sábado, 20 de abril de 2019

El miedo angustioso de los golpistas


El jefe de los rufianes, Junqueras, ha dicho desde la cárcel que apoyará a Pedro Sánchez para que no gobierne la extrema derecha. De semejante declaración de “amor” calculado solo puede deducirse lo evidente: Este sujeto maloliente en lo intelectual está “cagao” de miedo ante la posibilidad de pasarse 25 o 30 años entre rejas, sobre todo si es en una prisión de verdad, y cree –el ventajismo antes que el cumplimiento del deber– que el doctor Fraude lo pondrá en la calle en el primer Consejo de Ministros.


Lo que Junqueras no parecer percibir con nitidez es que el socialisto –se sabe que Sánchez nació sabio y ha ido a más– cambia muy a menudo de criterio, pongamos una vez cada cien metros y lo hace siempre a favor de viento, es decir, a su puñetera y única conveniencia. ¿Qué ha sido, si no, el bandazo continuado de los debates electorales en televisión? Debates en los que Sánchez dice ahora que actuará “con guante blanco” y pide a los líderes de Ciudadanos y PP que no insulten. Ya me veo venir su respuesta a cada pregunta incómoda, pongamos un ejemplo: “Sr. Sánchez, ¡piensa usted indultar a los golpistas”. Respuesta: “Me niego a contestar a lo que no es más que un insulto a mi persona”.

Volviendo al tema de fondo, a Sánchez le importan tres leches el “destino” del Polifemo republicano, que es como se conoce a ese tipo fascistoide, catalanoide y golpistoide, dispuesto a recoger los votos que el prófugo Puigdemont, alias Cocomocho, ha ido perdiendo, torpeza tras torpeza, entre los entusiastas del nacionalismo y desde que se instaló en el palacete de Waterloo, un mal pueblo belga en el que apenas hay de nada para solazar a sus habitantes –comenzando por el clima– y por lo tanto el ambiente grisáceo que se respira en la localidad hace juego con el temperamento de semejante huésped, en el que todo es cobardía y deseo de intrigar porque se aburre a todas horas.

Si al final ganara Sánchez las elecciones, eso sí, en el supuesto de que los españoles nos hiciéramos el harakiri electoral y decidiéramos que España no vale la pena –tomen nota los abstencionistas–, estoy convencido de que la oferta más favorable a Junqueras y sus colegas golpistas sería la de enviarlos a “purgar” la pena en una prisión catalana. Es como si los dejara en la calle con el 3% de la condena cumplida, que es lo que ha ocurrido con otro catanazi acreditado, Oriol Pujol, sacado a toda velocidad de la trena por ser hijo de su padre. Al fin y al cabo, si la competencia de prisiones está transferida a Cataluña nada resultará más fácil que mirar para otro lado cuando a Polifemo lo manden a paseo desde Lledoners. Paseo, o a la puta calle, literalmente hablando.

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