Cuando uno trata
de escribir en un folio la impresión que recibe al leer determinada noticia, a
menudo incurre en el mismo síntoma que el periodista que la ha resumido en un
titular: La falta de argumentación. En el caso del periodista es perfectamente disculpable
que sea así, porque está sujeto a la ley de la concreción, pero cuando uno redacta
el artículo de opinión es imperdonable, como me ha ocurrido más de una vez, que
no argumente de pe a pa cualquier afirmación que haga, cuanto más si esa
afirmación es hasta cierto punto categórica.
Pondré un
ejemplo, en uno de mis últimos artículos he llegado a afirmar lo siguiente: “…otras
corrientes políticas no tienen solución posible y tal vez lo mejor [adviértase
que puse “tal vez”], en beneficio de la democracia y la libertad de la inmensa
mayoría, es que fuesen ilegalizadas o se les quitase, vía reforma de la ley
electoral, sus actuales privilegios”. Dicho así, sin aclararlo debidamente y considerando
que otras personas piensan de un modo muy distinto al mío, es lógico que haya
suscitado la crítica y se me haya tachado de cualquier cosa menos de demócrata.
Lo comprendo. Ahora bien...
Ahora bien, ¿qué
quise decir exactamente en la frase entrecomillada más arriba? Voy a intentar
aclararlo. En mi opinión, el derecho a existir de los partidos políticos no
deberían estar basado en el número de votos que reciben, ni en sus estatutos,
ni en las manifestaciones de cara a la galería de sus líderes, sino esencialmente
en la calidad democrática de sus actuaciones durante un período de tiempo
determinado. Creo que los partidos políticos deberían considerarse a prueba en
todo momento y superar un examen a lo largo de la legislatura ante un Tribunal
independiente que, llegado el caso, actuase de oficio para pasarles la revisión de la ITV, como se dice ahora.
Sí, reconozco
que es una utopía demasiado ingenua e idealista, a la par que complicada y muy
alejada de las circunstancias políticas que concurren en España, pero la
democracia siempre puede mejorarse si se ponen los medios y afluyen los
análisis y evidencias sobre las actuaciones no acordes con la Ley que nos
hemos dado los españoles. El caso que me viene a la memoria en tal
sentido es el de Batasuna, una formación a todas luces antidemocrática a pesar
de que sus miembros alardean de lo contrario y de que sus estatutos fueron
aceptados en su día. Así lo entendió el Tribunal Supremo cuando respaldó la
propuesta del Parlamento español para que fuese ilegalizada.
Pues bien, otro
tanto ocurre hoy en día, a mi juicio, con los comunistas de IU-IV y
prácticamente con la totalidad de los partidos nacionalistas. Son formaciones
que actúan con radicalidad no democrática a sabiendas de que el PSOE, por
conveniencia propia y por simpatía sectaria —puesto que Zapatero posee un
estilo semejante— les evitará la iniciativa parlamentaria de la ilegalización. De
ahí que los comunistas y nacionalistas, al saberse a salvo con el apoyo socialista,
apoyen o fomenten a manos llenas cuantas actuaciones totalitarias y anticonstitucionales
les vienen en ganas. Bastaría citar unas pocas pruebas para ejemplificar lo
dicho, pero llegado el caso podrían surgir cientos:
Los comunistas en el País Vasco han respaldado incondicionalmente y en numerosas ocasiones a la gente de la ilegalizada Batasuna. Los comunistas catalanes (junto a los separatistas), han secundado actuaciones de desacato que afectan al ámbito lingüístico y que el
propio Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha declarado no sujetas a
derecho. En una y otra cuestión, los comunistas se han mostrado antisistemas, muy recalcitrantes
en su postura y han hecho caso omiso de las advertencias judiciales. Y lo que
es más, la ejecutiva de la formación política nunca les ha llamado al orden,
sino todo lo contrario. He aquí, pues, la trayectoria de un grupo político, de
tipo confederal, que ha hecho méritos más que sobrados para que se le hubiera
sacado ya al menos la tarjeta amarilla. Porque no sólo desestabiliza la
democracia de una nación el grupo terrorista que asesina o extorsiona, también
lo hace quien abusa de su condición de parlamentario para conculcar la Ley o
propagar la agitación contra las instituciones. El porqué no se han presentado
hasta ahora las oportunas denuncias contra ellos sería tema para otro largo
artículo.
En cuanto a los
nacionalistas, digamos que la parte que habla de privilegios va referida a esa casta.
Y para comprobarlo sólo tenemos que echar números y advertir que, con la actual
ley electoral de circunscripciones provinciales, a un partido nacionalista le resulta mucho más barato sacar un escaño que a las formaciones de tipo nacional, incluyendo a los
propios comunistas. Por ejemplo, Eusko Alkartasuna logró un
parlamentario con 80.000 votos (en tres provincias), mientras el PA no consiguió
ninguno con 180.000 votos (en ocho provincias). Otro caso, CiU consiguió 10
escaños con algo más de 800.000 votos, es decir, a 80 mil votos por diputado. Y
en contraposición, una formación que se presentó en todo el territorio
nacional, precisamente la comunista, finalmente sólo se adjudicó 5 diputados
con 1.269.532 votos recibidos, o sea, a más de 250 mil votos por escaño. Lo
cual es una aberración manifiesta y originada por una ley electoral que desprecia
la idea de “un hombre, un voto” y que los partidos mayoritarios se resisten a
reformar. Ellos sabrán sus motivos.
No tengo más
remedio que acabar este artículo aludiendo una vez más a lo que tantas veces he
comentado. En España no existe la democracia plena, aquí lo que tenemos es la partitocracia,
que es algo muy distinto y de carácter oligárquico. Los partidos políticos en
el poder se van alternando para hacer lo que les salga de las narices, sin que
exista una instancia superior, independiente, que les llame al orden cuando han
sobrepasado sus prerrogativas y cometido toda suerte de fechorías, muchas de
ellas totalitarias o en forma de corruptelas. Si a eso le sumamos que tampoco
existe la separación de poderes, fulminada por el PSOE de González en su
primera reforma del CGPJ, no es de extrañar que los diputados se crean omnímodos
y dispuestos a todo.
Artículo
revisado, insertado el 18 de octubre de 2006 en Batiburrillo de Red Liberal
PD (7-10-2015):
La situación se ha complicado mucho más con la enorme proliferación de partidos
populistas (Podemos y sus mil franquicias), separatistas (el bloque de Compromís y otros de la misma calaña) y
antisistemas (las CUP y similares), de ahí que sea más necesario que nunca la
llegada al poder de un partido (tal vez Ciudadanos) o de una coalición (Ciudadanos-PP) que emprenda una regeneración a fondo de la política española.
Porque si lo que al final sucede pasadas las elecciones de diciembre de 2015 es
una coalición entre el socialismo radical de Pedro Sánchez y toda la morralla
de extrema izquierda y separatista, en tal caso... ¡En tal caso ya podemos
darnos todos por jodidos!
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