España posee una
clase política plagada de cobardes, que es la peor condición que puede
atribuírsele a alguien que se dice representante del pueblo. En la cobardía se
encierran todos los vicios: la traición, la codicia, el deshonor… Ni siquiera
los nacionalistas, que aparentemente hablan claro y saben lo que quieren,
demuestran algo más que cobardía en sus exigencias, pues éstas son fruto o bien
del chantaje aceptado por los pusilánimes del Gobierno —caso del terror etarra—
o bien de la necesidad de contar con algunos apoyos para mantenerse en el
poder.
Decía el clásico
que lo peor que puede hacerse es cruzar un precipicio en dos saltos, que es
exactamente lo que está ahora realizando el cobarde Zapatero al permitir que los
etarrófilos lleguen a los ayuntamientos y otras instituciones, donde manejarán presupuesto
público y accederán desde allí a ciertos datos confidenciales del electorado.
Unos datos que más tarde, desde el otro lado del precipicio, les servirán para
aguardar traicioneramente a los que vayan aproximándose con alguna honestidad.
Fue nada menos
que Goethe quien afirmó lo siguiente: “Dinero perdido, pérdida ligera; honor
perdido, pérdida considerable; coraje perdido, pérdida irreparable”. Pues bien,
con la decisión adoptaba por el cobarde Garzón —llamarle juez es insultar a los
jueces—, tras exigirle al órgano político correspondiente un informe adulterado
que le cubriese las espaldas y que reflejara que el nuevo partido etarra está
limpio de sospechas, ha decidido que ANV no es ETA-Batasuna, lo que sin duda le
ha venido al pelo a ZP, que naturalmente esperaba algo así, y por lo tanto se
dispone a entregarle dinero, nuestro dinero, a una banda de delincuentes
pertinaces y convertidos ya en profesionales sacacuartos. Por supuesto, Zapatero
ratifica en el mismo acto su pérdida del honor, si es que alguna vez lo ha
tenido, y ve cómo el coraje se aleja de él a grandes zancadas.
Otro clásico de
los que acostumbro a citar —con perdón— no dudó en escribir que “el temor a
hacer bajezas e indignidades en realidad es valor”, de donde se deduce que
quien no teme cometer tantas bajezas e indignidades como las que practica este
gobierno socialista, y no sólo en relación al terrorismo, viene a resultar un
grupo de espantadizos que se entregan sin ningún temor a tales acciones afrentosas.
Y es que la paz y la abundancia engendran cobardes, especialmente si la paz no
es en sí misma un fin, sino una repugnante consigna política, y la abundancia
no se obtiene mediante el trabajo y la honradez, sino como resultado de
piruetas inconfesas envueltas en corrupción y dinero ajeno. ¿No, Pepiño?
Ahora bien, ante
tantas fechorías socialistas como las que llevan perpetrando desde hace tres años,
si bien las iniciaron en las manifestaciones orgiásticas callejeras de los dos
años anteriores a las generales de 2004, me pregunto si cabe la actitud
contemplativa del Partido Popular, que a lo sumo, con cada una de esas
fechorías o conculcaciones de las leyes, se limita a pedir una comparecencia urgente
en el Parlamento, las cuales suelen ser rechazadas o acaban por producirse a
los seis meses y sólo cristalizan en actos de mofa e insultos a los
representantes populares.
Es vergonzoso
que el PP opte por soluciones tan inútiles como la descrita, o si acaso efectúe
declaraciones con sordina a los pocos medios informativos que aún les abren sus
puertas. El miedo de los populares a expresarse en un lenguaje rotundo respecto
a la deriva delictuosa de esa banda en que se ha convertido la coalición
nacional-socialista en el poder, es percibido claramente y hace que se
incremente la audacia de los déspotas que ahora mandan, de tal modo que
profundizan descaradamente en la malversación de las leyes y los caudales públicos
y, en consecuencia, en cualquier idea de libertad. O lo que es lo mismo,
defraudan impunemente todo sentimiento que nos haga creer que aún vivimos en
España. Sí, la cobardía del PP, y no sólo la felonía socialista, redunda en el
proceso oscurantista que estamos viviendo.
No es el peligro
el que impide atreverse, es el no atreverse el que ocasiona el peligro. Si no
se posee valor, e ideas suficientes para contrarrestar tanto desmán como
padecemos, lo razonable es cederles la iniciativa a otros españoles más
valerosos. Porque la única virtud que escapa a la hipocresía es el valor, ya
que no es posible fingirlo, se tiene o no se tiene. Y el Partido Popular, que
hace ya bastante tiempo que debió abandonar el Parlamento como protesta definitiva a tanta arbitrariedad socialista, o en cualquier caso exponer mucho más sus ideas en la calle, reacciona como una mujeruca ansiosa cada vez que ZP
anuncia que dentro de unos meses se reunirá con Rajoy. Lo más atronador de la
derecha es su silencio, falsamente llamado reflexión. Pero que conste que mientras
el cobarde reflexiona, el osado —o el delincuente de nula moralidad — va,
triunfa y vuelve.
Artículo revisado, insertado el 1 de mayo de 2007 en Batiburrillo de Red Liberal
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