España cuenta en
estos momentos con adversarios muy potentes y decididos. Unos, los socialistas,
por primar en ellos el concepto del poder frente al de la patria, en la que no
creen, de ahí que haya que considerarlos adversarios de España aun cuando
algunos opinen de buena fe que aspiran a renovarla; otros, los separatistas —el
nacionalismo no es más que un subterfugio del separatismo—, han logrado ser en
sus respectivos territorios la ideología hegemónica, casi única, y además han
conseguido apropiarse de todos los resortes que conllevan algún tipo de
influencia entre los ciudadanos, a los que les imponen las más descaradas
arbitrariedades y encima se las venden, o pretenden vendérselas, como el no va
más del progresismo liberalizador. Tales serían los casos del nuevo Estatuto
catalán o de ese farsante “Plan de Paz” que los nacionalistas vascos le
secundan con entusiasmo a Zapatero.
Ni unos ni otros
—socialistas y separatistas— han conseguido llegar a tales situaciones de
supremacía en el poder como consecuencia de proceder democrática y lealmente.
Todo lo contrario, en ellos ha prevalecido siempre la idea de un fin concreto
que justificaba cualquier medio para lograrlo: sea hurtando la democracia en el
País Vasco, donde aún no la han conocido a causa de ese PNV que asaltó el poder
y la secuestró de inmediato; sea castigando idiomáticamente a más de la mitad
de la población catalana, a la que los gobiernos de CiU y ahora del Tripartito
margina; sea entregándose a la desidia interesada en amplias zonas de España
que se dejan en manos de esos totalitarios citados, como hace Zapatero. De modo
que la connivencia entre formaciones políticas ajenas a los valores
democráticos, junto a la debilidad que ha mostrado la derecha en toda la
Transición, determinan que España cuente en la actualidad con enemigos
poderosísimos a los que no será nada fácil desalojar aun cuando no les asiste
ni la razón ni la honestidad política.
Es más, esas
formaciones despóticas no han llegado de la noche a la mañana adonde ahora se
encuentran. Ha sido todo un proceso de más de 30 años. Primero fingieron
aceptar la Constitución como consecuencia de un referéndum previo que Suárez
convocó astutamente y que ganó por amplia mayoría, cuando en realidad lo que
les hubiera gustado a los socialistas, comunistas y nacionalistas es la ruptura
política y la vuelta a una etapa similar a la republicana, en la que no hubo el
menor consenso constitucional y la izquierda impuso la Ley básica. Ya en el año
1975, a la muerte de Franco, la República era considerada obra de la izquierda
y por lo tanto, tras el franquismo, debía volverse a algo similar.
No se produjo
una primera intentona a partir de 1982, cuando ganaron por primera vez los
socialistas, porque Felipe González, con todos sus defectos, tenía cierto
sentido de Estado y además era demasiado buen vividor como para embarcarse en
aventuras seudo-revolucionarias, de ahí que se limitase a permitir que los
suyos saquearan España mientras él sacaba pecho por el mundo o se dedicaba a
jugar al billar en la “Bodeguilla”.
Por otra parte,
el Ejército de los años 80 y buena parte de los 90 no era el mismo de ahora,
sino que se mostraba mucho más dispuesto a intervenir ante veleidades
rupturistas o separatistas. Lo mismo podría decirse de la Corona, más en su
papel moderador y aconsejándole al presidente del Gobierno lo que ahora se
limita a transmitirle en los mensajes navideños.
Pero ahora es
distinto, porque consiguió llegar al poder un indigente moral que carece del
sentido de Estado y ha retomado la idea original del modelo de la II República.
También es distinto porque los separatistas se ven a sí mismos muy fortalecidos
y atrincherados a conciencia en sus comunidades. E igualmente porque las
instituciones que deben salvaguardar la democracia y la unidad de España
—Corona, Ejército, Poder judicial— o bien se encuentran arrinconadas, o bien
mediatizadas o no disponen de capacidad alguna para enfrentarse a los hechos
consumados de una caterva de partidos políticos a cual más desleal con la Nación española.
¿Qué significa
algo así? Muy simple, que la balcanización de España no ha hecho más que
empezar y que, de renovarse en el 2008 la actual estructura de poder, pronto
veremos los siguientes movimientos disgregadores o totalitarios. Irán lentos,
como lento ha sido todo el proceso, pero estoy convencido de que jamás
atenuarán esa ansia desaforada de crear sus propios estados —Països Catalans y
Euskal Herria— ni disminuirá esa codicia extrema, en el caso socialista, de mantener la titularidad del
B.O.E.
