Antes de cuatro meses los españoles
debemos ir a las urnas, por tal motivo me ha parecido oportuno recordar qué
sucedió la última vez que el socialismo desalojó a los populares del gobierno y
Zapatero accedió al poder. Ahora, con la llegada de los nuevos partidos
políticos, bastante encanallados y llenos de odio (y todo el mundo sabe a qué
formaciones me refiero), es de esperar que la inestabilidad se acreciente
sobremanera en las calles, según vaya acercándose el día de las elecciones, y
se trate de batir a los populares mediante el agit-prop acostumbrado. En prevención de que
algo así pueda ocurrir y para evitar que a la gente le pille de sorpresa, he
querido incluir el presente vídeo (muchos ya no deben recordarlo) y además un
largo artículo (perdón por la extensión) que quiere poner sobre aviso a esos confiados que prefieren no
votar casi nunca. He aquí el artículo en cuestión:
No soy de los
que acuden a los estrenos de las películas que llegan precedidas de cierta
fama, prefiero ir a verlas cuando han transcurrido varios días de su
presentación, a veces incluso semanas. Opto a menudo, cuando tengo buenas
referencias del filme, por esperar a que salga en DVD y entonces disfrutarlo
cuantas veces me apetezca; eso sí, invariablemente acomodado en el sofá de casa
(a la romana), con el volumen del sonido a mi gusto, que en los multicines
suele ser atronador, y encima con la opción nada desdeñable de poner la pausa
si viene al caso prepararse un cubata o ir a visitar al señor Roca.
Recuerdo haber
actuado así con “Gladiator”, magnífico drama de Ridley Scott que debo haber
visto unas doce veces, siempre en el salón de mi casa y siempre usando las
pausas en esos instantes en los que la genial música de Zimmer-Gerrard, junto a
la fotografía de Mathieson, te inundan de tristeza, te humedecen los ojos y te
da por pensar. Porque las imágenes (en griego iconos), acompañada de la música
apropiada, era el sistema usado por la jerarquía católica del alto medievo para
transmitir los evangelios a un pueblo que no sabía leer. No bastaba,
evidentemente, el desgañitarse de los curas en los púlpitos; como no les ha
bastado a los musulmanes, para acceder a una religión compasiva y menos
fanatizada en sus inicios, aprenderse de memoria, en las madrazas, las páginas
de un Corán que precisó alejarse del pacifismo porque cuando comenzó a
difundirse, sobre el año 655, el Imperio islámico comprendía ya treinta reinos conquistados
que se asentaban en buena parte de tres continentes.
Los televisores
de hoy en día —volviendo al tema inicial—, de pantalla kilométrica y sonido
envolvente, tienen poco que envidiarle a algunas salas diminutas donde tres
bolsas de palomitas “apestan” todo el local. Eso sin contar que a veces, con
mayor frecuencia de la deseable, la resonancia de la sala de al lado (ya se
sabe que siempre hay un empleado incompetente que deja alguna puerta mal
cerrada) te impide concentrarte en el argumento o los diálogos de la película
que quieres ver. La mía es, sin duda, una actitud que pudiéramos denominar
comodona si reparamos en el atrezo del sofá, el cubata y el “home cinema”, pero
juraría que también es una actitud práctica que evita esos “ruiditos” que
llegan de los móviles (tiempo atrás fueron los relojes Casio), capaces de
romper en mil pedazos el clímax de lucha entre gladiadores romanos o cualquier
otra secuencia más sosegada que mueva a la meditación. Todo ello sin hablar del
gustazo de evitar opiniones in situ, normalmente a cargo de un grupo de
amigotes guasones, de entre los cuales a menudo hay uno que ya ha visto la
película en “New York” (así, en el original) y te destripa el desenlace, a
veces falsamente.
Aparte del
ceremonial de ir a una sala de cine tras el no despreciable esfuerzo de
consensuar con la familia qué película ver, circunstancia que normalmente va
acompañada de una cena fuera de casa y de unas copas a la salida del cine (algo
que te cuesta una pasta y que constituye todo un protocolo destinado más bien a
reconciliar parejas que a entusiasmar al cinéfilo), el mayor inconveniente que
le veo al hecho de esperar un tiempo después del estreno o todavía más tiempo a
que el DVD esté a la venta es que, a esas alturas, uno ha escuchado o leído ya
numerosas críticas que pueden llegar a desmotivarte.
