Pocos
en nuestros días, para vergüenza de los promotores de la sectaria “Memoria
Histórica”, sabrían contarnos qué fue de ese gran ministro impulsor de la “Ley
Salmón”, como se conoce aún en el ámbito especializado a la normativa que
Federico Salmón Amorín impulsó en el año 1935 en contra del abundante desempleo
que por entonces se daba en España. Una ley que resolvió grandes problemas a
los que tuvo que enfrentarse la Segunda República, ya que propició un notable incremento
de las inversiones, cuya consecuencia fue un considerable aumento en poco
tiempo del número de puestos de trabajo. Asimismo, Salmón promovió la construcción de viviendas para los trabajadores
y de escuelas rurales para los hijos de los campesinos.
Federico Salmón
Amorín nació en Burriana, provincia de Castellón, el 27 de agosto del año 1900.
Otras fuentes consideran que su localidad de nacimiento fue Alicante. Estudió
derecho en la Universidad de Valencia. Desde su juventud estuvo vinculado a los
movimientos estudiantiles católicos. Mediante una brillante oposición, en 1924
obtuvo plaza de abogado del Estado, siendo destinado a Murcia, ciudad en cuya
Universidad fue catedrático de Derecho Político. A comienzo de 1930 dirigió el
diario La Verdad de Murcia, actividad que abandonó para hacerse cargo de la
dirección nacional del CEU en Madrid.
Federico Salmón
Amorín militó en el partido Acción Popular, que se integró en la CEDA, de la
que fue secretario general, lo que le permitió ser elegido diputado durante la
Segunda República. Participó en el gobierno de Alejandro Lerroux, desde el 6 de
mayo hasta el 30 de diciembre de 1935, siendo titular del Ministerio de
Trabajo, Sanidad y Previsión. Durante su corto mandato presentó nada menos que
18 proyectos de Ley e intervino en 23 debates parlamentarios. Fue detenido en noviembre
de 1936 por el Frente Popular y llevado a la cárcel Modelo, donde lo incluyeron
en una de las “sacas” camino de Paracuellos del Jarama, y en la madrugada del 6 al 7 de
noviembre murió fusilado.
Federico Salmón
Amorín jamás llegó a estar imputado en cargo alguno, ni fue sometido a ningún
tipo de juicio que justificase su horrible asesinato. Todos sus crímenes
consistieron en haber sido un gran ministro de la derecha, catedrático, abogado
del Estado y director de diario. Eso sí, era católico y llego a dirigir lo que
hoy conocemos como la Asociación Católica de Propagandistas. Lo cual
constituyó, sin duda alguna, un delito espantoso por el que al parecer mereció
morir. Hoy casi nadie recuerda su brillante ejecutoria social y política, ni se
le rinde tributo alguno o se propone su figura para un merecido homenaje de
desagravio. Total, sólo fue un gran español “ajusticiado” por la izquierda… ¡a
la edad de 36 años! Y claro, la justicia de la izquierda no tiene apelación posible.
Artículo
revisado, insertado el 24 de febrero de 2007 en Batiburrillo de Red Liberal
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