Esta es la imagen que los totalitarios de la izquierda no soportan. Pues... ¡toma imagen! |
Usue Barkos es ahora la presidenta de Navarra, ¡ahí es nada!, pero
esta individua aceleró su carrera política cuando intervino para interrogar a
Aznar en la Comisión del 11-M, donde mostró, con el regocijo de cuanto
impresentable ejerció de comisionado, unos modales sectarios que la han llevado
hasta donde hoy se encuentra, tan próxima a los bildutarras y tan deseosa de que
Navarra quede absorbida por el País Vasco. A partir de aquí, el artículo
elaborado en su día:
Hoy es obligado escribir sobre José María Aznar, el ex presidente
del Gobierno, el político de primera fila, ese estadista que una nación de
mediocres, envidiosos y traidores no se merece. Parece fuerte mi afirmación,
pero es lo que pienso y estoy obligado a escribirlo así si pretendo ser fiel a
mí mismo, del mismo modo que Aznar, cuyo modelo sigo, se emparejó ayer a su
propia fidelidad en el Congreso de los Diputados y desgranó a bocajarro,
acertando de lleno a los comisionados del 11-M, esas verdades que sólo la
obcecación más partidista y retorcida es incapaz de admitir.
Se ha eludido citar a propósito que los comisionados del 11-M,
cuyas siglas aunque parezca extraño no significan "Once Miserables",
pertenecen o deberían pertenecer a una hipotética Comisión de investigación.
Porque ni sus actitudes o manifestaciones, y mucho menos sus gestos, iban
destinados a investigar nada, sino más bien a echar tierra encima de las graves
irregularidades que la izquierda practicó en vísperas de las elecciones. Una
tierra que en el Congreso debía cumplir igualmente otro propósito: Ser
convertida en fango al mezclarse con abundante mala baba y luego arrojado sobre
una fosa que contuviese el cadáver de Aznar. Para exterminarlo y asegurarse en
primera fila, retransmitido en directo, del afrentoso exterminio.
Barkos en 2004 |
Desde luego las preguntas formuladas por los comisionados a José
María Aznar, precedidas siempre de un rosario de insultos o descalificaciones,
solamente perseguían la encerrona, la contradicción o el lapso de memoria del
ex presidente. Cuando no directamente el desprecio, como el que la obtusa
parlamentaria del Grupo Mixto, una tal Barkos (con K de esto es el kolmo)
intentó estamparle en pleno rostro a Aznar, fingiendo que no le conocía al
preguntarle si él era el Presidente en tal fecha o si sus subordinados se
llamaban así o asao. Un eskándalo de tía, ¡koño!, que akometió kon una konducta
exekrable y que se konstituyó no en la portavoz del Grupo Mixto, sino en la
portakoz de la aktitud despektiva y zopenka.
Y a pesar de ello no lo consiguieron, los comisionados no pudieron
demostrar más que su propia necedad y partidismo. El setenta u ochenta por
ciento del tiempo asignado a cada grupo, y había cinco de ellos que iban a una,
fue usado en perseverar... —no, perseverar no, que suena a una cierta virtud—,
fue usado en machacar a quien parecía blindado ante la patraña reiterada. El
estadista permaneció once horas inmune, apenas con un par de tés y sus
correspondientes pises, ante ese quinteto de jinetes de la mala leche que
arremetía sable en mano, un sable envenenado por si sólo conseguían rozarle. Al
final Aznar acabó rodeándolos a todos ellos y los dejó por lo que son: Unos
impresentables que España no merece ni de lejos, y que la Historia, cuando
refleje el episodio de ayer, se encargará de citarlos como una caterva de
confabulados, cargados de malos propósitos y con mucho por tapar.
Artículo revisado, insertado inicialmente el 30 de noviembre de 2004 en Batiburrillo de Red Liberal
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