sábado, 15 de agosto de 2015

Seis meses son siglo y pico

Si Pablo Iglesias levantara la cabeza y viera lo que ha degenerado el PSOE desde ZP para acá, incluido el mocetón Sánchez, su busto de bronce llegaría a palidecer como la pared. 

Nada hay que me motive con esta oposición de partidistas contumaces y radicales —socialistas, comunistas, populistas y nacionalistas—, como para adoptar una postura moderada con la que criticarles. Todo lo contrario, advierto que actúan de un modo dañino donde predomina lo antidemocrático, y ello me irrita más de la cuenta. Como respuesta lógica, uno tiende a caer en esa misma radicalidad y a buscar opciones e ideas contrarias. Y sin objetividad y prudencia, que son herramientas imprescindibles del análisis político, es imposible escribir en Batiburrillo 2012 o en parte alguna, y al mismo tiempo ser creíble.

Lo confieso, Pedro Sánchez y su caterva de sectarios han conseguido radicalizarme en seis meses. Todo un logro hacia alguien que, como yo, se consideraba liberal, respetuoso de la Ley y ante todo un demócrata con sentimientos patrióticos. Ahora ya no sé ni lo que soy, porque me envuelve tal desengaño y ojeriza hacia quienes pueden llegar a gobernar mi patria, que si escribo sobre ellos quizá no resulte demasiado ético ni de lectura agradable. Seguiré meditando, pues, mi renuncia a escribir en estas páginas. Mientras tanto, quizá aparezca por aquí alguno de esos artículos míos, medio legibles a juzgar por las notas insertadas en ellos, en los que la crítica a la izquierda y al nacionalismo sólo iba aderezada de desprecio, un sentimiento casi compasivo para lo que merecen.


Seis meses de oposición socialista, al modo Pedro Sánchez (o populista al 'Coletas' modo), no son medio año, son... ¡siglo y pico! Con esta morralla adventicia uno se siente envejecer día a día, como si el pasado más nefasto y frentepopulista llamase a nuestra puerta, vistas las calamitosas medidas que aplican ya en los ayuntamientos que han tomado al asalto, y muy especialmente cuando deciden ejecutar sus infinitas contradicciones o el reverso de sus promesas electorales. Lo que debía ser talante, entendido como bueno y alejado de la casta, se ha convertido en un profundo sectarismo de la peor extrema izquierda. El cacareado diálogo, cacarear es algo propio de un personaje como Pedro Sánchez (Pablo Iglesias directamente ladra), ha venido a resultar una imposición tras otra, y si no que se lo pregunten a los compañeros depurados de la Federación Socialista Madrileña. Ya no comento la mucha saña demostrada hacia el PP por Pedro Sánchez, como así lo demuestra el hecho de que haya preferido pactar con partidos radicalmente independentistas, tipo Compromís —e incluso abstenerse para que Bildu gane algún ayuntamiento— antes que permitir que gobierne el partido al que en más de una ocasión le ha faltado un concejal, ¡uno solo!

Las expresiones socialistas y populistas en las dos últimas campañas electorales, Europeas y Autonómicas-Ayuntamientos, que contenían mensajes de mayor libertad y democracia, con no poco énfasis a la hora de dar la voz al pueblo, en sólo seis meses se han disuelto en un afán desmedido por controlarlo todo, lo que redundará, en el supuesto de que España se mantenga como nación unitaria y no acaben apoyando el "derecho a decidir", en un remedo de pseudo democracia a la venezolana. Uno mandará aunque sea el segundo en el escalafón, Pablo el 'Coletas'. El otro, Perico Sánchez, se contentará con sacar en procesión su larguirucho esqueleto por este o aquel pueblo en fiestas. Exactamente igual que ocurre en Venezuela, ya que Nicolás Maduro es el jefe nominal pero quien manda en realidad es Diosdado Cabello, férreo militar y amo del narcotráfico, una actividad cuyos ingresos tienden a sustituir a los del petróleo.

Pedro Sánchez desprecia la idea de España a juzgar por sus palabras en las que afirma entender que Cataluña es una nación, término que sólo es posible aplicarle hoy a un territorio si lleva implícita la soberanía del mismo, puesto que la idea de nación sin estado es un concepto hueco que nadie acepta para sí y mucho menos los separatistas. De ese modo, con la extrema inconsciencia que cabe atribuirle a un personaje tan torpe y dispuesto a asentir a lo que sea con tal de llegar a lo más alto, como es Sánchez, se incita a cuantos nazis se hallan agazapados, con la mecha encendida y el cartucho en la recámara, a fin de desintegrar una patria que para muchos españoles posee raíces milenarias y más de cinco siglos de vida en la era Moderna.

Este hombre pernicioso que pretende llegar a la Moncloa trepando sobre los cadáveres políticos de cuantos compañeros no le han reído la gracia —pongamos Tomás Gómez y Antonio Miguel Carmona, pero son centenares de socialistas en más de media España—, y cuyo grado máximo de maldad aún es desconocido pero del que ya se sabe que posee una deficiencia inmensa para el cargo—, hará que algunos nos volvamos unos rebeldes ante tanta estulticia como se le adivina. De hecho, me he apuntado ya al grupo de los que opinan que si Pedro Sánchez alcanza el Gobierno será solo por los pelos y respaldado por toda la morralla del arco parlamentario, a la que tendrá que compensar generosamente y además sobrevivir durante toda una legislatura en chantaje permanente, lo que sin duda le llevará a practicar la bajeza moral si no quiere convocar elecciones.

