Cataluña es el idioma. Alrededor de su peculiaridad lingüística
gira desde hace muchas décadas toda la política en ese territorio: Hablo del
catalanismo de finales del siglo XIX, del nacionalismo del XX y del separatismo
del XXI. La Historia nos cuenta que el catalán ha sido un idioma maltratado, en
buena medida porque algunos gobernantes catalanes se lo buscaron a golpe de
deslealtad y, por desgracia, lo pagó el pueblo. Pero quienes practicaron el
maltrato, comenzando por el rey Felipe V —muy enojado con los que inicialmente le
juraron lealtad y luego le traicionaron—, o fueron reyes absolutos o dictadores
con poder omnímodo, nunca la España democrática a la que hoy el
nacional-separatismo sigue culpando injustamente —ya que así le conviene— del más
que superado atraso idiomático del catalán, un idioma que tardó mucho en
normalizarse porque la primera gramática, la de Pompeu Fabra, se editó como aquél
que dice ayer por la mañana. Nada menos que en 1932. Un idioma que ahora sí está
completamente normalizado porque la población catalana lleva más de 30 años
sometida a la inmersión lingüística y a la propaganda continuada para que
solamente quien maneje con soltura el catalán, hablado y escrito, posea el
prestigio social.
Además, Cataluña han contado desde principios del siglo XV con un
núcleo muy importante de hablantes castellanos, interesados en conocer el
idioma de su rey en la Corte aragonesa, Fernando de Antequera o Fernando I, al
que le siguieron no pocos cortesanos procedentes de Castilla, los cuales a su
vez facilitaron la llegada de población castellana —Castilla estaba
superpoblada en relación a Cataluña— cuando los campesinos liberados en las
guerras de los "remensa" pasaron a ocupas tierras conquistadas en el
levante peninsular y Baleares o a poblar las ciudades, muchas de ellas asimismo
parcialmente despobladas como consecuencia de la peste negra, cuya mayor incidencia
se dio sobre todo en Cataluña como consecuencia del trafico marítimo que
practicaba en las costas de Oriente Próximo, donde los catalanes poseían numerosos consulados. Barcelona, por ejemplo, pasó de 50.000 habitantes en el
siglo XIV a 20.000 en el XV y no recupero el nivel de los 50.000 habitantes
hasta las vísperas del 11 de septiembre de 1714, cuando acogió a numerosa
población de sus aledaños. En resumen, hubo varias causas para que el idioma de
Castilla se asentara en Cataluña: 1) La llegada de una nueva dinastía a la
Corona de Aragón. 2) La gran mortandad causada por la peste negra, que dejó una
gran demanda de brazos finalmente llegados de Castilla, Navarra, País Vasco,
Galicia, zonas donde se hablaba castellano o se consideraba lengua franca. 3)
La marcha hacia el sur de muchos campesinos remensas, dispuestos a colonizar
nuevas tierras.
Y si hablamos de la literatura castellana escrita por catalanes,
salen docenas de autores a los que nadie forzó a escribir en este o aquel idioma.
Simplemente, esos autores consideraron más práctico el uso del castellano y con
la intención de que se difundieran el máximo posible lo usaron para redactar sus
obras. Podrían citarse varios centenares de nombres que, a veces, simultanearon
la escritura en catalán y en castellano. La relación iría desde Juan Boscán
hasta Albert Espinosa, pasando por Josep Pla, Féliz de Azúa, Francisco Candel, Luis
Carandell, José María Gironella, Juan Goytisolo, Luis Racionero, Néstor Luján, Eduardo
Marquina, Terenci Moix, Carmen Rigalt, Mercedes Salisachs, Eduardo Mendoza, Manuel
Vázquez-Montalbán, Juan Marsé, Javier Cercas, Enrique Vila-Matas, Carlos
Ruiz-Zafón, Jordi Sierra i Fabra, Luis Goytisolo, Enrique Badosa y un largo etcétera
de grandes escritores, editores y periodistas cuyas letras son honra de
Cataluña y del resto de España.
Ahora bien, durante los últimos 37 años, como una especie de
venganza de los agravios sufridos en el pasado —agravios que han sido muy magnificados
por la historiografía nacionalista, hasta ser convertidos en oprobios
limítrofes al genocidio del pueblo catalán—, ciertos políticos han decidido que
el idioma que ellos consideran propio debe imponerse a cualquier precio como
medio de expresión único y a la totalidad de la población catalana, sea ésta
nacida o no en Cataluña. Y tal actitud totalitaria es algo que desde el punto
de vista filológico supone una aberración tremenda, pero dicha aberración es aún
mayor en el terreno de la ética, sobre todo si se considera que el 56% de los
catalanes posee el castellano como idioma materno frente al 35% el catalán, el
resto, hasta completar 100, son una infinidad de idiomas, entre los que destacan
el árabe y varias lenguas del este de Europa, rumano, búlgaro, ucraniano, etc.,
cuyos nativos fueron favorecidos para asentarse (Convenio con Marruecos que
incluye reunificación familiar) y evitar así, sin conseguirlo del todo, la
proliferación de emigrantes sudamericanos. ¿Razón? En tiempos del Tripartito se
quiso evitar a toda costa la llegada de emigrantes que hablaran español. Y siguen
en la misma línea a pesar de la crisis económica, porque los sudamericanos se
fueron marchando, pero los árabes no se va ninguno a pesar de que nadie sabe de
qué viven, aparte de las numerosas subvenciones, claro.
