Si el socialismo fuera lo que
dice que es, al afirmar que practica la justicia social, yo sería el primero en
votarlo, como ya hice durante años –en tiempos de Felipe– cuando aún no me
había bajado del guindo y mi nivel de credulidad se mantenía a tope. Pero es
que resulta que el socialismo, en sus diversas variedades –se incluye a los
podemitas–, no es más que el autoengaño para mantenerse fiel a una ideología
acerca de la cual no se conoce ningún país que haya prosperado lo suficiente y
en el que sus dirigentes no vivan en la opulencia a costa del pueblo llano,
pueblo en el que no es posible integrar a esos miles y miles de clientes que
por puro interés siempre arrastra el socialismo: ¡Felipe, colócanos a todos!
El socialismo vive una ficción acerca
de la cual jamás reflexiona sobre lo que en verdad ha logrado cuando ha
permanecido en el poder –caso de Andalucía–, es un autoengaño tan obsceno que
en no pocas ocasiones ha conseguido alistar a otros muchos, especialmente
cuando los socialistas alardean –sin haberlo cumplido jamás– de practicar la
socialdemocracia nórdica. ¡Falso, tres veces falso! La socialdemocracia es algo
muy distinto y además, después de varias décadas, tampoco es ya nada del otro
mundo. Hace tiempo que comenzaron a bajar los impuestos porque en su época practicaron
una auténtica masacre fiscal que alejó a los inversores.
Pero si no tuviésemos bastante
con un socialismo “autoengañado” –hablo de una artimaña de boca para afuera y destinada a sus seguidores–,
ahora nos encontramos con un sanchismo que pretende engatusar a los votantes con
lo que no son más que verdades aparentes, a las que se les descubre el
fraude a poco que uno profundice en ellas. Por ejemplo, Sánchez pide el voto al
PSOE para que no suceda como en Andalucía. ¡Por Dios!, pero si lo de Andalucía
fue un milagro que ya está dando sus buenos frutos, como lo demuestra el hecho
de que sea de las pocas comunidades donde en el último trimestre no ha aumentado el desempleo. ¿No
advierten ustedes que en las palabras de Sánchez no solo hay engaño, sino
también un gran fraude para justificarlas?
En resumen, es imposible entregar
el voto a una izquierda que no tiene la menor consideración con los ciudadanos de la nación que
quiere gobernar. Los capos de la izquierda poseen una conciencia tan falsa, que
son incapaces de sentir el más leve remordimiento sobre sus fechorías pasadas,
por lo que pretenden continuarlas con la misma mala política y encima quieren establecer
acuerdos con cualquier enemigo de España.
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