lunes, 24 de agosto de 2015

El rebato del bronce (352)

Así como el cristianismo cuando convoca a sus fieles lo hace mediante tres toques espaciados de campana y al finalizar el último de ellos comienza la liturgia, en el caso de los nacionalistas el rebato del bronce es permanente, sin que jamás se oiga la voz "podéis marchar en paz". ¿Razón? Sus reivindicaciones no tienen límite.

El nacionalismo necesita como el aire que respira enarbolar banderas y agitarlas al viento para llamar a la oración de sus creyentes. El nacionalismo sabe, porque suelen integrarlo sujetos incapaces de medrar en la política general pero no tontos de capirote, que una ideología tan sectaria como la que practican suele morir por aburrimiento de sus seguidores, a quienes les invade el hastío ante lo irracional al saciarse de tanta brega callejera o consigna parlamentaria y acaban deseando sopita y asiento a la lumbre. Nadie, ni siquiera un nacionalista recalcitrante, puede mantener indefinidamente la tensión precisa para intimidar al prójimo más allá de su propia comodidad personal. Luego el relevo de militantes en la ideología de la carcoma y la garrapata, aun cuando los fines del partido no decaigan, menudea más de la cuenta y en este caso los más jóvenes van sustituyendo a los más sabios.


En ese enarbolar de banderas podríamos incluir la reivindicación continuada del Archivo de Salamanca, destinada a los forofos que piden circo a todas horas y no se contentan con lo mucho que ya han recibido. Pero así como el cristianismo cuando convoca a sus fieles lo hace mediante tres toques espaciados de campana y al finalizar el último de ellos comienza la liturgia, en el caso de los nacionalistas el rebato del bronce es permanente, sin que jamás se oiga la voz "podéis marchar en paz", por lo que serán llamados al acto reivindicativo sin desmayo alguno, por los siglos de los siglos amén.

Es su esencia, su ceremonial invariable, su mantenerse vivos y esperanzados en el logro de unas metas que jamás se precisan sino como etapa intermedia, pues siempre habrá un más allá que reivindicar: El estatuto, la autonomía plena, la independencia, la anexión de territorios limítrofes, el Universo con imposición de idioma propio e inmersión lingüística para los arcángeles... Luego, a por el grupo de universos locales y expandiéndose, siempre expandiéndose... y así hasta llegar al infinito, un infinito que será considerado, temporalmente, asociado al Big Bang y vuelta a empezar.

El nacionalismo usa la artimaña para todo, de otro modo no sería nacionalismo y sus simpatizantes se limitarían a considerar el bienestar de la sociedad como la única meta digna de tal nombre, sin fronteras de tribus ni ríos sagrados no trasvasables, sin atribuirles a la tierra y a la flora un idioma propio y telúrico. El nacionalista se asocia temporalmente a otros políticos siempre que pueda lograr algo de ellos. Así ocurrió con el chantaje del Archivo de Salamanca, considerado por algunos como la forma más descarada de zarandear a un ser pusilánime que no dudó en crear una comisión de “expertos” en soluciones a medida. Un hecho que demuestra similar pelaje entre los chantajistas y el chantajeado, entre el nacionalismo y ese otro “ismo” cuyo historial escabroso probablemente desconocen nueve de cada ocho personas que le votan.

Hoy se ha conocido que la Real Academia de la Historia, compuesta por el más cualificado grupo de expertos en patrimonio histórico, como reconocería cualquiera que no hubiese sobrevalorado esa otra comisión de amiguetes pret a porter con el sello de Zapatero, le pide al Gobierno que mantenga la unidad del Archivo de Salamanca por considerarlo "fundamentalmente histórico". El informe de la Academia, calificado de contundente y realizado con criterios técnicos, incluso apunta algunas soluciones que podrían llegar a contentar a todos si una de las partes de ese todo, la de mayor encastillamiento en lo fanático, quisiera destinar los legajos que reclama a algo más que a un repique de campanas destinado a mantener el fervor entre sus feligreses.

Lo curioso de todo este asunto es que el Archivo de Salamanca, aunque haya quien crea sinceramente en lo justo de su disgregación y retorno a los lugares de origen (el Gobierno de ZP, con la equidad que le caracteriza, ha manifestado ya que el caso catalán será una excepción), no deja de considerarse una especie de trinchera ideológica donde agazaparse y poco más. Llegado el caso, quizá se recurriera al autobús de dos pisos atestado de legajos en su parte inferior para demostrar y exhibir la honra redimida, con un enjambre de políticos redentores exhibiéndose a su vez en la parte más alta y al grito de “¡som una nació!”. Esos políticos, bigotudos, patilludos y colmilludos, en algún caso de incisivo retorcido, no dejarían de destacar que lo expuesto correspondía sólo a una parte de lo mucho expoliado a Cataluña. Es decir, que quieren más y más... de todo.

Concluido el pasacalle triunfal, donde las estelades se contarían por cientos y por miles los votos potenciales de los asistentes, que no otra finalidad motivaría el espectáculo, esos mismos políticos destinarían el Archivo a dormir el sueño de los justos. ¿Por qué? Por si acaso fuese cierto lo que se afirma con algún fundamento: Que los documentos no benefician en absoluto a Esquerra Republicana de Catalunya, partido golpista y sectario a más no poder durante la República, y tampoco honran precisamente al socialismo estalinista de la época, amigo de checas, de “paseos” y, a la limón con ERC, responsable de exterminar a los trotskistas del POUM y a no pocos anarquistas, caídos a miles de una ideología y de otra, dentro de las propias filas del Frente Popular y muy alejados de cualquier tipo de acción en el campo de batalla.

Artículo revisado, insertado inicialmente el 25 de enero de 2005 en Batiburrillo de Red Liberal

PD: El gobierno de Cataluña ha recibido varias remesas de documentos procedentes del Archivo de Salamanca. Incluso, por error, le ha llegado una serie de cajas que en absoluto le correspondía recibir. Desde el Archivo, al detectar el envío erróneo, han pedido la devolución. Desde Cataluña, al recibir el documento de reclamación, han dado la callada por respuesta. Y así varias veces. Vamos, que esta gente no devuelve ni un papel. 

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