A partir de la
llegada al poder de Rodríguez Zapatero, lo que hizo mediante un acto casi
revolucionario —por no decir completamente delictivo— en el que forzó a salir a
la calle a todos sus militantes, en víspera electoral, e invitó a otros
partidos a que secundaran esa misma actitud mediante la agit-prop más descomunal
de todos los tiempos, el partido socialista se ha ido caracterizando por
destilar un odio atroz hacia su único enemigo político, el PP. Ahora ocurre igual con el socialista Pedro Sánchez,
si alguien quiere ver cómo se le congestiona la cara no tiene más que
preguntarle si contempla la posibilidad de llegar a un pacto con el Partido
Popular.
Ayer mismo, Eduardo
Inda le preguntó a Sánchez si podía prometer que no pactaría con Podemos,
repito, con Podemos. Tras unos instantes de incertidumbre, Sánchez pasó de
responder sobre Podemos y aseguró con rotundidad que podía prometer que no pactaría con el PP.
Este hombre no tiene arreglo, está claro que prefiere pactar con cualquier
separatista que quiera la disolución de España, como por ejemplo Compromís y otros de la misma calaña (con
los que ya ha pactado), antes que plantearse un gobierno de concentración con
el PP y dejar en la oposición a tanto partido encanallado. ¿Razón? Pedro Sánchez
es otro de esos sujetos cargados del tradicional odio socialista.
Vea a continuación
de qué modo el odio se agigantó en tiempos de Zapatero:
Según nos cuenta
El Mundo (año 2005): “Conde Pumpido plantea revisar los juicios militares del franquismo”. Añade el diario que: “No se incluyen los del Frente Popular”. Si consideramos cierta
la información del periódico de Pedro J., cabe deducir que el Fiscal General
del Estado considera sujetas a derecho las miles de ejecuciones que el bando
republicano practicó como consecuencia de las sentencias de los llamados
tribunales populares. Tribunales que, en multitud de casos, obraron
sumariamente o decidieron ejecutar sin juicio previo. Tribunales que, con demasiada
frecuencia, sentenciaron a mano alzada y sin levantar acta alguna de su infamia.
Tribunales cuyos miembros, en algunas ocasiones, decidieron compatibilizar la
“toga” revolucionaria que juzgaba durante el día y su inclusión en el pelotón
nocturno que secuestraba y a continuación daba el paseillo (asesinato) a
determinados ciudadanos, a menudo por el simple hecho de que éstos fuesen gente
acomodada del pueblo (y por lo tanto odiada) o un simple religioso propicio a convertirse en una víctima fácil.
No hay proyecto
en el gobierno socialista —no lo hubo en 2005 ni lo hay ahora en 2015— que no
sea ofensivo para la mitad de España o para toda persona decente que considere
obligatorio, con independencia de su ideología, que las leyes den el mismo
trato a cualquier ciudadano, resida donde resida. Resulta que el resentido ZP y sus seguidores en el
resentimiento se han destapado ahora (año 2005) con una nueva iniciativa de lo
más arbitraria, una iniciativa, repitámoslo, de esas que anulan cualquier razón
que pudiera asistirles para reivindicar la reparación o el desagravio de ciertas injusticias del pasado.
No hay duda de que
les guía un propósito deshonesto: Destapar a fondo el espíritu guerracivilista
y mantenerlo abierto indefinidamente para que cualquier fanático o radical se
agarre a esa bandera y caiga bajo la órbita del socialismo. Piensan obrar así como quien encuentra un buen filón de
oro y lo explota entusiasmado, esperando hacerse rico. Intentan actuar de tal
modo, diríase, como quien ha recibido el regalo de un “pata negra” cinco jotas
y lo va cortando a finas lonchas, haciéndolo durar todo el tiempo que haga
falta mientras sus papilas se relamen de gula anticipada.
Afirma el clásico
que “donde la fuerza oprime, la ley se quiebra”. No es que Zapatero cuente con
excesiva fuerza respecto al Partido Popular, pero como sí dispone del respaldo
de los comunistas y los republicanos de Esquerra, ¡ahí es nada si repasamos los
años de la II República!, el quebranto de la Ley y el atropello están
garantizados hacia los herederos de esa media España que se vio aterrorizada y
padeció cientos de asesinatos entre sus filas antes de responder a los actos
violentos. Decía Cicerón que “los deseos deben obedecer a la razón”. Y uno se
pregunta, ¿qué razones puede tener este gobierno socialista para arrumbar el
espíritu reconciliador del 78? Algunos pueden creer
que les mueve cierto espíritu justiciero para desear revisar las sentencias del
franquismo, pero si en realidad fuese así, si mediase el afán de justicia, se
revisarían determinados casos, especialmente los más sangrantes, pero de uno y otro
bando.
En resumidas
cuentas, sigue en pie el interrogante sobre las razones que motivan a la izquierda
para proceder así, ventajas políticas aparte. Y por lo que a mí respecta, tras
meditar mínimamente el asunto, se me ocurren una serie de posibles motivos,
ninguno de las cuales me atrevo a citar aquí. Todos ellos son de un grado de
inmoralidad tan elevado que no soy capaz de reproducirlos. Una vez más se
confirma, pues, la sabiduría del refranero popular: “Cuando todos los odios
salen a la luz, todas las reconciliaciones son falsas”.
Artículo revisado y actualizado en sus primeros párrafos. Insertado el original el día 19 de abril de 2005 en Batiburrillo de Red Liberal
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