Es curioso,
mientras que en nuestro país hay regiones cuyos gobiernos autonómicos están ocupados
por políticos deseosos de darle el portazo al Estado español —como les gusta
definir a España—, y consideran que los cinco siglos de unidad de uno de los
reinos más antiguos del mundo son poco menos que una bagatela digna de
desprecio, en nuestra vecina Portugal existe una corriente de simpatía, no sé de
qué proporción, pero existe, que aboga por la unidad de Iberia. Inicialmente se
justifica esa unidad mediante el deseo de “tener una visión conjunta de gestión
territorial, infraestructuras y recursos naturales”, lo que sin duda podría
constituir el primer paso. No olvidemos que los intereses comunes suelen ser la
razón más destacada para formar uniones sólidas, salvo que, como ocurre en las
regiones nacionalistas, esos intereses comunes se intenten pasar artificialmente
a vía muerta y a la larga darlos por extinguidos.
Uno de los
abanderados de esa corriente de simpatía por la unidad de Iberia es, nada
menos, que el ministro portugués de Transportes, que algo sabrá de lo muy
conveniente que resulta para su país comenzar a abandonar la arcaica postura de
ambos estados ibéricos, según la cual hemos vivido durante largos siglos espalda
contra espalda. Mario Lino, el citado ministro, ha declarado hace poco en
Santiago de Compostela: La “unidad histórica y cultural ibérica” es “una
realidad que persigue tanto el Gobierno español como el portugués”. Es decir,
este hombre habla ya de algo más que de carreteras o ferrocarriles.
Naturalmente,
como siempre sucede en estos casos de amplitud de miras, se ha presentado
contra él una denuncia en Portugal por traidor a la patria al defender el iberismo.
Algo que, según se mire y llevándolo al terreno de la parodia, vendría a
suponer un precedente de lo más serio para encausar por traidores, atendiendo a
sus deseos de unidad, a todos los jefes
de Estado o de Gobierno de la Unión Europea.
La cuestión de
la unidad de Iberia no pasaría de anecdótica de no existir varias razones de
peso para considerarla en serio. Voy a exponer brevemente lo que a mi juicio es
la razón principal:
De surgir un
fuerte movimiento a ambos lados de la frontera hispano-lusa que con el tiempo originase un referéndum para que los ciudadanos decidieran sobre la fusión de España
y Portugal, probablemente determinaría, a su vez, un profundo cambio en la
Constitución española que podría ultimar este viaje a ninguna parte al que nos
llevan las sucesivas reformas estatutarias de las comunidades autónomas. Reformas
consideradas interminables por cualquier observador que se precie, porque a
estas alturas nadie puede creer que en Cataluña, por ejemplo, donde hay gente
que clama desde hace años directamente por la independencia, no estén comenzando
ya a pensar en una tercera reforma.
Todo un pacto
ibérico para la formación de un estado federal al modo norteamericano o alemán,
por ejemplo, donde quedasen bien definidas las competencias, derechos y
obligaciones de los firmantes, no andaría muy lejos de darle la estabilidad
necesaria a una nación, la hispana —concepto histórico que incluye a Portugal—,
que ahora lleva camino del despeñadero en su vertiente española o que se asemeja
a una nave en la que han surgido ya numerosas vías de agua.
En los siglos
anteriores ese pacto ibérico fue imposible a consecuencia de los intereses
británicos, dispuestos siempre a evitar la unión de varios estados europeos que
acabasen por hacerle sombra a su Imperio y que consideraba a Portugal poco
menos que una colonia. El obstáculo británico no parece existir en la
actualidad, al menos en la misma proporción, ¿por qué no aprovechar la
circunstancia para remodelar toda Iberia y unirla adecuadamente? De grandes
proyectos vive el hombre grande, embarquémonos en uno de ellos.
Fuente de la noticia: Libertad Digital
Artículo revisado, insertado el 11 de noviembre de 2006 en Batiburrillo de Red Liberal
PD (9-10-2015): Varios años después de redactar el artículo
estuve en Portugal, fue en dos ocasiones y en ambas me sentí tratado la mar de
bien. Todo tenía un parecido enorme con España, y todo lo que allí consumíamos era
muy similar a lo español, marcas comerciales incluidas. Incluso fue sencillo
entenderse con el idioma, nos limitamos a hablar despacio, ellos en portugués y
nosotros en español. Y tan amigos. Moraleja, si alguna vez se quisiera apostar
por la unificación de Portugal y España, probablemente bastaría una o dos
generaciones para lograr la conformidad de sus habitantes. Porque la unión tiene muchas más ventajas y es más sencilla que la separación, sobre todo si ésta se pretende después de
más de 500 años de convivencia y contra el sentir popular.
ResponderEliminarLos portugueses osn muy caballerosos, yo estuve hace más de 50 años y nos trataron bien, de modo que eso no ha cambiado. Pero la mayoría de la población sigue pensando en España como opresora y que quiere quedarse con todo. Supongo que dentro de unos años, las cosas habrán cambiado pues hay muchos portugueses trabajando en España y muchas empresas españoloas en Portugal, pero creo que áun es pronto.
Por otra parte a España no le interesa económicamente la unión y llevamos tantos años de espaldas que sentimentalmente estamos muy lejos.
Y nada de Iberia, España, que es como se ha llamado simepre. En la Reconquista todos luchaban por España, lo que ocurrió es que los matrimonios entre portugal y los distintos reinos no dieron descendencia viable, si no, Portugal hubiera sido otra región más de españa.
Paococo
Es lógico que muchos portugueses piensen que queremos absorberlos, el pez grande se come al chico. Por eso hablo de una o dos generaciones en que las relaciones permitan generar confianza, sobre todo ahora que los británicos es posible que interfieran menos.
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