¿Alguien duda de que el gran deseo de estos separatistas sería tomar la capital catalana al estilo McArthur en Filipinas? |
Nuestro amigo Artur Mas fue
Arturo nada menos que hasta el año 2000, cuando se cambió el nombre a los 44
años. Tal y como puede deducirse, se lo pensó un buen rato el muchacho. No se
sabe a ciencia cierta si como consecuencia de ese cambio de nombre, Jordi Pujol
se fijó más en él —otros dicen que los ojitos fueron los de la Ferrusola— y
decidió nombrarlo primer consejero del gobierno de la Generalidad, cargo que
ejerció algo menos de tres años hasta que Maragall, en las elecciones de 2003,
mandó al paro a toda la banda de CiU. Naturalmente, el cuco Pujol decidió que
no se presentaba a esas mismas elecciones ganadas por Maragall, y lo hizo
después de analizar varias encuestas en cuyo resumen aparecía casi siempre esta
frase: "Vete a tu casa, Jordi".
Pero como voluntad no le ha
faltado casi nunca a quien al final ha venido a ser Arturet —¡qué lástima que a
su carácter voluntarioso no le acompañe mayor discernimiento y algo de mesura!—,
el tío se presentó dos veces más en las listas de CiU y a la tercera fue la
vencida. De modo que a finales de 2010 obtuvo 62 escaños y fue elegido
presidente de la Generalidad. Eso sí, al no contar con mayoría absoluta precisó
la abstención en segunda ronda de una formación política. ¿Adivinan cuál?
¡Exacto, el PSC de José Montilla!
En pocas palabras, Arturet
estuvo chupando banquillo en la oposición desde el 27 de mayo de 2004 hasta el
20 de diciembre de 2010, cuando fue investido presidente de la Generalidad. En
total fueron unos seis años y medio de pesadilla para alguien que estaba
acostumbrado a chupar cargo ejecutivo y que hasta entonces no se había
significado por nada que guardase relación con la radicalidad separatista que
ahora practica. De hecho, ya en 1982 y con 26 años, entro al servicio de una
consejería de la Generalidad —cuyo gobierno fue dirigido durante 23 años con
mano de hierro por su padrino Pujol, al que probablemente llegó a aborrecer— y
puede decirse que, salvo el paréntesis de gobiernos tripartíticos a cargo de
Maragall y Montilla, ahí sigue Arturet, jodiendo todo lo que puede a los
catalanes.
Fue precisamente a partir de
que obtuvo la presidencia del Gobierno catalán, que como se ha dicho le costó
más de seis años —en un período tan largo a uno le pueden envenenar la sangre—,
cuando probablemente hubo de soportar reproches continuados de la familia
Pujol, gente por entonces muy desesperada porque llevaba bastante tiempo sin
robar lo acostumbrado, de ahí que Arturo Mas decidiera echarse al monte y
anunció que quería una "Hacienda propia", organismo que podía venirle
al pelo para ocultar las fechorías continuadas de esa banda de manilargos
agazapados en la madriguera de CiU, cuyos miembros más conspicuos seguían
siendo los Pujol y su parentela, la mayor parte de ellos dedicados a los
"negocis" al por mayor con dinero ajeno.
Lo cierto es que a Mas no le
salió bien la jugada de la Agencia Tributaria catalana, ya que algo así hubiera
supuesto un concierto económico muy similar al vasco-navarro, y entonces, todo apunta a que en una
de esas reuniones del Padrino con los mafiosos convergentes, Mas fue
llamado a capítulo y obligado a plantar cara al Estado español, que dirían ellos, mediante la amenaza continuada de la independencia
—cualquier cosa con tal de seguir robando.
El hecho debía producirse en varias
etapas, todas ellas cargadas de irregularidades y engaños. Y en esas estamos,
con una elecciones plebiscitarias convocadas, no sobre el papel pero sí
mediante la propaganda política de cuantos componen esa lista unitaria de
irresponsables anticatalanes —no hay mayor anticatalán que un separatista tipo
Mas o Junqueras—, los cuales se muestran dispuestos —así lo han dicho— a
proclamar la independencia si disponen de 68 diputados. Y me creo que sea
posible tal declaración de independencia, porque tanto Arturo Mas como Oriol Junqueras
son dos tipos de lo más inconscientes y no acaban de relacionar su chulería con
el hecho de que pueden acabar con sus huesos en una celda.
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