Se confirma para qué nos quieren a los murcianos los
nacionalistas catalanes: para que les recojamos la mierda y le hagamos el
trabajo sucio. Así de claro. Así de indignante. Ha sido de tal modo durante
décadas, desde que en los años veinte del siglo pasado apareció por Murcia un
grupo de empresarios catalanes y se llevó varios trenes abarrotados de obreros,
más otros murcianos que les siguieron por iniciativa propia. La contratación de
tanto obrero fue con el propósito de que construyeran el metro Transversal de
Barcelona, hoy Línea-1, y las instalaciones de la Exposición Universal de 1929.
Muchos de los habitantes del barrio de La Torrasa en Hospitalet o de la
Barceloneta en la propia Barcelona podrían hablar largo y tendido respecto del
origen de sus ascendientes.
Esos obreros murcianos llegados a Cataluña toparon de
inmediato con las organizaciones sindicales catalanas, especialmente con la CNT-FAI
de carácter anarquista —fundada en 1910 en Barcelona, y de gran arraigo—, que
exigían para sus afiliados unos salarios exorbitantes que los patronos no
estaban dispuestos a pagar, de ahí su alternativa de buscar mano de obra
foránea. Los sindicatos catalanes, muy radicalizados desde antes de la Semana
Trágica y hasta el final de la Guerra Civil, reaccionaron a la desesperada, declararon
esquiroles a los obreros murcianos y así se les adjudicó una mala fama que, si
bien atenuada, aún perdura. Porque si algo caracteriza a los catalanes en
general es la propensión para conservar las tradiciones,
tanto las buenas —la inmensa mayoría de ellas—, como las malas —que no son
pocas.
Mucho ojo, al principio he hablado de nacionalistas, no
confundir en ningún caso con los catalanes en su conjunto, donde precisamente se integran varios cientos de miles de murcianos y sus descendientes. Quede claro, pues,
que me refiero exclusivamente a esos nacionalistas, confesos o no, que no dudan
en pronunciar frases semejantes a esta: “A los del sur, ni agua, que la
derrochan”, como hizo el infame Pascual Maragall cuando se opuso con uñas y
dientes al Plan Hidrológico Nacional y presionó hasta el delirio para que su
“ahijado” político, el bobo solemne, lo suspendiera con gran rapidez aun cuando
ya se habían licitado más del 30% de las obras, hasta el punto de que esa
suspensión vino a ser una de las primeras medidas tomadas por Zapatero.
Pues bien, ahora se ha sabido que desde el pasado mes de
agosto de 2006 y hasta el próximo mes de junio, como mínimo, mientras duren las
obras de reforma de la planta de reciclaje en la Zona Franca de Barcelona, dos
camiones diarios de residuos orgánicos, de 50 toneladas cada uno, llegan
diariamente a Murcia y depositan aquí su pestilente carga, según ha confirmado
Carles Conill, gerente de la Entidad Metropolitana de Medio Ambiente, en una
información que hoy ofrece el diario barcelonés La Vanguardia. Lo que supone
una cifra mínima de 30.000 toneladas de desechos orgánicos. Bien, muy bien, y
algún que otro bobito practicando el ineficaz boicot al cava. ¡P’amearse!
Lo que no se atreve a confesar el tal Conill, y no es
difícil deducir el motivo de su discreción, es el municipio o planta
transformadora que en Murcia se viene haciendo cargo de los residuos. Incluso
si aquí, en Murcia, existiera una planta que cumpliese con las condiciones
necesarias para transformarlos, algo que cabe dentro de lo posible puesto que
la industria química posee un gran arraigo en esta zona a partir del
espectacular desarrollo del valle de Escombreras, no parece de recibo, en vista
de la insolidaridad manifiesta de los políticos catalanes, que los murcianos seamos
adecuados para recibir sus basuras pero no su agua. Bueno, lo de “su agua” es
un decir, porque las cuencas hidrográficas son un patrimonio común de todos los
españoles y además competencia exclusiva del Estado, como así lo determina el
Artículo 149-22 de la Constitución.
En resumidas cuentas, que una vez más queda lo
suficientemente clara la actitud del nacionalismo, esa ideología arbitraria,
codiciosa, inmoral, antidemocrática e insolidaria que ha conseguido, para
desgracia de muchos, construir una gran prisión donde aloja a siete millones de
ciudadanos catalanes. Eso sí, con ánimo expansionista y deseo de extender la
zona de reclusión a lo que ellos, con gran insolencia, denominan Països
Catalans, cuyos teóricos límites comprenden una parte de la Región Murciana. Quizá
es ahí, en esa parte, donde sueltan su basura orgánica, valga la demagogia como
sustitutivo de la indignación.
De todo esto, así como de otros muchísimos detalles que
definen rotundamente al nacionalismo y lo catalogan de ideología perversa, es
posible extraer una conclusión: Del mismo modo que en algún país del este de
Europa se ha condenado al comunismo por “ilegítimo y “criminal”, precisamente porque lo han padecido durante años y años, no me extrañaría que
el hastío de los ciudadanos españoles hacia el nacionalismo, causa principal de
los males que afectan a España desde hace muchas décadas, acabase por darle el
poder a una formación política que incluyera en su programa la intención de
declarar ilegales a ese tipo de partidos, comenzando desde luego por los totalitarios
catalanes, especialmente por cierto grupo de desalmados que campan en la
ilegalidad bajo las siglas de ERC. Porque el nacionalismo catalán, recordémoslo,
fue el precursor en nuestra patria de tal abominación política, en la que
incluso el perturbado y xenófobo Sabino Arana tuvo su referente en el que fijarse para
copiarlo.
Artículo revisado, insertado el 6 de enero de 2007 en Batiburrillo de Red Liberal
ResponderEliminarPero como vengo diciendo la culpa no es de los catalanes o catalanistas, la culpa es del gobierno y de los demás gobiernos de las taifas.
La caca es un bien económico como otro cualquiera, lo que pasa es que tiene mala fama y estos progres no tienen ni idea del valor del producto. Murcia podía haber hecho un gran negocio, primero cobrando un tanto por tonelada y luego reciclando el producto y vendiendolo, precisamente a los agricutores de Murcia, que no le iban a poner reparos al asunto, al contrario hubieran estado encantados.
Pero me temo que no lo quisieron los propios catalanes, ni los valencianos y los murcianos, el gobierno de Murcia, tragó a saber por qué, siendo el gobierno central de la época del psoe y cuyo presidente era ese que sabemos.
Me temo, insisito, que la culpa es de los que tragan, en este caso de los murcianos que luego no castigaron debidamente en las urnas a los que hicieron eso.
Pacococo
Excelente análisis.
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