En el terreno de la política casi
todo está dicho. Es más, juraría que ningún ser humano es capaz de leer, por
más longeva que sea su existencia, los millones y millones de páginas que se
han escrito al respecto, comenzando por esa infinidad de petroglifos, papiros y
pergaminos que iniciaron la escritura. Ningún ser humano, digo, salvo que
uno sea Fernando Sánchez Dragó, al que hace tres décadas le oí decir que había
leído 11.000 libros. ¿Quién sabe cuántos llevará ahora en el cacumen y en qué
parte de ellos se hablará de política? Sea como sea, Dragó derrocha cultura y
sabiduría por todos sus octogenarios poros, lo que le concede la venia para
opinar como le dé la real gana.
Dragó es un tipo que me cae muy
bien desde que leí su ensayo “Gárgoris y
Habidis”, también conocido como “Una
historia mágica de España”. Aún me cae mejor desde que ha publicado
(pendiente de lectura) “Santiago Abascal.
España vertebrada”. Si uno se fija
en los títulos citados, aparte de que ambos figuran en dos cachos, no dejará de
reparar en que los dos incluyen la palabra “España”, ora asociada a la magia
(podría valer el “encanto”) ora a la vertebración, como sinónimo de buena
organización y orden, toda una filosofía política que huele a VOX, un partido
al que apenas le faltan un par de legislaturas para gobernar nuestra amada,
mágica y deseosamente vertebrada nación.
Decía el clásico que “todos los
hombres que se han distinguido en la política tienden a la
melancolía”. Parece cierto si uno repasa esta o aquella memoria de algún
estadista, es decir, de quien realmente gobernó pensando en las siguientes
generaciones. La nostalgia, en el caso del político honesto, también puede despertarse a causa de una ansiedad no calmada que cierta frase definiría
casi a la perfección: “La España que pudo haber sido y no fue”. De ahí que en
el mundo de los intelectuales, caso de Dragó, la melancolía se dé con asiduidad,
ya que poseen la información suficiente para advertir el desvarío en que
vivimos, donde se evidencia que a los sujetos como Falconetti solo les interesa el poder a cualquier
precio, actitud tan despreciable que a muchos les
produce desánimo al intuir que “la España que pudo haber sido… tampoco será”.
Por mi parte no tengo tan buena opinión del Sr. Dragó. Supongo que es una excelente persona. Y algún título, como el que cita, notable. Pero creo que cuanto más lee, menos entiende. Y que le ha hecho a Vox unas tortas con "su libro".
ResponderEliminarNo creo que los votantes de este partido, -yo lo hice-, dieran salto de alegría al asociar político y escritor, acordándose de algún programa de televisión, borrachos unos y otros, el escribidor y el enanito afrancesado de los arrabales . Dos buenas personas, posiblemente. No diré que no. Y poco más.
Anónimo, gracias por anotar.
EliminarPor lo que yo recuerdo, el único que llevaba una buena tajada era Arrabal, no así Dragó, que era el moderador de una tertulia semanal sobre literatura. Por otra parte, a Dragó se le puede reprochar su ego, pero no su falta de "entendederas". En cualquier caso, tu opinión es tan valiosa como la que más.
Un ruego por si vuelves a anotar: Usa un nick al final de lo que escribas, así se te ira conociendo.