Mitin de Pablo Iglesias, fundador del PSOE. |
El PSOE, partido marxista, fue fundado en una reunión celebrada el 2 de mayo de 1879 por poco más de una veintena de personas, llamándose originalmente Partido Democrático Socialista Obrero y siendo Pablo Iglesias su principal representante y líder indiscutible. En esta reunión se eligió una comisión, con mayoría de representantes no obreros, para elaborar el programa del nuevo partido, programa que se votaría en 1880 y sería ratificado en 1888, con mínimos cambios, cuando se celebró el primer congreso del partido. En dicho programa se describía de forma muy simplista una sociedad básicamente injusta, con una clase dominante (burguesía) y otra dominada (proletariado). El PSOE propugnaba la emancipación de la clase obrera y su posesión del poder político, la abolición de clases, el rechazo a la propiedad privada en favor de la colectiva... En resumen, destruir la sociedad de la época para llegar a la dictadura del proletariado. Las medidas para llevar a la práctica el programa eran variadas: supresión del ejército y armar al pueblo, nacionalización de los medios de producción, confiscación de los bienes de la Iglesia, sufragio universal, jornada de ocho horas...
En este programa se advierten ya algunas de las líneas que serán básicas a lo largo de la historia del PSOE: su carácter dogmático, su desconocimiento de la realidad y la simplificación de la misma, su demagogia propagandística, muy necesaria para adaptar la realidad a sus ideas y no al contrario. A él se ceñirían los socialistas durante las siguientes décadas.
En 1889 el PSOE, bajo el liderazgo de Pablo Iglesias, se adhiere a la II Internacional. En 1898 queda reflejada otra de las características propias del PSOE, el ir en contra de los intereses de la patria por motivos partidistas: con ocasión de la Guerra de Cuba no dudó en expresar su solidaridad con los rebeldes cubanos.
Tras haber obtenido diversos concejales en distintas votaciones (aunque su mayor actividad consistía en huelgas y agitaciones callejeras), en 1909 se establece la Conjunción Republicano-Socialista en cuyas candidaturas conjuntas se presentaría Pablo Iglesias a las elecciones legislativas de 1910, convirtiéndose en el primer diputado socialista español. Tras algún discurso menor, el 7 de julio Pablo Iglesias dejó clara constancia en el parlamento de las tácticas y fines del PSOE: habló de la supresión de la Iglesia, del Ejército, la Magistratura y otras instituciones que mantenían, según él, el injusto orden social; declaró que los socialistas estarían en la legalidad mientras ésta le fuese útil, fuera de la legalidad cuando no le permitiese realizar sus aspiraciones; se solidarizó (coherentemente con lo anteriormente declarado) con los incendiarios de edificios religiosos durante la Semana Trágica e incluso culpó a los católicos de los mismos por no haberlos impedido.
Se mostró absolutamente contrario a que Maura volviese al poder y expresó que los socialistas estaban dispuestos a impedirlo: "Tal ha sido la indignación producida por la política del gobierno presidido por el señor Maura que los elementos proletarios (...)hemos llegado al extremo de considerar que antes que Su Señoría suba al poder debemos llegar al atentado personal". Esas palabras de amenaza, nunca antes oídas en el parlamento, provocaron la lógica indignación de los parlamentarios, pero en todo momento se negó el diputado Iglesias a rectificar su incitación al asesinato. Cuando en el mismo mes Antonio Maura sufrió un atentado, Iglesias se negó a condenarlo. El resto de la actividad parlamentaria del socialista dejaba bien al descubierto su ignorancia con respecto a cuestiones de índole económica, su utilización de las ventajas de un sistema parlamentario para intentar destruirlo y la constante denuncia de la situación presente sin ofrecer soluciones claras para enmendar tamañas injusticias más allá de predicar la revolución y la dictadura del proletariado; todo ello unido a la actuación extraparlamentaria en forma de huelgas de carácter político para fomentar un clima de crispación con el propósito de desgastar el sistema constitucional.
Con Pablo Iglesias gravemente enfermo, y con un papel cada vez más importante de otros dirigentes socialistas como Largo Caballero, Prieto y Besteiro, en 1917 el PSOE avanzó un escalón más en su camino hacia la destrucción del orden vigente para imponer la dictadura del proletariado. En unión con anarquistas, republicanos, catalanistas y ciertos sectores del ejército, desencadenaron la huelga general revolucionaria con gran violencia. La huelga fue especialmente violenta en Madrid, Cataluña, País Vasco y Asturias, pero terminó en estrepitoso fracaso al no contar con el apoyo de la mayor parte de una población sobre la que los revolucionarios se decían únicos representantes.
Los principales dirigentes (Prieto, Largo Caballero, Besteiro, Saborit) fueron condenados a prisión perpetua. Pero ya en 1917 algunos fueron elegidos concejales y en 1918 otros salieron diputados, con lo cual la cadena perpetúa quedó reducida a unos pocos meses de cárcel. Nuevamente los socialistas se beneficiaban de las bondades del sistema por ellos tan denostado para eludir la acción de la justicia, con lo cual siguieron firmes en su propósito de recurrir a cualquier medio para conseguir sus fines.
En 1917 se produjo la revolución rusa, que fue saludada con entusiasmo por los dirigentes socialistas. Se planteó posteriormente la discusión sobre si integrarse en la III Internacional o permanecer en la II. Tras los informes de los socialistas enviados a Rusia, Anguiano y Fernando de los Ríos, se optó por la permanencia en la II Internacional, lo que provocó la escisión del grupo partidario de la III Internacional (Partido Comunista) para desesperación del grupo dirigente del PSOE, que no obstante siguió mostrando su simpatía por la citada revolución.
No cejó mientras tanto el PSOE, al igual que la CNT, en la erosión de un sistema cada vez más desgastado y en el recurso a cualquier medio para conseguirlo. Especialmente favorable para esta labor fue la tremenda derrota del ejército en el llamado Desastre de Annual, que no dejó de ser utilizada de forma demagógica por el PSOE (con Prieto en papel estelar) para dar el golpe de gracia al sistema constitucional vigente.
En 1923 se produce el golpe del general Primo de Rivera, que en conjunto fue bien recibido por la población y se produjo sin violencia. Y durante la dictadura, la actuación del PSOE no deja de ser sorprendente. Pero dicha actuación, así como otras sucesivas, será analizada próximamente.
Autor: Rafael Guerra
Publicado el 27 de mayo de 2010
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