Viene del artículo anterior:
En cada una de las nuevas comunidades autónomas con jerarquía de nación, las federaciones regionales del PSOE dejarán de exhibir esas siglas, como ocurre ya en Cataluña, y el siguiente paso será declarar que sus respectivos partidos nada tienen que ver con el PSOE, sino que son formaciones diferentes y nacionales (en el sentido nacionalista), algo que igualmente ha sucedido en Cataluña. Eso sí, como hacen ahora los socialistas catalanes del PSC, seguirán formando parte de la Ejecutiva Federal, sin que les afectase ninguna obligación y accediendo a todas las ventajas. En consecuencia, mantendrán la capacidad de elegir al primer secretario del PSOE, cargo que recaerá siempre en un individuo de la calaña de Zapatero (ahora vemos que se ha cumplido al tratarse de Pedro Sánchez), cuyo perfil imprescindible para ser elegido es que sea partidario de conculcar cuantas normas y leyes llegó a tener España como nación unitaria, lo cual podría resumirse perfectamente en un eslogan tan al uso socialista: Todo para la parte (cualquier región), nada para el todo (España).
Tales
circunstancias determinarán, en un plazo de tiempo que no deberá superar las
dos o tres legislaturas, la pérdida del poder socialista en el “gobierno
central del Estado español” (como gustan llamarlo en la periferia
díscola) o en su defecto “gobierno de Madrid”, si es que para
entonces no se ha fundado ya una nueva capital en un páramo de La Mancha y se
le ha dado el nombre de algún socialista conspicuo, por ejemplo: Ciudad Paulina
o Nueva Iglesias, por Pablo Iglesias, el fundador de la Secta del PSOE. En
efecto, anteriormente dije que el asunto había que tratarlo en serio y,
evidentemente, no puede ser más serio el hecho de despojar a Esperanza Aguirre
y al PP de una capital que ellos, los burócratas de la izquierda y el
nacionalismo, consideran que “chupa del bote”. ¿Cuántas pegan creen que
pondrían Carod o Ibarreche o Chaves, y no digamos Maragall o su sosias
Marce.lí, si se les hablase de trasladar la capital del Estado español a Dios
sabe dónde y reducirla a un pueblo de 50.000 habitantes? ¡Eh!, ¿cuántas?
Sea
como sea, con la deriva constante hacia la fractura de hecho (quizá no teórica)
de la España multicentenaria, el PSOE deberá perder el poder en unas tres
legislaturas (lo hizo en dos) o incluso antes. Recordemos, a tal efecto, que la unidad de medida
del hastío de la población española respecto al socialismo es de 13,5 años,
claro que eso fue así cuando sólo se dedicaban a asesinar y robar y aún no
habían puesto en almoneda lo que para muchos es irrecuperable: España.
Ya
se comentó que a la caída del zapaterismo podríamos encontrarnos con un
puñado de naciones (cuento hasta seis o siete) y un resto de España (que diría un
inmoral llamado Maragall) atacada desde hace tiempo en su economía, y por tanto
empobrecida, a causa de los favores y prebendas que el socialismo de ZP irá repartiendo entre sus secuaces y cómplices. Para entonces es posible que el PP
ni siquiera exista, porque Rajoy no parece un individuo capaz de aunar con
fortaleza a su partido durante dos o tres legislaturas en la oposición. Y en
lontananza no se vislumbra en la derecha ningún candidato con carisma y un par
de narices, luego lo más lógico es pensar que el socialismo perderá el poder
ante una coalición de partidos de derecha y, es posible aunque no deseable, de
extrema derecha.
