Algunos
diputados marroquíes, que de algún modo hay que llamar a esos dóciles políticos
elegidos tras pasar todo tipo de filtros reales para poder presentarse a las
elecciones, han pedido el boicot a los productos españoles como consecuencia de
la visita del rey de España a, ¡pásmense!, tierras españolas. Esos diputados
sin duda han obrado así, ignorando expresamente que pudiera darse la
reciprocidad en el boicot de productos, con el correspondiente permiso del
tirano “Mohamé”, al que nada ha de faltarle con o sin importaciones españolas
porque nada se mueve en Marruecos sin que él lo apruebe.
Es decir, sin
que lo apruebe el tipo de la sobrechilaba translúcida (almucia), elaborada en seda de la más fina, ribeteada en oro y poco
menos que de usar y tirar, al que hay que besarle el codo o la mano como prueba
de pleitesía. Sí, el tirano debe aprobarlo todo cuando de asuntos de alguna
gravedad se trata, como en el presente caso, o debe de aceptarlo cualquiera de
sus muchos esbirros que entienden sobre cuestiones de menor índole. Unos
esbirros incondicionales con la enraizada tiranía marroquí, porque casi todos
ellos proceden de los harenes que la familia Alauita lleva siglos haciéndolos
parir al límite.
Desde que en
1677 Muley Ismail, un sedicente jerife de medio pelo y de algún arrojo, decidió
expandir sus escasos dominios en Tafilete y convertirse en califa de todo el
territorio que pudiese arramblar, la gran misión de su dinastía ha consistido
no en facilitarle el bienestar a sus súbditos, sino en hacer parir a las
hembras de sus múltiples harenes con el propósito de que nunca falten brazos
para la guardia pretoriana del califato ni para las muchas fuentes financieras
fruto de la corrupción generalizada en la que siempre ha vivido lo que hoy
conocemos como Marruecos, un país vecino de triste designio que se halla tan
cerca de la civilización, apenas una alambrada, y al mismo tan lejos.
Digámoslo claro,
en el sultanato de al-Maghrib (el Occidente) o se ha nacido en uno de esos
harenes alauitas, en cuyo caso se tiene la vida más que resuelta nada más ver
la luz, o se es un paria sentenciado a la miseria y a conocer el mundo del
siglo XXI desde unas tierras que se encuentran en el XVII y a través de la
señal de ciertas televisiones europeas. Un paria al que su máximo nivel de
atrevimiento o iniciativa personal puede llegar a destinarte, como mucho, a una
patera que ponga proa al continente europeo, donde malviva su melancolía
durante unos años, casi siempre en un gueto. Varios millones de marroquíes, con
o sin papeles, residentes en Europa, dan fe de ello.
No existe
prácticamente la clase media en Marruecos y mucho menos abundan los grandes
sectores profesionales que deberían corresponderse con una población mayor que
la de Holanda y Bélgica juntas. Todo es alta cuna, pongamos un 2% de la
población, que asombrosamente dispone del 90% de la riqueza. Esa élite alauita
se complementa con abundante mano de obra no especializada cuyos componentes
inundan los campos y ejercen la labor de jornaleros en unas tierras
pertenecientes, asimismo, a las grandes familias terratenientes, todas ellas
emparentadas con el monarca.
Lo más llamativo
de la decisión de “Mohamé” para declararle el boicot a los productos españoles
—ahora estoy pensando en esos miles de pobres rifeños que pasan a diario las
fronteras de Ceuta y Melilla y regresan cargados como mulas a su tierra, donde
revenden lo adquirido en nuestro suelo para lograr algún sustento—, es que la
ha tomado a conciencia. Sí, a conciencia. A conciencia de que al otro lado de
la frontera, en una antigua nación que años atrás se había conocido como
España, existe hoy un grupo de desaprensivos en el poder al que le importan
tres higas cuantas amenazas, desprecios y violaciones a nuestra dignidad
nacional y a nuestra libertad se produzcan. Ya sea dentro de la propia Expaña,
a cargo de los nazis rompepatrias, ya sea en sus confines más próximos, como
Marruecos y Argelia, donde recientemente también se nos humilló a conciencia en
el asunto del gas. Da igual que se asalten los intereses de nuestras empresas
en Argentina, Bolivia, Venezuela o Cuba, contenciosos en los que no se ha
movido ni un dedo para impedirlo, o que se juzgue a una tripulación de pilotos
españoles en el Chad. Incluso en el África profunda se nos llegó a pedir un
lote de motos de agua para comenzar a hablar de limitar los cayucos. Nada hay,
para estos irresponsables que ahora mandan, que justifique una iniciativa
acorde con la gravedad de la ofensa recibida en cualquiera de esos lugares que
se citan, a los que encima solemos destinar muchos millones de euros en ayuda
desinteresada. Nada hay.
Pero que conste
que este mismo valiente que ahora se oculta de un posible cara a cara con
“Mohamé”, no dudó en ir a lamerle la mano cuando Aznar puso en su sitio al
tirano y a raíz de la crisis que desembocó en la toma del islote de Perejil.
No, no está dando la cara en absoluto quien debe poseer algún pundonor de
acuerdo con su alto cargo, ha preferido decirle a su ministra más incompetente,
esa que declara de sí misma que no piensa huir como los cobardes, que exprese
una opinión al respecto. Y claro, la “valerosa” ministra nos ha soltado una
frase de lo más acorde a la actitud pusilánime de este gobierno de
espantadizos: “Es lógico que Marruecos se plantee determinadas cuestiones sobre
la visita de los Reyes”. ¿Lógico para quién? Y es que ya lo dijo el clásico:
“La cobardía tiene sobre el valor una gran ventaja, la de encontrar siempre una
excusa que la justifique”.
Pues bien, con
excusas o sin ellas, que se sepa que en las relaciones comerciales Marruecos
tiene poco que ganar auspiciando un boicot a nuestros productos. Debe conocerse
que, de entrada, la balanza comercial entre ambos países (muy equilibrada)
responde a unos contingentes tasados por la Unión Europea. Y si Marruecos,
alegando eventualmente el bajo consumo, prohíbe la entrada de determinados
productos españoles en su territorio, no debería olvidar que a instancias del
Gobierno español se le podría aplicar la reciprocidad en toda la Europa Comunitaria.
Claro que una cosa así debería hacerse a instancias del Gobierno español, y lo
que aquí tenemos ahora ni es un gobierno que se vista por los pies ni es
español por mucha propaganda que oigamos a todas horas acerca del “Gobierno de
España”. Y eso el moro lo sabe, ¡vaya si lo sabe!
Artículo
revisado, insertado el 3 de noviembre de 2007 en Batiburrillo de Red Liberal
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