No obstante,
todos sabemos que las críticas pueden ser favorables o no en función del estado
de ánimo de quien las escriba. Precisamente ahora recuerdo que Carlos Pumares,
un tío con una memoria prodigiosa para el cine pero de lo más rarito
(últimamente se dedica a hacer de payaso con mal genio en “Crónicas
Marcianas”), no reparó en poner como un trapo “La caza del Octubre Rojo”, filme
que se ha convertido en todo un clásico del género y que a mí me pareció magnífico,
quizá porque lo vi en Barcelona, en una sala de unas 40 butacas y con sonido súper
estéreo. A la salida alguien me preguntó que dónde había estado toda la tarde y
mi respuesta le dejó claro que me entretuve en formar parte de la tripulación
de un submarino ruso. Lo que ocurre es que en la crítica no sólo influye el
estado de ánimo, también hay otros intereses como puedan ser los ideológicos. A
ese respecto puedo afirmar que aún estoy por ver una película con malas
críticas que describa la Guerra Civil española vista desde el lado de los
“buenos”, o sea, de la izquierda. Y no es un asunto menor, puesto que se han
realizado cientos de esas películas y la mayoría de ellas son verdaderos
bodrios infumables.
Durante los últimos
veinte o treinta años, cientos han sido las películas y probablemente miles los
documentales, rodados en España, que incorporaban una carga ideológica tremenda
a favor de la izquierda, películas que por arte de birlibirloque convertían
siempre las posturas totalitarias en ideas de progreso y amor a la libertad.
Películas y documentales en los que, además, a la derecha se le otorgaba un
papel con muchos y ricos matices pero que no debían sobrepasar nunca el
registro destinado al liberticida, al opresor o directamente al asesino y
genocida. Así fue, por ejemplo, el papel estelar de sabandija política
adjudicado a Aznar en ese tótum revolútum denominado “Hay motivos”. Así fue
también ese anuncio electoral del PSOE, todo un clásico, que en el 96 exhibía
la fiereza de un perro doberman con el que se comparaba al PP. Así fue siempre,
falsedad tras falsedad, la ingente propaganda que la izquierda nos ha ofrecido,
y siempre alabando su propia bondad, encubriendo o falseando sus numerosas
fechorías y afrentando a la derecha. El asunto propagandístico viene de lejos
en el socialismo, hasta el punto que algún desahogado aún relaciona hoy al
socialista Indalecio Prieto, totalitario y golpista como pocos, con un diario
que acabó comprando y que se llamaba “El Liberal”. Incluso se atreve el
desahogado Prieto, porque el atrevimiento no es algo de lo que carezcan los sin
escrúpulos, a citar las palabras falsarias del liberticida: “Soy socialista a
fuer de liberal”, que en su caso hubiera sido lo mismo que si hubiera dicho:
Soy calvo a fuer de peludo.
Pues bien, esta
gente con espolones a la hora de practicar todo tipo de propaganda sectaria,
contemplada en miles de películas, documentales y anuncios a cual más infame
(entre los que no hay que descartar como método eficaz y adoctrinante para sus
intereses las numerosísimas manifestaciones callejeras que tantas horas de
televisión les dieron), resulta que se rasga las vestiduras porque FAES,
fundación relacionada con el PP, ha sacado un documental dando su opinión sobre
la agitación política que siguió al 11-M. El audiovisual de FAES le ha sentado
a cuerno “quemao” a la izquierda y como consecuencia ha lanzado hacia la
derecha toda clase de improperios. Lo más suave que he oído es: “La derecha
exige el derecho a mentir”, titular que en sí ya es una gran falsedad para
indicar que el cortometraje “Tras la masacre”, cuyo único objetivo es
recordarnos el comportamiento antidemócrata de la izquierda, tiene como
propósito el desprestigio de ZP mediante la mentira. La izquierda no sólo cree
que es la única ideología legitimada para gobernar, sino para mentir y
manipular a coste cero. Por eso les ha dolido tanto “Tras la masacre”, porque
es un peaje que no esperaban pagar. Incluso a la izquierda, acostumbrada a la
impunidad desde siempre gracias a una derecha que jamás ha plantado cara, le
duele que la llamen golfa aunque sea cierto.
A todo esto la
cúpula del PP, y unos cuantos centristas y liberales que, ignoro el motivo,
jamás verán legítima ni siquiera la defensa propia aun en su grado mínimo (que
el documental de la FAES parece hecho de dibujitos animados para los niños y
podría ser exhibido en horario de tarde en cualquier televisión), andan
escondidos debajo de las mesas porque no se atreven a asumir como propio, o
como un sistema perfectamente válido para informar a cuantos más mejor, un
trabajo recordatorio de la agitación izquierdista sufrida por España en las
generales de 2004.