Tal
catástrofe política, que ya se sabe que sólo la izquierda tiene legitimidad
para gobernar, determinará un período de inestabilidad social en el que de
nuevo volverán a usarse las manifestaciones callejeras. Entre los años 2002 al
2004, con un PP que disponía de mayoría absoluta holgada, que trataba de
centrase como partido y que disponía de todas las encuestas a su favor, Aznar
se tomó a risa (gran fallo) las exhibiciones de pancarta que Zapatero,
Llamazares y los nacionalistas le organizaron durante dos años. Si esos mismos
hechos se produjeran dentro de 8 a 12 años, con una coalición de gobierno de la
derecha, quizá más precaria y mucho más radicalizada, me temo que no despertaría la
risa de ningún político en el poder; si además coincidiera con una España
reducida a la mitad en cuanto a su lealtad declarada, no serían simpatías ni
sonrisas lo que despertarían las manifestaciones agitadoras, bien al contrario. Si la España empobrecida aún así se mantuviera altiva frente a “naciones”
garrapata que no dejaran de azuzar en contra por temor a que el nuevo Gobierno
(esta vez con mayúscula) recuperase competencias, todo apunta a que podría
producirse más de un baño de sangre, con actos de violencia generalizada y deseos de
desquite ante una izquierda y un nacionalismo que jamás ha contado en su haber
con valores democráticos.
El
futuro al que el socialismo nos lleva no puede ser sino violento, quizá
sangriento, empobrecedor y dictatorial, como sucede en Venezuela y otra media docena larga de países sudamericanos. No por el
hecho de votar existe la democracia en
un territorio. Para llegar a ese futuro, la izquierda y el nacionalismo usarán
métodos arbitrarios, inmorales y propagandísticos. Incrementarán la práctica de
la aculturación sobre los ciudadanos (también llamada adoctrinamiento) o,
simplemente, dejarán que el analfabetismo funcional se propague desde la
educación primaria hasta la universidad. Ni una sed de agua para quien desee
aprender a ser libre, ni una sed de agua para las tierras sedientas, dos nuevos
eslóganes que deberán superponerse. El objetivo de quienes ahora mandan en
España (año 2005) no es otro que el feudalismo del siglo XXI disfrazado de socialismo, con vasallajes y
señores que posean derecho de pernada sobre sus poblaciones. Todo valdrá con
tal de mantenerse en el poder.
Una
nueva década nacional-socialista-populista a partir de 2016 puede hacer
retroceder a España hasta media centuria, en riqueza, en bienestar, en armonía,
en calidad de vida. Y aún así, si la patria se mantuviese unida o hubiera posibilidades de reunificarla más tarde, todo tendría remedio. Sería la tercera
y acaso definitiva gran lección de la Historia. Una lección que nos llevaría a
aprender y a valorar lo que jamás debe consentir el pueblo español: el nacional-separatismo. Una gran lección que debería llevarnos a convertir a
España en circunscripción electoral única: Un hombre, un voto, y todos con el
mismo valor. Una gran lección que debería establecer, blindados convenientemente,
separación real de poderes. Una gran lección que debería eliminar de cualquier
institución pública la posibilidad de controlar y conceder licencias de medios
audiovisuales.
El
socialismo, a su vez, tras lo que probablemente sería su tercera gran estafa a
la Nación (años 30, años 80-90, años 2004 y siguientes), como mucho debería ser
testimonial si es que alguna vez llega al poder una derecha menos acomplejada
que la del PP. Una derecha que debería de encargarse de airear
convenientemente, no como hizo Aznar al mantener altos cargos socialistas y
evitar levantar las alfombras, cuantas maldades cometió la izquierda en sus 125
años de inmoralidades.
Opuestamente
a la impresión que pueda darle a los que hayan leído mis artículos relacionados
con el socialismo, nada tengo en absoluto contra del socialista de base y, en
general, contra la ideología misma, pero siempre que se trate de una
socialdemocracia civilizada, no de este socialismo sarmentoso y radical,
cargado aún de guerracivilismo (en este mismo mes el socialista Odón Elorza pide dinero para asaltar el Valle
de los Caídos), que nos invadió en 2004 a la llegada del rencoroso ZP y sobre el que
no pocas fuentes aseguran que en Pedro Sánchez veremos a su continuador.
PD:
Artículo revisado y actualizado, insertado el 2 de mayo de 2005 en Batiburrillo
de Red Liberal
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios moderados.