Este es un aviso que suelo insertar en
determinados artículos: Ante las próximas elecciones generales, he aquí un
nuevo episodio de lo que supone un gobierno socialista. Se trata de lo que he
venido ejemplificando en otros artículos bajo el título genérico de "El
socialismo de siempre". Léalo si quiere refrescar su memoria para no
incurrir en el mismo error, cuanto más en esta ocasión, puesto que existen
otras alternativas al PP distintas a la de votar al PSOE, como podría ser Ciudadanos y tal vez Vox. A propósito, nunca me cansaré de repetir que hay
socialistas admirables (conozco a varios), pero que por desgracia no está en
sus manos el control del partido.
Me da la
sensación de que el juicio del 11-M es un tiro poco menos que al aire y que nos
está saliendo por la culata a los demócratas, sobre todo esa parte del juicio
que se refiere a la composición de los explosivos y su supuesta contaminación.
Que si menos de un 2% de DNT, que si trazos, que si en unas muestras se halla
DNT y en otras no, que si unas las custodió Sánchez Manzano y otras la
Audiencia o la Guardia Civil, que si bla, bla, bla, que si xiu, xiu… Si uno lee
determinada prensa, todo está bastante claro y la versión jurídico-fiscal no se
sostiene, de donde se deduce una probable manipulación en la instrucción del
sumario o, en el mejor de los casos, una incompetencia pasmosa al aceptarse
pruebas adulteradas o falsas de cierta trama policial. Porque, claro, no
interesa que se sepa quién se halla detrás de los moritos y el tipo de dinamita
usada podría llevar a ello.
Pero si uno se
adentra en los argumentos de la parte contraria, nada puede haber más nítido y
que refuerce en mayor medida el hecho cierto, planteado taxativamente por la
fiscal del proceso 11-M, que solamente se usó Goma2 ECO suministrada por la
trama asturiana. De donde a su vez se deduce que los fabricantes del producto
fueron unos cochinones que no se molestaron en enjuagar las tolvas donde se
iban depositando las siguientes remesas del explosivo Goma2 ECO, remesas que se
contaminaron de DNT porque de ecológico (ECO) tenía lo justito. Lo que lleva a
la certeza incuestionable (¡!) del carácter conspirativo de quien no comparta
la teoría de ese “big bang” contaminante. Unos y otros, para más inri, se
acusan de falsedades y mientras tanto se escapa a chorros la verdad y nos
alejamos de lo fundamental, que es el descubrimiento de la mano negra que
diseñó la masacre con el propósito de alejar al Partido Popular del gobierno.
Se llenan miles
de páginas en Internet y de papel, se editan algunos libros apuntando hacia una
y otra dirección, libros que a la media hora han quedado obsoletos y en los que
se advierte la razón crematística de su edición. También sucede algo que sí
parece realmente grave: se están comenzando a enfrentar entre sí grupos de
personas demócratas, cada uno de ellos convencido de que su ética es la
correcta, que hasta ahora tenían notoriamente claro que el problema se
corresponde con un único nombre: Zapatero. Dice un refrán popular que “oveja
que bala 'bocao' que pierde”. Y eso es exactamente lo que nos está pasando a
los liberales, que balamos más de la cuenta en temas menores y arcangélicos, como
el de los componentes de los explosivos y las diversas teorías que de ellos se
derivan. Mientras, por supuesto, la Progresía debe estar partiéndose el pecho
de risa a nuestra costa. Lástima que algunos polemistas del ala liberal no
aprecien que el Poder nos está soltando una verdadera cortina de humo apestoso
para que, entretanto, no veamos las fechorías continuadas del régimen
zapaterino. Y es que nosotros los demócratas, tiene guasa, no cesamos de
discutir a brazo partido sobre si el humo es blanquecino, gris claro, gris
oscuro o gris mediterráneo en días de cielo nublado. ¡Madre del amor hermoso!
En cierta
ocasión escribí algo sobre la posibilidad de contemplar todo el valle y tratar
de imbuirnos —detalle a detalle, fechoría a fechoría, arbitrariedad a
arbitrariedad— acerca de la necesidad imperiosa de desalojar del poder al
golpista Rodríguez. Un golpista que no cesa de conculcar nuestra Constitución
—para muestra el nuevo estatuto de Cataluña— y que nos lleva al peor de los
despeñaderos posibles: la fragmentación de España, probabilidad sobre la que
incluso el ministro serbio de exteriores ha alertado con la siguiente frase:
“La eventual independencia de Kosovo podría sentar un precedente en Europa y
conducir a la secesión de varias regiones europeas, entre ellas al menos 'tres
seguro' en España”.
