Hoy he leído un artículo de Carlos Carnicero en El
Periódico de Catalunya, ¡dónde si no!, titulado “Aznar es desleal aunque no lo
entienda”. Me he permitido el gustazo de hacer cuatro anotaciones. He aquí el
resultado.
Carnicero: La lealtad es una cualidad ética que se
corresponde con la fidelidad a un compromiso permanente. No es un concepto
legal ni mucho menos penal; no hay métodos coercitivos para imponer lealtad.
Sólo puede esperarse aprobación para quien la practica y reprobación moral para
quien la conculca. Acogidos a esta definición, se comprende que quien ha sido
presidente constitucional de un Gobierno tiene un matrimonio inconmovible con
los intereses generales del Estado, más allá, incluso, de sus compromisos
personales.
Lealtad es fidelidad a un compromiso. Carnicero añade
de un modo tramposo el adjetivo “permanente” porque quiere que el lector crea
que Aznar, con su viaje a Estados Unidos, se ha desvinculado de los intereses
generales del Estado. En pocas palabras, le llama traidor a España a partir de
alambicadas definiciones del término lealtad.
Por otra parte, habría que detallar con nitidez
cuáles son esos intereses generales del Estado que, según Carnicero, Aznar ha
conculcado, ya que podría darse el caso de que el ex presidente, mediante su
relación de amistad personal con Bush y sus intervenciones en diversos ámbitos
americanos, estuviera neutralizando parte de la tremenda campaña montada contra
los productos españoles a partir de la retirada de nuestras tropas. ¿O es que respetar
los intereses generales del Estado es sólo decir amén a lo que disponga
Zapatero? ¿Llevamos cuatro días en el poder y ya empezamos a creernos que somos
el Estado?
Los exportadores de vino, aceite, calzado, etc.,
acaso piensen que Aznar sí vela por sus intereses. Los amenazados por los
etarras posiblemente se sientan un poco más seguros si alguien, quizá Aznar,
muestra deseos de que la relación con USA no se rompa del todo. Sabemos que la
inteligencia norteamericana apuntaba sus antenas de escuchas radiofónicas y sus
satélites a los santuarios franceses donde se han desmantelado tantos comandos.
Si siguen apuntándolos a esa zona no será gracias a la política medrosa (otro
diría cobarde) de Zapatero, sino al prestigio que Aznar consiguió para España en
tierras del Imperio, prestigio que ahora, con su visita, ha permitido recuperar
en parte. Y digo en parte, porque en el arte de malbaratar toda una labor de
años (¡eso sí que es deslealtad!) el tándem ZP-Moratinos no tiene quien le
iguale.
Carnicero: Por eso las democracias consolidadas
establecen la institución del ex presidente del Gobierno, dotándola de
compensaciones, instrumentos y dignidad para que quienes llegan a ese estadio
puedan ser leales con los compromisos inherentes a su condición durante el
resto de su vida. España no es una excepción. Los inquilinos de la Moncloa —y
así ha venido sucediendo en los pocos años de nuestra joven democracia— pueden
reorganizar su vida profesional y personal.
Confieso que
desconozco cuantas democracias consolidadas han establecido una institución
para sus ex presidentes, lo desconozco yo y Carnicero lo ignora a rabiar, pero
utiliza arteramente el argumento, sin dar un mal ejemplo, porque está seguro de
que ha de colar entre sus lectores, que al fin y al cabo el artículo va
destinado a unos conversos que no les gusta cuestionar demasiado la fe de los
portavoces “progres”, y Carnicero es uno de ellos.
Ahora mismo sólo
se me ocurre el encargo que le hicieron al francés Giscard para que dirigiera
la elaboración de la Constitución europea, encargo de una de las cumbres de
mandatarios, no de Francia, aunque más valía que se hubiese quedado en su casa
con la pata quebrada, visto el resultado que nos propone.
También recuerdo
algunos trabajillos del Señor de los Cacahuetes, un tal Carter, pero este
hombre metomentodo siempre ha actuado a título particular y en situaciones en
las que su interlocutor deseaba acogerse a un clavo ardiendo: Como por ejemplo
con el norcoreano Jim il Sung, poco antes de que éste falleciese, y ya vemos el
resultado. O con los militares de Haití para que volviese Jean-Bertrand
Aristide, el cura corrupto de quien no se sabe dónde se encuentra ahora, ni él
ni su botín. También se asegura que Carter intervino como pacificador en el
conflicto de la ex Yugoeslavia; eso sí, con las fuerzas de la OTAN (incluyendo
algunas españolas que aún siguen allí) soltando pepinazos sin mandato alguno de
la ONU. Así cualquiera.
Y no recuerdo a
nadie más, supongo que el artículo de Carnicero irá en dos partes y otro día
nos dará los detalles que le faltan, porque si no es así, se le notará
demasiado que además de demagogo es un perezoso que no le gusta trabajar lo
necesario para argumentar sus columnas. Ah, se me olvidaba, los británicos
nombran lores a sus ex primeros ministros y los mandan a la cámara de las
pelucas.
Al final de su
segundo párrafo Carnicero añade que “España no es una excepción” y que “los
inquilinos de la Moncloa (quiere decir los ex) pueden reorganizar su vida
profesional y personal”. Y yo me pregunto: ¿Qué es lo que hace Aznar sino
reorganizar su vida? ¿Y Felipe? ¿Qué es lo que ha hecho durante los últimos
años? Sabemos lo que no ha hecho, asistir a su escaño de diputado por el que le
pagábamos. Aznar, por lo menos, ha tenido la decencia de no presentarse.
Porque lo que
ocurre, mi querido Carnicero, es que te han dado instrucciones para que sigas
tratando a Aznar como a un criminal en serie, que esa es la técnica de la
izquierda sarmentosa que ahora nos gobierna: Profanar los cadáveres enemigos ya
enterrados. Tú, con tu torpeza y tus pocas ganas de trabajar, sueltas el veneno
en tu columna y te quedas como un señorón, de esos que se aplauden a sí mismos
cuando la próstata les ha permitido expulsar ácido úrico. Entendámonos, es más
elegante decir que tus párrafos huelen a orina en lugar de que te has defecado
en el artículo, de ahí que no diga lo segundo.
Nota: El artículo
del señorón Carnicero cuenta con otros siete párrafos, todos vomitivos y
reincidentes en el retortijón de tripas.
Artículo revisado,
insertado inicialmente con el título de "El Carnicero", el 23 de mayo
de 2004 en Batiburrillo de Red Liberal
PD. Desde que lo
echaron de la SER, Carnicero no ha vuelvo a ser el mismo, evidentemente para
bien. Ahora se ha moderado muchísimo y, aunque mantiene la tendencia
izquierdista —errar es de humanos—, exhibe cierto equilibrio en sus comentarios.
Me alegro por él.
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