Creo que el PSOE, como partido de gobierno, será incapaz de representar al conjunto de los españoles, nunca lo ha sido en sus más de cien años de historia y no va a empezar ahora con un mediocre que posee una venilla estalinista y que, si quiere gobernar, deberá someterse a un populista de la variante marxista-leninista-chavista. Ha quedado claro que Sánchez solo se representa a sí mismo y a esos cuates a los que deberá alimentar con prebendas para mantenerlos cebados, proclives a un apoyo que si al PSOE le faltase le alejaría del poder, único propósito que alienta el sujeto que podría ser considerado lo más opuesto a un hombre de Estado, e incapaz de pacto alguno con el partido mayoritario: "¡Al PP ni agua!", y que determina su rencor hacia el único partido con el que debería buscar la reforma política que España necesita para sobrevivir a tanto cismático y alborotador. Un rencor no ajeno a cuanto ha significado históricamente el PSOE, cuyo afán obsesivo por controlarlo todo y corromperlo todo, que le cataloga de partido malvado en la tradición democrática de nuestra patria, se ha fundamentado siempre en la consigna del “perpetuarse caiga quien caiga”, sean instituciones, sean ciudadanos.

Apunta el clásico que el pez desprecia el agua sin advertir que es lo único que le hace flotar y respirar, pues así es el pensamiento de uno de los socialistas más torpes que ha dado la nación española desde que el ser humano tiene memoria, incluida gentuza de la calaña de Fernando VII, Niceto Alcalá-Zamora o el extrañamente reivindicado Manuel Azaña, quienes a sus maldades y pasiones omnímodas nunca añadieron, como hace Pedro Sánchez, la idea de suprimir el Ministerio de Defensa y jugar así a la desintegración de España. Viene ello a cuento a propósito de las veleidades con los separatistas que el 'listo' mantiene en vigor a todas horas, a los que parece decirles que no le importa demasiado que le saquen el agua de su pecera (España) porque prefiere no sentirse húmedo, sino que quiere vivir soleado y airoso. ¡Será mendrugo! Naturalmente, en cuanto la pecera se haya partido en mil pedazos, el pez 'listo' no tendrá nada sobre lo que nadar ni respirar y de paso nos habrá postrado la patria a muchos que sí creemos en ella.

El caso más flagrante de intento de agujerear la pecera por los nacionalistas se está produciendo ahora en Cataluña, se trata de un acto nada especulativo que denota una tendencia desenfrenada hacia la incontinencia de sus fines separatistas y que se decidirá el próximo 27 de septiembre. Ante tal situación, sobre la que el PP se limita a rascarse la barriga o, como mucho, amenaza con el Tribunal Constitucional, Pedro Sánchez aún lo está haciendo peor, ¡mucho peor!, puesto que hace declaraciones pro nacional-separatistas: "Cataluña es una nación y hay que reconocerlo así", "Estoy dispuesto a considerar el concierto económico", "La solución al problema catalán es una España federal" (no aclara que tipo de federalismo) y, finalmente, renuncia a llamar a capítulo al PSC, cuyos dirigentes miran al tendido cada vez que se suma un nuevo municipio gobernado por ellos a esos más de 70 municipios catalanes que ya integran la Asociación de Municipios para la Independencia. En pocas palabras, el socialismo catalán y el andaluz se pasan por un determinado lugar la opinión de Pedro Sánchez. Tal vez sea así porque le calaron la torpeza y la falta de un criterio claro al poco de llegar al cargo de Secretario General.  

Así que estoy pensando seriamente en dejarlo y lo haré en el supuesto de que no sea capaz de acostumbrarme a soportar tanta deslealtad hacia a los españoles. Uno ya padeció los últimos años de la dictadura franquista, los sobresaltos de la incipiente democracia, la edad oscura del felipismo putrefacto y ahora, tras el paréntesis de bonanza de la derecha con Aznar y los ocho años de horror zapaterino, cuando el lento Rajoy parece que permite un poco el respiro, diríase que nos va a llegar el mundo surrealista del vivir en un ¡ay! y del irse a dormir sin saber si al día siguiente se levantará uno en España o en “ese resto”, que decía otro socialista pernicioso. Y uno, en fin, no es partidario de seguir a medio gas en la crítica a la vileza, como distraído y rutinario, sino más bien decidido a echarle vigor a la denuncia. Pero la radicalidad también implica un riesgo que no estoy seguro de querer asumir.

Este artículo, revisado y actualizado al socialismo de hoy, se publicó inicialmente el 23 de octubre de 2004 en Batiburrillo de Red Liberal

PD: Como es posible deducir, con Pedro Sánchez nos hemos adentrado en la versión 2.0 del ínclito ZP, el gobernante más desastroso que hemos conocido a lo largo de la historia. Es de esperar que el radical Sánchez, que además posee bastante más mala leche, no supere a su anterior colega socialista en el grado de vileza, lo cual no sería nada extraño si se considera que su llegada al Gobierno de España —en el caso de que se produzca— sería de la manita de Pablo Iglesias, un tipo que es 100% odio hacia la especie humana. 

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