Pues bien, las
interesadas polémicas a las que los demócratas estamos entrando al trapo, y en
las que nos bombardeamos a menudo con “fuego amigo” por un quítame allá si mi
ética lava más blanco que la tuya, decididamente introducen la “niebla de
Drácula” en el valle de la política y nos pilla a todos sumergidos de cintura
para abajo en ese fenómeno meteorológico de oscurecimiento, lo cual impide que
distingamos si nos han vuelto a coger con las bolas al aire. Eso sí, los
totalitarios zapaterinos no cesan de cabalgar a horcajadas de unas monturas
evidentemente desbocadas.
Creo, al menos
lo creo en el momento de escribir estas líneas, que las personas decentes a las
que les gusta opinar sobre política deberían ser capaces de contemplar todo el
valle. Bastaría, quizá, con que lo intentasen. Cuando uno dispone de un
objetivo claro, como es abatir a la Bestia dañina, lo último que debe hacer es
polemizar con el compañero de caza sobre si su munición está homologada por el
filósofo de turno y responde a un calibre piadoso para que mate lo
imprescindible. Es como si nos pasásemos la vida discutiendo acerca del color
de la cartera de cuero en la que el coronel Stauffenber introdujo la bomba para
atentar contra el genocida Hitler. Que conste que ese tipo de planteamientos
morales no está de más a priori, es decir, me parece correcto tratar de
dilucidar en qué lado se halla la verdad de cuanto aconteció en el 11-M, pero
discutir eternamente sobre los componentes del arma asesina o sobre si tal
furgoneta se usó aquí o allá, mientras la Bestia se escapa ladera arriba, es
hacer méritos para quedar unas cuantas legislaturas bajo sus garras. Y eso me
parece de una torpeza extremada, sólo al alcance de una derecha española que
nunca ha sabido ver todo el valle y siempre ha polemizado en lo relativo el
tipo de munición.
No me interesa
para nada algo distinto a conocer quién dio la orden de atentar contra la vida
de mis compatriotas. Pero si no llego a saberlo, no pasa nada. Porque ya sé, de
sobras, que la izquierda zapaterina y el separatismo aprovecharon el atentado
del 11-M para hacerse con el poder mediante la agitación callejera y mediática.
Y eso es algo que conservaré en la retina mientras viva y sobre lo que ningún
tribunal podrá fallar en contra. Es más, incluso si no supiese que ZP llegó al
poder conculcando la ley y arengando vía SMS a sus huestes para que se
incumpliera el período de reflexión, seguiría pensando que el más importante
objetivo de cualquier demócrata es expulsar a un fulano así del poder. Y la
razón es bien simple, no hay día en el que este hombre o alguno de sus
ministros no hagan nada que no debilite el bienestar y la armonía del conjunto
de los españoles.
Decía Cicerón:
“Casi siempre, a las acciones de los malvados las persigue primeramente la
sospecha, luego el rumor y la voz pública, la acusación después y, finalmente,
la justicia”. Si se hiciese caso a cuantos propugnan que no se desaten
sospechas, rumores o voces públicas contra lo que se ha convertido en un
régimen pernicioso para los españoles, jamás podría llegarle a ZP la justicia
de las urnas. Luego fijar nuestra atención en detalles nimios del proceso sobre
el 11-M, es hacerle el juego a los propagadores de la “niebla de Drácula” y
convertirnos en cómplices de sus deseos de impunidad. A fuer de ser
reiterativo, destaco finalmente un pensamiento de Faulkner que le viene como
anillo al dedo al golpista que nos manda: “Se puede confiar en las malas
personas, no cambian jamás”. Así, pues, en la confianza de que todo irá a peor
si no expulsamos al malvado del terreno de juego, no sería mal asunto
encomendarnos a este otro pensamiento clásico: “Todas las cosas son imposibles,
mientras lo parecen”.
Artículo
revisado, insertado el 27 de febrero de 2007 en Batiburrillo de Red Liberal
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