Ante semejante
gota a gota de suero absolutista, la España real y multicentenaria ha ido
palideciendo y retirándose a sus cuarteles de invierno, pero ello no significa
que no abunden los españoles capaces de ver lo serio de la situación. Muchos
somos conscientes —creo que cada día más— de que las valiosísimas tradiciones
españolas, la religión, su cultura e historia se han venido pervirtiendo o
ignorando hasta extremos que llegan al delirio y obligan a prescindir de
personajes relevantes (como los Reyes Católicos o el emperador Carlos I) con
los que cualquier estado moderno desearía haber contado entre sus monarcas. Y
una situación así, tan degradada y en no pocos casos delictiva, es imposible
cambiarla mediante “cirugía de hierro” o algo similar, pues entiendo que se
crearía una inestabilidad de tal magnitud, que no sería de extrañar si nos
situáramos directamente ante la sublevación de los totalitarios, lo que podría
determinar no sólo la fractura real de la nación española (no de facto, como
ahora sucede), sino una guerra civil de trágicas consecuencias y resultados
desastrosos ganase quien ganase. Recordemos que Maragall habló de sufrimiento y
violencia si no se atendían las reivindicaciones catalanas, e incluso alguno de
sus consejeros llegó a citar la guerra civil.
Lo suyo, visto
el gran riesgo de confrontación, sería cambiar un gotero por otro. Lo adecuado
es invertir el proceso y que la derecha española, liderada por Rajoy (1), acceda al
poder con la intención inicial de frenar este “sálvese quien pueda” que el
necio de Zapatero ha consentido. Se trata de ir reforzando poco a poco las
instituciones del Estado. De darle a la Justicia aquello que debe poseer, como es la independencia. De activar y potenciar la Alta Inspección del Estado en materia
educativa, para que obligue a cumplir la normativa en las comunidades de
gobiernos sediciosos. Lo adecuado, a la par, es ir enviando al Parlamento
proyectos de ley liberalizadores de esas normas que el socialismo y sus
asociados han impuesto arbitrariamente, conculcando en más de un caso la
Constitución. Lo normal es que esa derecha anule leyes sectarias como la
“Memoria Histórica”, la “Educación para la Ciudadanía” y otras. Lo conveniente
es ir desasnándonos de un modo gradual, a poder ser mediante una educación más
acorde (en lugar de algo semejante a la LOGSE), unos medios informativos menos dependientes de los diversos gobiernos y
una cultura escénica no sujeta a los dictados de los titiriteros.
Es tanto lo que
hay que hacer para recuperar la racionalidad perdida en 30 años, que no es
posible acometerlo todo de golpe sin que estalle la violencia de los ahora
beneficiados por el poder despótico. Me temo, pues, que deberemos conformarnos
con que sólo a partir de nuestros hijos pueda comenzar a verse una España
normalizada. Y si fracasamos ahora en el intento regenerador, que sean
precisamente nuestros hijos los que tomen el relevo para que sus descendientes
alcancen al fin la España justa y unida que algunos soñamos. Y para ello, para la recuperación de
la España de siempre, es preciso hacer acopio de una tenacidad suficiente que
vaya destinada a inculcarles a los ciudadanos, mejor dicho, a que recobren, el
espíritu de españolidad que tanto miserable les ha arrebatado en estos años o
les ha impedido adquirir. Porque España, que quede claro, es esencialmente libertad y
justicia para todos, no banderías.
Se reivindica
aquí la España originada en 1812, la liberal, la que unos años antes se alzó
como un solo hombre en todo el territorio nacional para enfrentarse al déspota
francés. Sí, es preciso ser firme como una torre ante todo tipo de despotismo,
ahora lamentablemente en el interior de nuestra patria. Es preciso imbuirles a
nuestros hijos, para que conserven la llama sagrada y la transmitan, que hubo
un tiempo en el que algunos españoles considerábamos a España como nuestra
amada patria.
Artículo
revisado, insertado el 25 de enero de 2007 en Batiburrillo de Red Liberal
PD (15-10-2015)
La situación ha ido cambiando pero a peor, a mucho peor. A partir de la redacción
del artículo (en enero de 2007), ZP aún gobernó lo que le quedaba de legislatura y luego otra casi completa, y añadió el desastre
económico a la ruina ética y moral en la que se revolcaba.
(1) Hay un párrafo en el artículo donde se cita
a Rajoy como líder de una regeneración necesaria. No ha sido posible, en casi
cuatro años Rajoy no ha dado la talla salvo en la cuestión económica y poco más.
Cataluña se le ha ido completamente de las manos y ahora el PP se ve envuelto en mil asuntos
internos, todos negativos. Me extrañaría muchísimo que Rajoy volviera a
presidir el Gobierno.
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