de que si algo se autoriza, como sería el caso
de una nueva planta industrial, representa una especie de claudicación ante el
odioso capitalismo. Claro que si esa administración cuenta, además, con unos
cuantos miembros nacionalistas, como es el caso gallego, entonces la burocracia
se impartirá en “idioma propio”, que es lo que toda multinacional desea con
vehemencia.
Pero si se diese el caso, como sucede en Cataluña, de que
el socialismo estuviese respaldado por separatistas y supuestos ecologistas
(aliados de los comunistas), entonces apaga y vámonos. Porque en tales
condiciones la burocracia crea una triple barricada a toda posibilidad de
desarrollo industrial: La del socialismo de los incompetentes paniaguados, la
del nacionalismo de los radicales lingüísticos y la del ecologismo fóbico a
toda actividad que precise cuatro paredes. A menos, claro está, que esas
paredes vayan destinadas a formar parte de algún asentamiento okupa.
Naturalmente, unos y otros, se declaran progresistas. ¡Vivir
para ver!
Artículo revisado, insertado el 10 de enero de 2007 en
Batiburrillo de Red Liberal
PD: Que vayan tomando nota los que consideren que el
regreso de la izquierda al poder es la solución a los males de España.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios moderados.