Se podrá decir
que incluso gente poco sospechosa como Federico Jiménez Losantos ha catalogado
de perjudicial o negativo el trabajo de FAES. Bueno, ¿y qué? Federico, como
todo hijo de vecino, tiene sus días buenos y sus días malos, e incluso alguno
cargado de incongruencias. ¿Cómo se le puede reprochar al PP, como hace él a
menudo, que no saque a la calle a sus 700 mil militantes y al mismo tiempo encuentre
inadecuado el video de FAES? Eso es un desatino mayúsculo que no me esperaba de
Federico, salvo que el tal Blázquez le haya llamado al orden. Ambos dos,
periodista y obispo, pasan a partir de ahora al estado de cuarentena.
Pedro J., en El
Mundo, aún criticó más el video, pero es que este hombre sigue pendiente del
“que hay de lo mío”. De modo que a Pedro Jota se le debe conceder un valor más
que relativo. ¿Y Rajoy? ¿Qué dijo Rajoy? El líder del PP, ya veremos a este
paso por cuánto tiempo, se limitó a decir: “Soy partidario de actuar con la
cabeza y no desde las vísceras”. Entonces, amigo Rajoy, qué demonios esperas
para actuar. Aclárate, buen hombre, o roes el hueso o lo dejas roer, pero
mantener el hueso sobre la alacena mientras una jauría pretende comerte por los
pies me parece a mí una forma de actuar con muy poca cabeza.
En los tiempos
que corren, donde una imagen no es que valga más que mil palabras sino que lo
vale todo, que declares en el Congreso de los Diputados o en cualquier mitin
que Zapatero es un nene malo, quizá tú dirías no muy bueno, tiene el mismo
valor y hace el mismo efecto que si uno tiene tos y se rasca la barriga.
Compara cualquiera de tus declaraciones, o las de Acebes y Zaplana, con las
innumerables consignas dichas en manifestaciones multitudinarias de la
izquierda durante dos o tres años seguidos. Compara vuestros “soto voce” con
esos eslóganes impresos en pancartas (a modo de iconos para una población
analfabeta política) que llegan a la gente del común a través de la televisión.
Y muchas de esas personas acaban creyendo en la explotación del trabajador por
el capitalismo y comienzan a sentir nostalgia de los regímenes comunistas. Y
muchos de esos buenos ciudadanos no dejan de impresionarse cuando ven a miles
de sus semejantes coreando “No a la guerra”, seguido de “Aznar asesino” o, ya
en el 11-M, “queremos un gobierno que no mienta”.
¿Qué se puede
hacer ante los entusiastas del icono crispante en grado de sobredosis? Usar el
cerebro, nos dice el señor Rajoy. ¿Pues úsalo, hombre, úsalo! Decídete a subir
o a bajar y no te quedes de sombra en el rellano de la planta trece, que te pueden
confundir con un fantasma del Windsor en llamas y los de EL País te dirán que
eres un reflejo y que en realidad no existes. Sal de debajo de la mesa, rodéate
de 200 micrófonos de medios informativos de medio mundo y declara a voz en
grito: Este es el primero de una serie de videos que le hemos encargado a
nuestra fundación FAES. Estamos más que hartos de la inmoralidad de este
gobierno socialista y sus cómplices respecto al modo de actuar en la Comisión
de investigación del 11-M. No acepto en absoluto que nos hayan impedido todas
las comparecencias que hemos propuesto.
De modo que a
partir de ahora lo que los españoles no lleguen a saber por la Comisión lo
sabrán por cuenta nuestra. Y eso en lo que se refiere al período de agitación
del 11-M, que en el día a día de las calamitosas medidas de Zapatero hemos
decidido dar la batalla de la opinión pública, tanto en la calle como en los
medios de comunicación. De modo que quien no esté de acuerdo con el video “Tras
la masacre”, que sepa que FAES, a propuesta del Partido Popular, editará un
periódico de ámbito nacional y de tendencia liberal-conservadora, en el que
cada fin de semana se adjuntará un DVD con las principales irregularidades
cometidas por el gobierno socialista o por sus socios. Ya estamos elaborando
los DVD y el número uno de la colección, que tratará sobre el parón ilegal del
Plan Hidrológico, llevará por título: “AGUA PARA TODOS”. Ah, y que los
nacionalistas se vayan preparando, también habrá videos para ellos, además de
informes. Precisamente ahora ultimamos uno acerca de las balanzas comerciales
entre el País Vasco, Cataluña y el resto de España...
PD: Ante
semejantes críticas desaforadas, FAES sacó una nota en defensa de su vídeo.
Este es el enlace.
Artículo revisado, insertado el 2 de abril de 2005 en Batiburrillo de Red Liberal
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