No se puede
esperar de un político tan deficiente como Pedro Sánchez, de entendimiento más
bien cortito en contraste con su desmesurada eslora, cambie de la noche a
la mañana su visión de la política de Estado (¿mande?), así como de la ilimitada
valía que se concede a sí mismo. Ojo, alto nunca ha sido sinónimo de
inteligente ni de perspicaz para la cosa esa de la función pública. Lo
contrario sería pretender que un incapaz se convirtiera en estadista por el
método CCC y aspirara realmente a mejorar el futuro del conjunto de los
españoles. De donde se deduce que a Sánchez le faltan
aún muchos desayunos (ver imagen) para hacerse un hombrecito, políticamente
hablando
Hoy mismo, en el
Congreso de los Diputados, reunido para discutir los presupuestos de 2016, Sánchez
nos ha ofrecido una nueva prueba de su crónica escasez de argumentos
programáticos, valga la expresión un tanto rebuscada para definir de una forma
piadosa la predisposición del mandamás del PSOE a llegar al poder sin programa
alguno pero cargado de consignas. Por ejemplo: Denomina "atropello" a
los presupuestos, comenta que "Rajoy es el peligro para la recuperación
económica", deja que su monaguillo Saura tilde de patético a Cristobal
Montoro, etc., etc. Y todo ello sin añadir a continuación el más mínimo
argumento sólido. Así que no es de extrañar que incluso la ministra Báñez nos resulte algo imaginativa y añada que "Sánchez parece a ratos Zapatero y a ratos Pablo
Iglesias", dos tipos estrafalarios de libro, añado yo.
Sánchez debe ser
consciente de que, descontados cuatro temas que afectan a sus votantes más
adictos —como puedan ser ciertos colectivos de artistas y homosexuales, muchos
de ellos fugados ya al partido del odio, o sea, a Podemos—, son sus futuros socios
en el Parlamento, especialmente Podemos y Compromís, quienes le van fijando el
libro de ruta de esa gobernabilidad sui géneris que pretende poner en práctica
algún día y que consiste en rellenar baches con un pegote rudimentario de
alquitrán, por supuesto a cargo del erario público, en espera de que escampe la
lluvia y las siguientes elecciones le regalen una mayoría en la que no dependa
tanto de los partidos más encanallados. Eso sí, se le autorizará a distribuir
los pegotes siempre que en el libro de ruta se marque un itinerario que no
desentone demasiado con las pretensiones usureras y acaparadoras de sus socios
separatistas o nacional-regionalistas, como ese García-Page que ha vuelto a
levantar la bandera de "Nimijita" de "agua para todos".
El discurso que Pedro
Sánchez nos ha endilgado hoy, todo un compendio de cómo destacar la propia
eficacia (baldía para los que no le hacemos el juego) mientras se ejerce el
arte de difamar al contrario, ha consistido en mantener el guión y perseverar
en el ataque al Gobierno, incidiendo cuantas veces le ha apetecido en Mariano
Rajoy, y así lo ha hecho nuestro hombre sin llegar a percibir que cada ataque
al popular mueve a la compasión, por lo muy arbitrarios y demagógicos que son esos ataques,
y por lo tanto desplaza el voto hacia Mariano. En conclusión, Pedro Sánchez debería aprender
que incluso para un radicalismo como el suyo existe una medida adecuada si es
que se pretende evitar el empacho. Pero claro, eso lo advierte un político que
disponga de algo de entendederas, lo que no es el caso.
De modo que es
evidente que el radical Sánchez cree que la crítica desaforada al PP es una
herramienta eficaz y ofrece réditos contrastados al no haberse distanciado
demasiado de los populares en las encuestas —en realidad no se distancia porque
Podemos baja a buen ritmo—, de ahí que no se platee necesario dejar de usarla,
la radicalidad, y mucho menos sustituirla por algo tan valioso como la crítica
constructiva y razonada en la que al final, con un gesto de tronío al que se le
acompañe la frase "toma empápate", se le ofrezca un principio de
acuerdo gubernamental a Rajoy. Claro que algo así requeriría esfuerzo y saber
hacer (¿lo “cualo”?).
Sin embargo, lo
que le sucede a la gente inclinada a culpar de todos los males a un tercero,
pongamos que hablo de Sánchez, es que la herramienta del reproche va
desgastándose a gran velocidad, según avanza la campaña —no hay más que fijarse
en la cuesta abajo del 'Coletas'—, y el usuario final, que no es otro que el
votante, prefiere acabar fijándose en si el presidente del Gobierno dispone o
no del utensilio denominado “aptitud para el cargo”, que en este caso consiste
en reflexionar sobre si Mariano Rajoy nos está sacando o no del agujero en que
nos dejó ZP. Al respecto, hay quien opina que sí, por ejemplo el prestigioso Finalcial
Times, en cuyo titular de ayer puede leerse: "Las reformas de España son una lección para la Eurozona".
PD: El presente artículo es una nueva versión, abreviada, mejorada y corregida de un artículo elaborado en marzo 2005 y titulado "ZP se retrata ante el Comité Federal del PSOE". Dada la similitud entre Sánchez y Zapatero, ha sido cuestión de ir cambiando nombres y adornarlo un poco.
PD: El presente artículo es una nueva versión, abreviada, mejorada y corregida de un artículo elaborado en marzo 2005 y titulado "ZP se retrata ante el Comité Federal del PSOE". Dada la similitud entre Sánchez y Zapatero, ha sido cuestión de ir cambiando nombres y adornarlo un poco.
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