Dudo
mucho que sea posible concebir mayor obscenidad que la que estamos viviendo y
sufriendo en España. Tiene narices que desde el gobierno se auspicie un plan
para la reinserción de los asesinos etarras en el que éstos encuentren aspectos
positivos; pero todavía más narices tiene que los terroristas aún no estén
satisfechos con una absurda generosidad de la que no son dignos.
Dicen los presos etarras, adalides de la democracia según quieren hacernos creer, que
el plan del gobierno “no responde a lo
que una amplia mayoría de la sociedad le ha pedido [al gobierno] mil veces” y exigen “la excarcelación de los presos en el marco
de las condiciones democráticas”, lo cual traducido del enrevesado lenguaje
terrorista viene significando que todos los presos a la calle, que nunca habrá
sido tan puta, y por la puerta grande. Lanzados
sin mesura por la vía rápida de la más abyecta inmoralidad, nos hacen el favor
los asesinos de estar dispuestos a “dar
pasos”, pasos condicionados según esta pandilla de pervertidos a que se
ponga fin a “las estrategias de presión
y chantaje” y dejan bien claro que cualquier proyecto que incluya el
arrepentimiento por parte de los terroristas “nace muerto y estéril”.
Así
sea pues y que cualquier plan que signifique la más mínima concesión a los
asesinos nazca muerto, vocablo éste muy del gusto de los etarras siempre que
sean ellos quienes estén del lado “bueno” de la pistola. Aquí hay unos canallas
que han asesinado, han mutilado, han secuestrado, han aterrorizado, han
extorsionado y han robado. Estos canallas un día deciden, con condiciones,
dejar de matar, al tiempo que exaltan su infame trayectoria criminal de la que
ni reniegan ni renegarán y sin entregar las armas. Estos canallas se ríen de
todo y de todos, permitiéndose el lujo de darnos lecciones de democracia y
moral, coaccionar, exigir prebendas y reconocimientos y situarse en un plano ético
superior al de sus víctimas: ya sólo falta que nos obliguen a pedirles perdón.
Tranquilos, todo se andará.
La
decencia y la salud democrática exigen inexorablemente que estos canallas
expíen sus delitos, cumplan íntegras sus penas y que no se les conceda ningún
beneficio. ¿Se imaginan ustedes a un violador reclamando borrón y cuenta nueva
a cambio de no volver a violar? ¿Conciben ustedes que a un estafador se le
perdonase su condena bajo la coacción de que si no volverá a estafar? No,
¿verdad? Pues el caso de ETA no es distinto, por más que se empeñen los etarras
y sus acólitos en otorgarle a sus sangrientas fechorías un carácter político
del que carecen por completo: la vida siempre es vida, la sangre siempre es
sangre y los asesinos siempre son asesinos, sin que haya política que valga.
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