De la mano de Jordi Pujol, ese gobernante aprovechado y desleal —ahora
también delincuente— que forzó su malquerencia hacia España a partir de su paso
por las Milicias Universitarias, donde su corta estatura, sus tics y su chulería
lo convirtieron en el objeto de burla de no poco alféreces provisionales. Ese
individuo, repito, que presumía de facilitar la gobernabilidad del Estado
mientras socavaba sus cimientos en Cataluña e inculcaba fobia rencorosa hacia
la Nación española... De la mano de Pujol, debe aclararse, se dieron los
primeros episodios de inmersión lingüística como condición imprescindible para
crear una patria de diseño basada en el idioma. En el año 1979, el entonces
gobierno de UCD, en minoría y necesitado de los apoyos de CiU, permitió que en
el Estatuto catalán se incluyera el siguiente despropósito: “La lengua propia
de Cataluña es el catalán”. Apenas se decía nada más, pero constituyó la base
sobre la que se asentó la política lingüística que debía seguirse en los años
siguientes, cuyo penúltimo capítulo fue la impresentable Ley de 1998.
Desde entonces se ha seguido una política en la que sólo el uso
del idioma catalán está bien visto en cualquier área de la vida pública. Inicialmente
bastaba con hablarlo y defenderse por escrito, lo que incluso hacía gracia a la
gente corriente y caías simpático. Pero ya no es así, después de tantos años de
adoctrinamiento no sólo idiomático, en los que ha sido raro el curso político sin
que se haya dado una nueva vuelta de rosca al menosprecio y la marginación del
castellano, se ha pasado a exigir que el catalán se hable y se escriba a buen
nivel para acceder incluso al cargo de bedel en un Instituto o al de barrendero
de plantilla en cualquier corporación municipal. A sabiendas de que los que no
dominen el idioma “propio” con el grado requerido por el nacionalismo, y que en
la actualidad ocupan puestos de tal índole, es, simplemente, porque llevan
muchos años ocupándolo y la Ley aún no autoriza a despedirlos por tal
circunstancia.
Es posible que a medio plazo algunos se resistan a vivir en
Cataluña, salvo que no les importe demasiado situarse en una marginalidad aún
más acentuada que la de ahora, con las puertas cerradas a la enseñanza, la
política, el acceso a las administraciones autonómica y local, etc.,
actividades éstas donde el dominio del idioma catalán, aun cuando la
Constitución exige sólo el castellano para todos los españoles, es
imprescindible para incorporarse. Y ya no hablemos de esos miles de ciudadanos,
aseguraría que son más de dos millones, que aun entendiendo el catalán tienen
enormes dificultades para hablarlo y nulas posibilidades de escribirlo con
cierta corrección.
A quien use el castellano en la vida pública, además de ser
tildado enseguida de fascista, como es el caso del profesor Francisco Caja de
la Universidad de Barcelona, y hacérsele el vacío social más absoluto, puede
suponerle determinados problemas no ya profesionales sino incluso de integridad
física. De modo que quien no hable y escriba con soltura el catalán debe saber
que tendrá que refugiarse en la actividad privada, muy privada. Pero ello no
quiere decir que el profesional tenga futuro en ese campo, puesto que la
tendencia del nacionalismo idiomático es imponer el catalán en cualquier sector
de la sociedad. Y esas imposiciones, cuando no puedan lograrse mediante la
subvención, como son los casos del cine, el teatro o las ediciones de prensa y
libros, se decretarán por ley e irán destinadas a cualquier actividad empresarial,
es decir, se impondrán normas a toda empresa o institución que ofrezca
productos o servicios en territorio catalán.
Lo anterior viene a cuento de la limpieza étnico-lingüística que
como remate a la labor iniciada por Pujol se está preparando en el Parlamento
catalán. Si no bastase la actual Ley de Política Lingüística de 1998, que
concede a la Generalidad catalana la posibilidad de hacer prácticamente lo que
quiera, el régimen lingüístico aún avanza más en el nuevo Estatuto que se
prepara. Del proyecto inicial de dicho Estatuto, que más bien irá al alza y
sobre el que Zapatero se pronunció favorable a aceptar lo que aprobase el
Parlamento catalán, he podido entresacar algunos párrafos que en sí mismos
constituyen un auténtico golpe de Estado. Véase el original seguido de la
traducción:
1.- La llengua pròpia de Catalunya és el català. Com a tal, és la
única llengua de la toponímia i la llengua de les institucions pròpies de
Catalunya, de les corporacions públiques, de les empreses i els serveis
públics, dels mitjans de comunicació institucionals i de l’ensenyament, que
l’empren normalment de manera exclusiva. També és la llengua emprada de manera
preferent per l’Administració de l’Estat i la de Justícia a Catalunya, les
empreses i institucions que ofereixen productes i serveis al públic en
territori català.
