El adoctrinamiento nacionalista ha sido tan perfecto que incluso ha logrado que los adoctrinados no admitan que haya sucedido |
La educación es al hombre lo que el molde al barro: le da la forma. La frase corresponde a
Jaime Balmes, notable filósofo catalán del XIX y defensor de la reconstrucción
social de la nación española sobre la base de sus antiguas tradiciones, que no
es más que el método por el cual Eurípides afirmaba: Una buena costumbre
es más fuerte que una ley. Y Montesquieu insistió al respecto: Antes
que sus leyes, defiende un pueblo sus costumbres. Balmes, quizá no del
todo consciente puesto que en su época los nacionalismos aún no habían tomado
cuerpo, advertía sobre el peligro de ciertas prácticas en la enseñanza. Hasta
tal punto fue avanzada la filosofía del clérigo de Vic, que su pensamiento no
pudo ser más descriptivo de cuanto ha sucedido y sucede en algunas regiones de
nuestra patria.
En el último cuarto de siglo —de hecho, son ya 37 años—, con la
excusa de recuperar unos idiomas regionales que la dictadura franquista sin
duda maltrató —si bien lo hizo en mucha menor medida que lo que afirman hoy los
nacional-separatistas—, y con la anuencia de unas Cortes cargadas de buena fe
que dejó la enseñanza en manos de las autonomías, ciertos gobiernos autonómicos
se han dedicado a moldear a la población de Cataluña, País Vasco y Galicia, y
en menor medida a la de Baleares y Comunidad Valenciana. A esa población, para
desgracia de todos los que amamos a una España plena, se le ha imbuido de un
espíritu patriótico particular, cargado de rivalidad y odio, bastante aldeano y
opuesto a cuanto signifiquen otros horizontes más amplios e históricamente
compartidos.
Basándose en hechos diferenciales más ilusorios que ciertos y con
el único propósito de implantar el antipatriotismo español, los dirigentes
políticos de esas regiones citadas, muchos de ellos amparados en partidos de
estricto ámbito local o a lo sumo territorial, han pretendido conservar el
poder político y económico para disfrutar de unas potestades que se asemejan
cada día más al feudalismo, período de la historia europea, como sabemos, donde
el rey de la nación sólo ejercía la autoridad de un modo nominal y la gente se
limitaba a rendir cuentas ante el aristócrata feudal de la comarca y éste ante
ninguno más.
Así, pues, la clave de cuanto sucede hoy en España se llama
educación, mala educación para ser más exactos, porque ninguna nación que se
precie puede permitirse el lujo de entregar la enseñanza a unos poderes
regionales de dudosa catadura ética, por no decir abiertamente inmorales, a
sabiendas de que la usarán para adoctrinar a los niños contra el propio Estado.
Es decir, crearán malos ciudadanos. Por lo tanto, parece creíble que ninguno de
los constituyentes hubiera leído a Balmes, a Eurípides o a Montesquieu (salvo
Guerra, para declarar su muerte) y nadie pudo avisar sin ser llamado franquista
—complejo que embargaba a la mayoría de la derecha en el Parlamento— del grave
peligro para la unidad de la patria que representaba el hecho de conceder a
cada comunidad autónoma la patente para adoctrinar y para inculcar odio.
Parece que ninguno de los padres de la patria conocía la frase de
Confucio: La educación (cierta educación) hace que seamos
diferentes y que nos alejemos. Como tampoco parece ilógico creer que
todos desconocían lo que Erasmo indicó en su momento: En el estudio no
existe la saciedad. Cámbiese la palabra estudio por la de
adoctrinamiento y se explicará el porqué la doctrina separatista sigue
inculcándose cada vez con mayor ahínco en Cataluña y en el País Vasco. El caso
de Galicia es distinto en buena medida, pero quien rige esa comunidad desde
hace tantos años sólo ve lo que quiere ver, que es bien poco, e ignora
expresamente que la educación no deja de estar controlada por el BNG. En
Baleares ocurre algo parecido, en los sindicatos de la enseñanza prevalece con
mucho la postura pancatalanista. ¿Razón? Pagando San Pedro canta, o dicho de
otro modo, las subvenciones de la Generalidad catalana han sabido llegar a los
puntos más sensibles.
Los separatismos desbocados, los chantajes al gobierno de la
Nación, las desigualdades en infraestructuras regionales que nos anuncian los
presupuestos socialistas (noviembre de 2004), donde se eliminan buenos
proyectos del anterior Ejecutivo para conceder más y más a quien detenta la
llave de la gobernabilidad, representan los “daños colaterales” de una guerra
educativa comenzada a perderse en 1978, que fue cuando nuestros padres
constituyentes, bonachones ellos y cargados de buenos deseos, se dejaron robar
el plano del tesoro y cometieron la necedad de no asignar al gobierno de España
la competencia exclusiva en la materia. Sí, fue una guerra que comenzó entonces
y cuya batalla final, de resultado no demasiado impredecible, puede representar
la desmembración de España en estados de tipo taifa o, como ahora se dice, su
balcanización.
Algunos podrán alegar que de no actuarse como se hizo en el 78,
obsequiando a los separatistas con el mapa del tesoro que representa la
educación, se corría el riesgo de que el PNV y CiU y otros partidos menores no
aceptasen nuestra Carta Magna. Bueno, ¿y qué? ¿No es mucho mayor el peligro que
se corre ahora? Algunos podrán argüir que se obró de buena fe y que los
constituyentes fueron sorprendidos por unos partidos que entonces se decían
nacionalistas moderados y que fingieron mostrarse satisfechos. De acuerdo,
reconozco que a 37 años vista es demasiado fácil la crítica, pero no por ello
resulta menos necesaria si pretendemos que exista alguna posibilidad para
hallar el remedio, un remedio que a la postre vendrá dado después de reconocer
el gran error cometido y subsanarlo en cuanto se pueda.
