miércoles, 24 de abril de 2019

Debate electoral en Atresmedia, mi relato


¿Quién ganó el debate? Ana Pastor, sin la menor duda. Fue ella la que marcó los tiempos, dio y quitó la palabra a capricho y salió en auxilio, cuando parecía más desarbolado, de un Pedro Fraude que si en el primer debate estuvo muy deficiente, quedó químicamente calamitoso en el segundo, del que logró alejarse, a gran velocidad, de la imagen que debería ofrecer un candidato a la presidencia del gobierno de España, ¡nada menos que de España! Y ya me perdonará la sectaria Pastor que cite el nombre de mi país, casi seguro que no es el de ella, al menos sentimentalmente. ¡Ah!, sí, también estuvo Vicente Vallés, a quien se le oyó más bien poco. De hecho, la Pastor le hizo varias preguntas o le cedió la palabra a su colega de estrado para que se advirtiera que había un hombre de cuota junto a ella. ¡Pobre Vallés, supongo que te resistirás a repetir una tercera vez con esta enardecida!


En general, el debate fue horroroso o a trompicones, quisieron darle agilidad y lo que ocurrió es que el estudio se les inundó de barullo, nada extraño si tenemos en cuenta que la mitad de los intervinientes –Sánchez, Iglesias y Pastor– propenden al social-comunismo rompe patrias en beneficio de cualquier nacioncita de garrafa. O dicho de otro modo, el complaciente con el deseo de dispersión –que unos pocos decidan por el todo– a buen seguro que favorece la anarquía. Y la anarquía social-podemita, además de antisistema, es el mayor de los egoísmos disfrazado de colectivismo, ya que al decir del clásico “la anarquía es la muerte petrificada en el hielo de la codicia”.   

Y hablando de disfraces, qué me dicen ustedes ante el hecho de que un individuo tan exaltado como Pablo Iglesias ofreciera dos horas de homilía disfrazado de capellán de un convento de ursulinas. ¡Leñe!, si hasta se puso una camisa blanca que parecía un alzacuellos bajo un jersey negro. Hay quien en los medios no le da mala puntuación a Pablenín, pero si uno analiza que en cada una de sus intervenciones sobre economía, sí, economía, su propuesta era la de aumentar el gasto público muy por encima de nuestra capacidad de recaudación, entonces es que pedía a gritos el cierre de empresas, la fuga de capitales y lo que de ello se deriva, como sucedió en Grecia.

Albert Rivera estuvo bien, sobre todo en los dos zascas que le soltó a Pedro Fraude, cuando le regaló el libro típico de Sant Jordi y le dijo, más o menos, “aquí tiene, es su tesis, seguro que no lo ha leído”. También, visto que Sánchez solo hablaba de la corrupción del PP, acerca de la que se permitió describir la sede de los populares como si fuese El Corte Inglés, fue cuando desplegó la lista de los socialistas encausados en Andalucía y le dijo: “Casi llega hasta el suelo”. Rivera fue noblote en dos aspectos, su capote a Casado ante los ataques continuados del candidato Fraude sin que la tipa Pastor le diera la opción de réplica al jefe de los populares y, también muy de mi agrado, la reiteración a Casado de un gobierno de coalición. En lo demás, especialmente al principio, estuvo pasado de revoluciones y usó las interrupciones más de la cuenta.

Hablando finalmente de interrupciones, digamos que Pablo Casado apenas utilizó ese pícaro sistema tan del gusto de Pedro Fraude, salvo cuando se enzarzó en dos ocasiones con Rivera sin que ninguno de ellos reparara a tiempo en que les perjudicaba a ambos. Cómo me hubiera gustado en ese momento ver un plano de la cara satisfecha de la Pastor. Como fuese, lo cierto es que para mí fue Casado el que ganó con claridad el debate de Atresmedia. No recurrió a los vicios y tics de la izquierda, es decir, la mentira verdulera continuada –Sánchez– y la hipocresía indiscutible, de beato espiritual, tan poco coherente con esas alertas antifascistas que practica fuera de los platós –Iglesias.

Si, Casado ganó el debate –esta vez en serio–, porque había aprendido su propia lección del debate anterior, en el que desperdició la primera mitad, y desde el minuto uno salió dispuesto a ser él mismo: Serio en lo formal y sonriente en el semblante, con ganas de exponer un programa político muy elaborado que supone –así lo creo– la mejor opción para los españoles que rechazamos el saqueo de nuestros bolsillos y que, de ganar el Frente Popular, no tardaríamos en lamentar que nos rompieran la patria. Por preparación y talento, Casado da la imagen adecuada para presidir el Gobierno. Desde luego contando con Ciudadanos y Vox para formar un gran Ejecutivo.

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