Aparición inesperada de un dios externo, dispuesto a auxiliar al protagonista de la obra y a librarlo de una situación comprometida. |
La frase hecha
“deus ex machina” significa literalmente “dioses externos a la máquina”. Se
trata de una idea originaria del teatro griego y luego del romano que aludía a
la aparición inesperada de un dios externo, dispuesto a auxiliar al
protagonista de la obra y a librarlo de una situación comprometida. No hay duda
alguna de que la fantasía griega del “deus ex machina” de turno, que siempre
irrumpía izado de un cable mediante tramoya y a veces arrojaba rayos y
centellas, para el héroe de la tragedia representaba algo equivalente a lo que
hoy experimentaría cualquier hijo de vecino en verdaderos apuros económicos al
que, de súbito, le tocase uno de esos plenos con superbote del Euromillones:
Todo un milagro destinado a solucionarle la vida y a arreglarle el cuerpo.
Así, pues, si
como unidad de magnitud de cualquier final sorprendente se utilizara el milagro
repentino —o su equivalente en apaños endemoniados—, sería posible afirmar que
a Zapatero, en el 11-M, se le apareció no un dios, sino toda una legión de
diablos externos in machina con los que acaso pactó llegar a lo más alto del
poder para, desde allí, ejecutar unas cuantas maldades y favorecer la causa de
cuantos energúmenos se revuelcan a gusto en la agitación política. Valga
apuntar, además, que el manejo de la tramoya (machina) usada en la
representación socialista de aquellos días de acoso a la democracia cabe
atribuírselo con alto mérito a esa prensa exaltada y estafadora —“tres capas de
calzoncillos en el terrorista suicida”— que no dudó en jugarse el todo por el
todo con tal de favorecer a un candidato muy alejado del favor de los dioses y
de las encuestas.
Pronto hará tres
años de aquella victoria electoral diabólica y a menudo me pregunto qué ha
hecho de bueno ZP en todo este tiempo. Así, a bote pronto, se me ocurre el
“Carné por puntos”, que ya veremos si la gente no se acostumbra al recorte y a
la larga volvemos a la misma cifra de accidentes, en cuyo caso todo el
beneficio quedará para esos bufetes de abogados que se especializan en
presentar recursos que nunca ganan, pero que siempre cobran la cuota de abono.
¡Ah!, y también la “Ley de Dependencia”, que no estaría mal del todo si fuese
acompañada de la partida presupuestaria correspondiente. Porque donde no hay
harina, todo es mohína. O lo que es lo mismo: Sin el dinero que la ponga en
práctica, la citada ley se queda en pura propaganda socialista, una actividad
complementaria de la política, a veces sustitutiva de ella, donde la izquierda
cuenta con acreditados maestros de ceremonia.
Sin embargo, si
tuviese que escribir sobre los asuntos menos providenciales de este Gobierno,
con o sin “diabolus” de por medio, me temo que incluso en el Word me faltarían
páginas para relatarlos todos, tal es el número de maldades, despropósitos y
atropellos que se han gestado en la sede del fulano que nos preside. “Ni una a
derechas” —salvo la excepción del carné comentada—, es una frase que se
ajustaría bastante a la realidad de sus faenas perpetradas, al menos a la
realidad que se contempla desde este lado del teclado en el que escribo.
En el escenario
de la tragicomedia protagonizada por alguien a quien no hay duda de que le
mecen la cuna y le despiertan a diario infundiéndole la pesadilla de la jornada
con que asolarnos a los españoles, todo parece estar marcado por el deseo
destructivo de un espíritu maligno y encizañador. Sirva de ejemplo el Memoriazo
que ahora propone al Parlamento, presentado allí como “Ley de la Memoria
Histórica” y que no es más que una huída hacia el más atrás profundo, eso sí, en
busca de los abominables orígenes del socialismo, pero haciéndole un “bypass” a
esa era felipista en la que se renunció a la 'sabiduría' de Marx. Sí, de nuevo
el protagonista de la obra va vestido de rojo y se le nota a lo lejos. ¡Vaya si
se le nota!
Es lo que les
ocurre a los que carecen de una ideología decente, que precisan suplantarla por
la épica del engaño y la búsqueda de una Ítaca ficticia, real solamente en sus
delirios: La II República, esa etapa nociva que deberá ser despojada mediante
la ley en ciernes de toda perversidad histórica, a fin de que sirva de
sustitutivo del raciocinio y de la honestidad en las labores de gobierno. Para
quien llegó al poder a horcajadas de 192 asesinados y centenares de heridos —a
saber con qué grado de complicidad—, la única salida posible a ese “sinvivir”
culposo o a ese temor a ser pillado en hechos delictivos es trasladarnos con
las velas desplegadas a la etapa más sangrienta de nuestra Historia, una etapa
en la que los muertos se contabilizaron por docenas de miles y la tragedia se
enseñoreó de toda España, lo que convertiría a las víctimas del 11-M en apenas
una muestra poco representativa. Una simple anécdota.
De ahí el Memoriazo
que ahora se pretende legalizar y de ahí el deseo de convertirlo en ley para
que la “verdad” de la izquierda quede fijada y llena de esplendor. Un esplendor
donde las cunetas seguirán repletas de cadáveres antifascistas —asesinados
siempre con gran saña—, que preciso será ir desenterrándolos gradualmente, a
finas lonchas, para que el jamón de la propaganda aún les dure otro par de
legislaturas —y a poder ser décadas— a esos que como forma de gobierno han
optado por el regreso al pasado tenebroso.
Sí, dos
legislaturas más es cuanto nuestro héroe necesita para convertir esta
democracia, ya lánguida y rayana en lo mortecino, en un Régimen plenamente
totalitario, si bien de apariencia excelsa y descaradamente fraterno a fuerza
de propaganda. Que tal fue el pacto establecido con los “diabolus ex machina”
en las horas previas a la tragedia del Corredor del Henares.
Artículo revisado, insertado el 19 de diciembre de 20056 en Batiburrillo de Red Liberal
PD: Según ECD, Pedro Sánchez se ha ganado ya a todos los partidos
nacionalistas. De ser cierto, al mandamás socialista incluso le bastarían
los escaños de Podemos para formar gobierno. Temblando estoy de que pueda
reeditarse el ambiente de pesadilla a que alude el artículo.
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