Ya vemos que en España no ocurre como en Alemania, ese estado
federal tan reivindicado por gente taimada como Maragall, personaje a quien le
gusta destacar del país centroeuropeo sólo lo que le conviene y oculta siempre
la fuerte unidad de esa nación y su espíritu patriótico. Allí, en el territorio
germánico, si bien la educación corresponde ejercerla a los landers, un
sistema muy severo de coordinación nacional (que en España correspondería a
la Alta Inspección del Estado) asegura que los requisitos del sistema
escolar sean los mismos en todos los estados federales, algo que aquí no
sucede desde hace muchos años porque las autonomías no aceptan la Alta
Inspección o, simplemente, hacen caso omiso de las leyes, como cuando la
ministra Pilar del Castillo aprobó, mediante la LOCE, que el castellano se
impartiera durante cuatro horas. La
respuesta del Gobierno catalán fue declarar en público que no pensaba aceptar
semejante ley.
De modo que mientras en Alemania es impensable un período de
adoctrinamiento nacionalista anti unidad alemana, aquí, en España, nos hallamos
en un verdadero callejón sin salida que el actual Gobierno (noviembre de 2004) no
solo se ufana en no tomar en cuenta sino que lo avala torpemente con sus claudicaciones
a los separatistas. O lo que es aún mucho peor y demuestra en qué manos
estamos: Para justificar su propia necedad y el sometimiento a terceros, quien
hoy nos preside y está obligado por Ley a mantener la unidad de la patria, y a
proclamarla como tal de viva voz, prefiere atacar con críticas maliciosas a los
que desean conservar el concepto de nación española. El presidente del Gobierno
de España ha llamado recientemente “fundamentalistas” a los miembros del PP.
¿Motivo? Se sintió acosado por los populares cuando éstos le pidieron que
definiese su idea de nación. Luego aquí hemos aprendido algo más: No debe
acorralarse jamás a un individuo tan torpe y con tan pocos principios. No debe
hacerse incluso aunque éste sonría a menudo, porque la virtud queda más
degradada cuanto más amable se muestra el sujeto amoral.
Aunque ahora nos suene a medida extremada, y a los separatistas y
asimilados les parezca una regresión inadmisible o una medida directamente
fascista, ¡cómo no!, aseguraría que ha llegando el momento en que un partido
político nacional, quizá el PP —cuando disponga de un jefe que se vista por los
pies—, introduzca en su programa electoral la recuperación para el Estado de
las competencias educativas. No sé si ello le impedirá a ese partido, o a
cualquier otro, alcanzar alguna vez la mayoría suficiente para gobernar, porque
los llamados nacionalistas moderados, que no son más que separatistas con un
mayor grado de falsedad, pondrán el grito en el cielo y tocarán a rebato en
todos sus territorios. Y sobre lo último, uno se pregunta ¿Qué más pueden
hacer? Pero a diferencia del actual gobierno socialista, que no hace más que
incumplir promesas electorales o desbordarlas hacia el lado condescendiente con
los rompe patrias, sí debería haber una formación que avisara de sus
intenciones y hablase claro al pueblo.
Aquí no acaba todo, el partido que reivindicase para la Nación
española la competencia exclusiva destinada a educar a sus niños y convertirlos
en verdaderos ciudadanos no adocenados, sean éstos de donde sean y todos por un
igual, debería insertar también en su programa el proyecto de “un hombre, un
voto” y proponer, además, la circunscripción electoral única para toda España,
de forma que los nacionalistas no se viesen favorecidos en el número de
diputados, como viene sucediendo desde siempre, y dejaran de lograr una
representación falsamente abultada que han usado a menudo para chantajear al
gobierno de la Nación o para obligarle a que mire hacia otro lado en las
cuestiones educativas, como así sucedió en la primera legislatura de Aznar, esa
sobre la que ahora se nos dice que lo hizo tan bien y fue tan dialogante,
cuando más bien ejerció de Zapatero con los nacionalistas. Eso sí, con menor
descaro y mejores cualidades que ZP. Claro que entonces Carod no pintaba nada.
Ya va siendo hora de que dos partidos nacionales, repito,
nacionales se vayan alternando en el poder, como sucede en la inmensa mayoría
de estados democráticamente sólidos. Ya va llegando el momento de que a los
sedicentes nacionalistas, y a los que van disfrazados de otra cosa pero son los
mismos perros con otros collares, les vayan dando su propia medicina y se les
paren los pies. Ellos quieren más independencia en sus territorios, algunos
proponemos menos y el traspaso a los municipios de buena parte de las
competencias que ahora poseen. Ellos desean la España plural y multicultural,
que no es más que una forma engañosa de justificar sus atropellos y su
marginación a cuanto les suene a España, algunos pretendemos la España de siempre
y envuelta en más democracia y libertad para todos, como corresponde a nuestro
tiempo, sin gente amenazada, sin bandas armadas que se toleren o disculpen, sin
imposiciones de todo tipo, sin control de la Justicia y con separación efectiva
de los tres poderes. Ellos desean seguir la misma ruta de ahora para crear al
hombre nuevo y a la medida de sus ideologías, algunos aspiramos al hombre
cotidiano, laborioso, creativo y liberal, de mente tolerante pero consciente de
que la dignidad implica pagar un precio, que es el de enfrentarse a los tiranos
y a los malversadores de la libertad del hombre.
Artículo revisado, insertado inicialmente el 20 de noviembre de
2004 en Batiburrillo de Red Liberal
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