Sin pretender aderezar estos articulillos con
ingredientes filosóficos, que uno es aprendiz de todo y maestro de nada, debo
reconocer que no me resisto a analizar el sentimiento de la “voluntad de ser”
para tratar de situarlo, si fuese posible, en el grupo de las pasiones dañinas
al hombre o, por el contrario, en el de las inocuas. La tercera opción sería ubicarla
en el de las pasiones beneficiosas, pero llegar a ese extremo me parecería el colmo
de la ingenuidad. Vittorio Alfieri, un poeta italiano de finales del siglo
XVIII, llegó a afirmar lo siguiente: "Poseerá raro y celestial don el que
sepa sentir apasionadamente y razonar con mesura al mismo tiempo".
La “voluntad de ser”, por lo que se conoce de
quienes declaran poseerla, puede representar cualquier cosa menos un
sentimiento tibio. Es más, ni siquiera supone la emoción particular de tal o
cual individuo que pretende alcanzar, por sí mismo, una determinada meta, sino
que el sentimiento para lograr su propósito debe expresarse de un modo
colectivo, a poder ser multitudinario. Y lo más grave del caso, como ocurre con
toda ideología que afecta a multitudes, es que su desarrollo o consecución de
objetivos alterará muy negativamente a los que no piensen del mismo modo, ya
que se les obligará a secundar actitudes en absoluto deseadas, por no decir
aborrecibles.
La “voluntad de ser”, analizada desde el punto de
vista del liberalismo, es un sentimiento que no resulta fácil de ubicar en el
grupo de las pasiones inocuas, puesto que tiende a imponer sus principios a
cuantas personas quedan cercanas a los poseedores del “ser”, se muestren o no
de acuerdo con sus postulados. Dicho de otro modo, en lenguaje llano y nada
filosófico: El poseedor de la “voluntad de ser” a menudo está imbuido de un
carácter o condición totalitaria, resultado lógico de cuanta aberración ha
influido en él a lo largo de los años. Así, pues, dejémoslo meridianamente claro: ¡Nadie
se hace nacionalista de repente, hay que mamarlo!
Aunque disfrace su actitud despótica con los
ropajes de la decisión democrática del pueblo en una consulta plebiscitaria, el
poseedor de la “voluntad de ser” no ignora que dicho pueblo solamente deberá
manifestar su voto tras un proceso de a): adoctrinamiento intensivo durante al
menos una generación completa, b): en condiciones de precariedad democrática, c):
con medios de comunicación especialmente decantados hacia el poder que promueve
la consulta, tras largos años de subvención a esos medios y d): disposición a incumplir
varias leyes que afectan a todo el territorio del Estado. Es decir, burlando la
Ley. En resumidas cuentas, el poseedor de la "voluntad de ser" es,
casi con toda seguridad, perfectamente consciente de haberse situado en el
bando de los delincuentes.
PD: El presente artículo finaliza la
serie "Sobre la voluntad de "ser". No está enlazado a
Batiburrillo al no haberse insertado en su día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Comentarios moderados.