viernes, 12 de junio de 2020

Párrafos destacados (31)


En la novela “Viento de furioso empuje” (a la venta en Amazon), encontramos a los protagonistas prisioneros de un malvado que pretende sacrificarlos a su divinidad particular. Se dirá que nadie es bueno o malo del todo. Hay otra versión que concede el axioma solamente a la bondad, porque a unos pocos malvados no es posible atribuirles ni un solo acto decente en su repugnante vida.


Capítulo XXXI. La ofrenda expiatoria

    Luna nueva en el Rif, cielo limpio, hialino.
    Las estrellas del firmamen­to africano disfrutaban la ausencia del astro de la noche y bullían de lo más joviales, a sus anchas, satisfechas de la falta de luz del rutinario y gigantón antagonista. Y en el fondo de los valles, asu­miendo el exilio de los cielos, algunas capas de plácida niebla ejercían la misión de cubrir las tierras húmedas. Sayara, la urbe silente y adormecida, acaudalaba fuerzas ante el amanecer inapla­zable.
    Lobreguez y pravedad en la cripta, aire viciado, vapores de incienso inundaban el subterráneo y ascendían indecisos al exterior de la gruta. Todo parecía asfixiante en la guarida de Masala. Presos Yunán y Witerico, fueron conducidos junto a Policronio y, como éste, atados de las muñecas al mismo grueso poste clavado en el suelo, con las manos hacia atrás. Desde allí contemplaron con detenimiento el extraño lugar de ceremonias. No se trataba de un templo, tampoco de una sinagoga; sin embargo, lo que advirtieron les hizo suponer que el oficiante del recinto practicaba la reli­gión judía, o al menos una variante espuria de esa creencia.

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