¿Quién ganó el debate? Ana
Pastor, sin la menor duda. Fue ella la que marcó los tiempos, dio y quitó la
palabra a capricho y salió en auxilio, cuando parecía más desarbolado, de un
Pedro Fraude que si en el primer
debate estuvo muy deficiente, quedó químicamente calamitoso en el segundo, del
que logró alejarse, a gran velocidad, de la imagen que debería ofrecer un
candidato a la presidencia del gobierno de España, ¡nada menos que de España! Y
ya me perdonará la sectaria Pastor que cite el nombre de mi país, casi seguro que
no es el de ella, al menos sentimentalmente. ¡Ah!, sí, también estuvo Vicente Vallés,
a quien se le oyó más bien poco. De hecho, la Pastor le hizo varias preguntas o
le cedió la palabra a su colega de estrado para que se advirtiera que había un
hombre de cuota junto a ella. ¡Pobre Vallés, supongo que te resistirás a
repetir una tercera vez con esta enardecida!
En general, el debate fue
horroroso o a trompicones, quisieron darle agilidad y lo que ocurrió es que el estudio se les
inundó de barullo, nada extraño si tenemos en cuenta que la mitad de los intervinientes
–Sánchez, Iglesias y Pastor– propenden al social-comunismo rompe patrias en
beneficio de cualquier nacioncita de garrafa. O dicho de otro modo, el complaciente
con el deseo de dispersión –que unos pocos decidan por el todo– a buen seguro
que favorece la anarquía. Y la anarquía social-podemita, además de antisistema,
es el mayor de los egoísmos disfrazado de colectivismo, ya que al decir del
clásico “la anarquía es la muerte
petrificada en el hielo de la codicia”.
Y hablando de disfraces, qué me
dicen ustedes ante el hecho de que un individuo tan exaltado como Pablo
Iglesias ofreciera dos horas de homilía disfrazado de capellán de un convento
de ursulinas. ¡Leñe!, si hasta se puso una camisa blanca que parecía un
alzacuellos bajo un jersey negro. Hay quien en los medios no le da mala
puntuación a Pablenín, pero si uno
analiza que en cada una de sus intervenciones sobre economía, sí, economía, su
propuesta era la de aumentar el gasto público muy por encima de nuestra
capacidad de recaudación, entonces es que pedía a gritos el cierre de empresas,
la fuga de capitales y lo que de ello se deriva, como sucedió en Grecia.
Albert Rivera estuvo bien, sobre
todo en los dos zascas que le soltó a Pedro Fraude,
cuando le regaló el libro típico de Sant Jordi y le dijo, más o menos, “aquí
tiene, es su tesis, seguro que no lo ha leído”. También, visto que Sánchez solo
hablaba de la corrupción del PP, acerca de la que se permitió describir la sede
de los populares como si fuese El Corte Inglés, fue cuando desplegó la lista de
los socialistas encausados en Andalucía y le dijo: “Casi llega hasta el suelo”.
Rivera fue noblote en dos aspectos, su capote a Casado ante los ataques
continuados del candidato Fraude sin
que la tipa Pastor le diera la opción de réplica al jefe de los populares y,
también muy de mi agrado, la reiteración a Casado de un gobierno de coalición.
En lo demás, especialmente al principio, estuvo pasado de revoluciones y usó las interrupciones más de la cuenta.
Hablando finalmente de
interrupciones, digamos que Pablo Casado apenas utilizó ese pícaro sistema tan
del gusto de Pedro Fraude, salvo
cuando se enzarzó en dos ocasiones con Rivera sin que ninguno de ellos reparara
a tiempo en que les perjudicaba a ambos. Cómo me hubiera gustado en ese momento
ver un plano de la cara satisfecha de la Pastor. Como fuese, lo cierto es que
para mí fue Casado el que ganó con claridad el debate de Atresmedia. No recurrió
a los vicios y tics de la izquierda, es decir, la mentira verdulera continuada –Sánchez– y
la hipocresía indiscutible, de beato espiritual, tan poco coherente con esas
alertas antifascistas que practica fuera de los platós –Iglesias.
Si, Casado
ganó el debate –esta vez en serio–, porque había aprendido su propia
lección del debate anterior, en el que desperdició la primera mitad, y desde el
minuto uno salió dispuesto a ser él mismo: Serio en lo formal y sonriente en el
semblante, con ganas de exponer un programa político muy elaborado que supone –así
lo creo– la mejor opción para los españoles que rechazamos el saqueo de
nuestros bolsillos y que, de ganar el Frente Popular, no tardaríamos en
lamentar que nos rompieran la patria. Por preparación y talento, Casado da la
imagen adecuada para presidir el Gobierno. Desde luego contando con Ciudadanos
y Vox para formar un gran Ejecutivo.
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