Traducción:
1.- La lengua propia de Cataluña es el catalán. Como tal, es la única lengua de la toponimia y la lengua de las instituciones propias de Cataluña, de las corporaciones públicas, de las empresas y los servicios públicos, de los medios de comunicación institucionales y de la enseñanza, que la usarán normalmente de manera exclusiva. También es la lengua empleada de manera preferente por la Administración del Estado y la de Justicia en Cataluña, las empresas e instituciones que ofrezcan productos y servicios al público en territorio catalán.
1.- La lengua propia de Cataluña es el catalán. Como tal, es la única lengua de la toponimia y la lengua de las instituciones propias de Cataluña, de las corporaciones públicas, de las empresas y los servicios públicos, de los medios de comunicación institucionales y de la enseñanza, que la usarán normalmente de manera exclusiva. También es la lengua empleada de manera preferente por la Administración del Estado y la de Justicia en Cataluña, las empresas e instituciones que ofrezcan productos y servicios al público en territorio catalán.
2.- El català és la llengua oficial de Catalunya, així com també
ho és el castellà, oficial a tot l’Estat espanyol. Tots els catalans tenen el
deure de conèixer les dues llengües oficials i el dret d’usar-les
indistintament d’acord amb la Llei i ningú, a Catalunya, no pot al·legar-ne
desconeixement amb validesa jurídica. Els poders públics garanteixen el
coneixement de les dues llengües oficials i la disponibilitat lingüística de
tot el personal al seu servei a Catalunya i de tothom que hi exerceix funcions
públiques.
Traducción:
2.- El catalán es la lengua oficial de Cataluña, así como también lo es el castellano, oficial en todo el Estado español. Todos los catalanes (1) tienen el deber de conocer las dos lenguas oficiales y el derecho a usarlas indistintamente de acuerdo con la Ley y nadie, en Cataluña, puede alegar desconocimiento con validez jurídica. Los poderes públicos garantizan el conocimiento de las dos lenguas oficiales y la disponibilidad lingüística de todo el personal al servicio de Cataluña y de todo el que ejerza funciones públicas.
2.- El catalán es la lengua oficial de Cataluña, así como también lo es el castellano, oficial en todo el Estado español. Todos los catalanes (1) tienen el deber de conocer las dos lenguas oficiales y el derecho a usarlas indistintamente de acuerdo con la Ley y nadie, en Cataluña, puede alegar desconocimiento con validez jurídica. Los poderes públicos garantizan el conocimiento de las dos lenguas oficiales y la disponibilidad lingüística de todo el personal al servicio de Cataluña y de todo el que ejerza funciones públicas.
Sería interesante aclarar, finalmente, que el proyecto de Estatuto
se refiere a los catalanes (1) como: Residentes y transeúntes. Es decir,
cualquier español, por el simple hecho de empadronarse en Cataluña, adquiere la
obligación inmediata de conocer el catalán. Y eso será así, aunque su situación
sea la de transeúnte. Lo que hace pensar que en ese instante Cataluña se
cerrará de un modo legal a cualquier estancia temporal medianamente prolongada
por motivos de trabajo, estudio, etc. Que sería el caso del siguiente ejemplo:
Si se cumplen ciertos planes del Gobierno socialista, como el traslado del personal de la Comisión del Mercado de
las Telecomunicaciones a Barcelona, y al mismo tiempo se aprueba lo
que algunos dan por hecho: El nuevo Estatuto de Autonomía de Cataluña, entonces
podríamos encontrarnos con 140 funcionarios desplazados contra su voluntad a
Barcelona, que se incorporarían allí junto a sus familias y que representarían
un colectivo de entre 300 o 400 ilegales, desconocedores de la lengua catalana
y llegados a la Ciudad Condal poco menos que en patera. ¡Dios, ver para creer!
Pero eso no representa más que una pequeña muestra, los dos millones de
residentes en Cataluña antes citados, como poco, caerán de lleno en la
marginalidad legalizada, los habrán convertido de la noche a la mañana en unos
“sin papeles”.
PD: Pido disculpas por un artículo tan largo. He querido
argumentarlo a fondo y documentarlo mediante los extractos en catalán y sus correspondientes
traducciones. Espero que este trabajo, además, sirva durante un tiempo como
consulta a los interesados en el tema.
Artículo revisado, insertado inicialmente el 3 de diciembre de
2004 en Batiburrillo de Red Liberal
Nota: Salvo algún retoque del Tribunal Constitucional al aberrante
Estatuto de Cataluña, bien poco ha cambiado en la cuestión lingüística desde
que elaboré este trabajo, varios millones de personas siguen marginadas en no
pocos ámbitos de la sociedad civil catalana. Pocos cambios, entre otras
razones, porque los sucesivos gobiernos nacionalistas no acatan las sentencias
de los altos tribunales y además se ufanan de ello. Y eso es así, sin que varios gobiernos de España hayan hecho nada para enmendarlo.
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