La única alianza
posible de civilizaciones es la que se definiría mediante una sencilla frase de
dos palabras: “Libertad individual”, actitud que consiste en el respeto
absoluto a la tendencia natural de cada cual a aliarse con quien le salga de
las narices (a poder ser de buena presencia), sin que tengan que ser los
estados, y mucho menos los partidos políticos, quienes impongan ningún tipo de
alianza entre colectivos o entre naciones que a veces resultan de una incompatibilidad
democrática manifiesta. Hay un refrán que dice más o menos así: Quien se junta
con un cojo, al cabo de cierto tiempo si no cojea... renquea. Lo que significa
que si uno se alía con según qué civilización puede acabar cambiando a su mujer
por un par de camellos; eso sí, después de haberla maltrado a diario durante
una buena temporada. ¡Qué horror!
El único
multiculturalismo válido es el que se corresponde con el mundo occidental,
incluyendo alguna nación ajena a dicho ámbito geográfico, por ejemplo Israel,
pero que profesa un sistema socio-democrático semejante. En los demás estados,
comenzando por los despóticos países islamismos, ni lo de ellos es cultura que
difundan hoy en día ni merecen ser tenidos en cuenta como creadores de valores
que debamos conservar, sino reformar o combatir mediante la transmisión de
ideas democráticas que vayan calando en su malhadada población. Eso sí,
comenzando por sus millones de emigrantes en toda Europa, a los que se les
debería de dar una especie de carné por puntos para residir en nuestro
continente. Puntos que perderían según el grado de radicalidad religiosa y/o
delictiva, con la opción de recuperarlos mediante cursillos de civilidad
democrática. Por supuesto, una vez agotados los puntos del carné, debería
procederse a expulsarlos sin más ceremonias ni contemplaciones a sus países de
origen.
El único
ecologismo posible es el que defiende en primer lugar el bienestar de la
especie humana, sin rasgarse las vestiduras ni clamar al cielo civil como hacen
esos adoradores del cuaternario ante teorías indemostrables que nos advierten
de un cambio climático (que de producirse estaría más bien relacionado con algo
tan sencillo como las glaciaciones periódicas) o de la subida del nivel del mar
si en las autopistas pasamos de 120, poco más o menos, que es lo que
alegremente nos anunció una determinada ministra social-fantasiosa y devota de
arrojar al mar la totalidad de los caudales sobrantes del Ebro, un río
requisado en su tramo medio por el social-sectarismo del catalano-aragonés
Marcel.lí y nacionalizado en su tramo final por el social-separatismo de ese
tándem megalómano que ahora manda en Cataluña.
Mediante los
párrafos anteriores, reconozco que escritos con más chanza que ganas de
meditación, espero haber dejado clara mi postura respecto a las teorías de moda
en la izquierda europea (quizá también americana). Me refiero a esa especie de
doctrina trinitaria: alianza-multiculturalidad-ecologismo, con la que trata de
intoxicarnos y cuyo fin descarado no es otro, tras el fracaso a calzón quitado
del marxismo y la caída del Muro, ¡ojo al dato!, que el de seguir mediatizando
al hombre para que no se sienta a sus anchas. Se trata de que no nos quede más
remedio que mirar de reojo, intuyendo el enorme peligro del capitalismo —que
ellos llaman salvaje aunque debería llamarse alimenticio— y acabemos buscando
la atmósfera protectora de papá Estado, un estado naturalmente gobernado por
los socialistas y otros apéndices de la izquierda liberticida como Podemos,
Compromís, Cup... Se trata, pues, de que aceptemos con satisfacción colectiva
(todo en ellos es colectivo) las propuestas siguientes:
1. La obligación
de aliarse risueñamente (a lo ZP) —hoy a lo Sánchez— con algo sórdido como
pueda ser el islam, una tiranía religiosa a la que, por conveniencia, se le
asigna el rango de civilización. Y quizá es así porque, tal y como hizo (hace)
el marxismo, el islam tampoco quiere reconocerle al ser humano el libre
albedrío, también llamada libertad individual. Lo que determina esa simpatía
entre colegas liberticidas que marxistas e islamistas han sentido desde
siempre, no en balde ambas ideologías programan la vida del individuo (jamás
ciudadano) desde el nacimiento hasta la tumba, mortaja incluida en el caso del
islam. Sí, así es como debe ser según la izquierda y los musulmanes, todo
dispuesto desde la cúspide del poder o desde la Sharia, no como hacen en el 'malvado' judaísmo, cuya consolidación
del estado de Israel jamás podrá ser admitida como algo bueno porque sus
ciudadanos, además de pensar por ellos solitos, poseen el vicio de convocar
elecciones libres cada equis tiempo y dar cuenta a los ciudadanos a través del
Parlamento. ¡Oh, cielos, qué horror!
2. El deber de
aceptar una multiculturalidad que comprende grandes áreas del planeta que han
sido tiranizadas desde que el mundo es mundo y a las que, por ningún motivo, se
les debe presionar desde el exterior para que se conviertan en democracias.
¡Faltaría más! Qué demonios importa si hay países gobernados por genocidas como
el depuesto Sadam o sujetos petrocorruptos y liberticidas al frente de países
como Arabia, Irán o Siria. Y ya no hablemos de Sudamérica, donde los regímenes
de Cuba, Venezuela, Ecuador, Nicaragua, etc., sirven ahora de referencia a
gente encanallada como el 'Coletas' y su banda. Nada, no debe tocárseles ni un
pelo a esos tipejos (no a la guerra), lo correcto es dejar que la población de
esos países solucione sus problemas. No importa que la multiculturalidad
represente otorgarles patente de tirano a ciertos dirigentes. Y además por
varias generaciones, puesto que determinada gentuza gobierna mediante una
endogamia política tan lujuriosa como pertinaz.
3. Debe
reconocerse la inconveniencia de comer habichuelas si ha mediado en ellas un
toque genético que las haga inmunes a determinada plaga, porque en ese caso
representa la pérdida de grandes colonias de insectos que en modo alguno
compensa que el ser humano disponga de alimentos en países donde las hambrunas
son endémicas. Nada mejor para evitar que un muerto de hambre coma y se recupere
que anunciarle a bombo y platillo la posibilidad de que su muerte no sea de
inanición sino de mutación genética y degenerativa producida por las
habichuelas; las cuales, claro, de ser ingeridas contra natura, ocasionarán que
los descendientes del consumidor nazcan con seis dedos dentro de treinta
generaciones.
La izquierda
española, y dentro de ella el PSOE, figura a la vanguardia de la estupidez y la
frivolidad a la hora de sus planteamientos ideológicos. Porque la civilización,
clave del multiculturalismo y del ecologismo trinitarios, viene de civilizar,
que es sacar del estado salvaje a pueblos o personas. Lo que significa que en
el momento en que saquemos de ese estado salvaje a determinadas sociedades,
como por ejemplo la islámica, y les desarraiguemos unas costumbres que cualquier
mente lúcida no tiene más remedio que condenar, habremos creado algo muy
semejante a lo que existe en occidente. A menos, claro está, que con la
“alianza de civilizaciones” lo que se pretenda es asilvestrarnos (juntarnos al
cojo) a los que ya estamos civilizados, por lo menos en lo que respecta a la actitud
mental.
Artículo revisado y puesto al día, insertado el 14 de marzo de 2005 en Batiburrillo de Red Liberal
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